Informe de IDESA: MÁS DESEMPLEO Y MENOS EMPLEO
El INDEC difundió su medición sobre el Producto Bruto Interno (PBI) en el año 2014. Según la fuente oficial, la producción habría crecido en el último trimestre del año 2014 un 0,4%. Como también se corrigieron las mediciones de los trimestres anteriores –que venían mostrando una tendencia a la baja–, para el promedio del año el organismo oficial estima un crecimiento de 0,5%. Las mediciones privadas, en cambio, arrojan una tendencia a la caída del PBI en todos los trimestres, con una variación de -2,6% para el promedio del año 2014.
El “modelo” adoptó como principales fuentes de generación de empleo la licuación de costos laborales provocada por la mega devaluación del año 2002 y el crecimiento de la producción motorizada por el favorable contexto internacional. Ambos pilares se han diluido ya que los salarios reales recuperaron los niveles previos a la crisis y, aun en la visión más optimista del INDEC, la actividad económica está estancada. Ante este escenario resulta pertinente evaluar la condición en que se encuentra el mercado de trabajo en la Argentina.
Una forma de analizar la situación laboral es mediante el cotejo de los indicadores laborales básicos con el de los países vecinos. Así, tomando datos oficiales de cada país referidos al 4° trimestre del año 2014 se observa que:
> En Uruguay la tasa de empleo es del 60,8% y la tasa de desempleo del 6,7%.
> En Chile la tasa de empleo es del 60,0% y la tasa de desempleo del 6,0%.
> En Argentina la tasa de empleo es de 58,7% y la tasa de desempleo de 6,9%.
Estos datos muestran que en la Argentina hay una menor proporción de personas mayores de 14 años trabajando y un mayor porcentaje de gente que buscando un empleo no lo consigue. En Chile y en Uruguay hay más empleo y menos desempleo que en Argentina. Esto sugiere que, en materia laboral, la Argentina desaprovechó el favorable contexto que brindó la última década.
Frente a esta situación, repetir la estrategia de licuar salarios vía una aceleración de la devaluación no aporta soluciones. Tampoco es aconsejable confiar en que el crecimiento económico espontáneamente resuelva la falta de empleos.
> En primer lugar, porque el contexto externo se presenta menos favorable y serán necesarios profundos cambios en las reglas de organización interna del país para estimular sustancialmente la inversión.
> En segundo lugar, porque el crecimiento económico es condición necesaria, pero no suficiente, para mejorar los indicadores laborales.
El estancamiento de la producción y el empleo alertan sobre la relevancia de no subestimar los desafíos que se le presentarán al próximo gobierno. Salir rápidamente del “cepo” cambiario, llegar a una solución con los tenedores de bonos en default y, por estas vías, restablecer el acceso al mercado financiero internacional son acciones importantes. Especialmente, porque insumirá tiempo reducir el déficit fiscal y darle racionalidad al funcionamiento del sector público. Pero resultan insuficientes para abordar los pasivos sociales ocultos que subyacen en el mal funcionamiento del mercado de trabajo.
Lograr que todas las personas tengan la oportunidad de edificar su progreso a partir de un empleo de calidad exige reformas sociales innovadoras. Es central reducir y darle progresividad al esquema de cargas sociales, simplificar la registración laboral eliminando trámites y registros burocráticos, reducir la litigiosidad laboral, recomponer la cultura del trabajo y mejorar la calidad de la educación formal y su articulación con la formación para el trabajo. Se trata de una agenda extremadamente desafiante no sólo por la idoneidad técnica en su diseño sino también porque su instrumentación demandará doblegar los innumerables intereses espurios que se han enquistado en las relaciones laborales, los programas asistenciales y el sistema educativo.
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