LA GANANCIA DEL CAPITAL Y LA INFLACIÓN BY Rolando Astarita
La ganancia del capital y la inflación
Según un enfoque muy difundido en la izquierda y el progresismo, una de las principales causas de la inflación en Argentina es el aumento de las ganancias del capital “concentrado”. Como botón de muestra: en un periódico marxista se sostiene que en buena medida la inflación se debe a las empresas “que remarcan en función de aumentar sus ganancias impunemente”. En otra publicación, también marxista, se afirma que “la inflación se explica porque los grandes grupos monopólicos de la alimentación…, de productos de limpieza o tocador… de agua y bebidas… junto con las cadenas de hipermercados… aumentan abusivamente y a su voluntad los precios”. Un referente del campo nacional y popular, por su parte, afirma que la inflación se debe a grupos económicos concentrados que, a partir del gobierno de Macri, aumentan los precios incrementar sus ganancias.
Las citas se pueden multiplicar. Lo importante es que estamos ante una inversión del argumento, más tradicional, que dice que la inflación se debe al aumento de salarios. Ahora el discurso es “no son los salarios, sino las ganancias las que empujan hacia arriba los precios”.
Ganancias, salarios, teoría del valor y precios en Smith
La primera cuestión a discutir es desde qué teoría del valor se analiza la relación entre salarios, ganancias y precios. Cuestión que nos lleva a una de las discusiones fundamentales de la Economía Clásica. A fin de clarificar las posiciones, recordemos que Adam Smith mantuvo, de hecho, dos enfoques sobre la teoría del valor trabajo en el sistema capitalista. Por un lado, afirmó que el valor agregado es generado por el obrero, y se descompone en salarios y ganancias (dejamos de lado ahora la renta de la tierra). Por ejemplo, escribe: “…el valor que el trabajador añade a los materiales se resuelve en dos partes; una de ellas paga el salario de los obreros, y la otra las ganancias del empresario, sobre el fondo entero de materiales y salarios que adelanta” (Smith, 19889, p. 48). Lo cual nos lleva a una teoría de la explotación del trabajo. En otro pasaje: “En esas condiciones [capitalismo] el producto íntegro del trabajo no siempre pertenece al trabajador; ha de compartirlo en la mayor parte de los casos con el propietario del capital que lo emplea” (p. 49; ibid.). Más adelante: “El patrón participa en el producto del trabajo de sus operarios, o en el valor que el trabajo incorpora a los materiales, y en esta participación consiste su beneficio” (p. 64).
O sea, Smith se da cuenta de que en el capitalismo, y a diferencia de lo que ocurre en la producción simple de mercancías, se intercambia más trabajo por menos trabajo (véase Marx, 1975, pp. 74-75, t.1). Así, el trabajo empleado en la producción de X y el trabajo adquirido con X no coinciden. La ganancia es un plus que recibe el capitalista (y la renta un plus que recibe el propietario de la tierra).
Sin embargo, a partir de aquí, y dada la presencia de la ganancia, Smith saca la conclusión de que la ley del valor trabajo no se aplica en la sociedad capitalista: “La cantidad de trabajo que se gasta comúnmente en adquirir o producir una mercancía no es la única circunstancia que regula la cantidad susceptible de adquirirse con ella, permutarse o cambiarse. Evidentemente hay una cantidad adicional que corresponde a los beneficios del capital…” (p. 49; Smith, 1989, énfasis agregado).
De esta manera produce un deslizamiento desde la idea de que el precio de una mercancía se divide, o resuelve, en salario, ganancia y renta, a la idea de que se compone de salario, ganancia y renta. Destacamos que en el primer caso el precio está determinado por el tiempo de trabajo empleado en la producción, y se divide en salario, ganancia (y renta, cuando corresponde). En este caso, si una parte aumenta, la otra, o las otras, deben disminuir. En consecuencia, la oposición entre las clases sociales (obreros, capitalistas y terratenientes), al nivel de la distribución, es más aguda. En cambio, si decimos que el precio se compone de la suma del salario, ganancia y renta, la oposición es mucho menos aguda; y si sube algún componente, aumenta el precio. En este segundo escenario, además, salario, ganancia y renta son partes originarias, con orígenes diversos.
Smith superpone las dos concepciones. Por ejemplo, escribe: “En toda sociedad, pues, el precio de cualquier mercancía se resuelve en una u otra de esas partes, o en las tres al mismo tiempo…” (p. 50). Pero pocas líneas más abajo sostiene, como si fuera lo mismo: “Estas tres partes… integran, al parecer, el precio total del grano”. Incluso el título de este capítulo VI es “Sobre los elementos componentes del precio de las mercancías”. La misma confusión se advierte en la p. 51: por un lado afirma que el valor anual del producto de una nación “se reduce necesariamente a esas tres porciones” (salario, beneficio y renta). Pero en seguida afirma que “salarios, beneficio y renta son las tres fuentes originarias de toda clase de renta y de todo valor de cambio” (pp. 51-2). También en el capítulo VII sostiene que el precio “natural” –en torno al que oscilan los precios de mercado- se compone de la suma de las “tasas naturales” de los salarios, beneficio y renta (véase p. 54). Pero esto significa que “(e)l precio natural varía con la tasa natural de cada una de sus partes componentes: salarios, beneficio y renta” (p. 61).
Por eso en Teorías… Marx señala que Smith, después de explicar la naturaleza de la plusvalía y el valor, presenta “el capital y la tierra como fuentes independientes del valor de cambio” (Marx, 1975, p. 80, t. 1). Más adelante, Marx escribe: “Adam Smith explica primero que el valor de cambio se resuelve en cierta cantidad de trabajo, y que después de deducir las materias primas, etcétera, el valor contenido en el valor de cambio se resuelve en la parte del trabajo que se paga al trabajador y en la parte que no se le paga, compuesta de ganancia y renta del suelo…. Después de demostrar esto, da media vuelta de repente y en lugar de resolver el valor de cambio en salarios, ganancias y renta del suelo, declara que estos son los elementos que constituyen el valor de cambio, los convierte en valores de cambio independientes que constituyen el valor de cambio del producto; constituye el valor de cambio de la mercancía con los valores de los salarios, la ganancia y la renta del suelo, que se determinan independientemente y por separado. En lugar de tener su fuente en el valor, se convierten en la fuente de este” (pp. 184-5, t. 2, ibid.). Pero entonces, Smith debe preguntarse cómo se determinan esos valores primarios. Para responder a esta pregunta, dice que la ganancia y la renta están constituidas por sus “tasas naturales”; también el salario lo supone a “su tasa natural”. Esto es, plantea Marx, Smith adopta el punto de vista del capitalista, para el cual la tasa de ganancia le aparece como “dada” (por oferta y demanda se determina una tasa media de ganancia que se considera normal). Lo mismo se puede decir del salario (pp. 186-7, ibid.). Pero el mismo Smith es consciente de que cuando la oferta y la demanda se igualan, no explican nada.
Precios como suma de partes y teoría neoclásica
La tesis de que el precio es el resultado de la suma de partes induce a una teoría del valor por el costo de producción. En su desarrollo, y como señaló Dobb (1975), lleva a la teoría neoclásica de los precios: el precio de la mercancía X está determinado por “el costo del servicio trabajo, el costo del servicio del capital y el costo del servicio de la tierra”. Así, la distribución de ingresos entre las clases sociales se reduce a una cuestión de los precios de los “servicios productivos” que concurren a la formación del producto. Cada “factor” obtiene el equivalente a lo que contribuyó. Una bonita manera de disimular la explotación del trabajo asalariado.
Por otra parte, una consecuencia de esta concepción del valor como agregación de partes con diferente origen es que un aumento de los salarios, o de las ganancias, provoca el aumento de los precios. Es la concepción que sostiene al día de hoy la Economía vulgar.
La crítica de Ricardo
A diferencia de Smith, Ricardo basó su teoría en la determinación del valor de las mercancías por el tiempo de trabajo necesario para producirlas. Refiriéndose a los bienes reproducibles con trabajo, sostiene que sus valores de cambio dependen “casi exclusivamente” de la cantidad de trabajo empleada en producirlos. Y a diferencia de Smith plantea que ese principio se aplica no solo a la sociedad de productores simples de mercancías (donde no hay trabajo asalariado) sino también a la sociedad capitalista.
Con este enfoque, demuestra que la variación de los salarios no afecta el nivel general de los precios: dado que la única fuente del valor es el trabajo humano, si aumentan los salarios disminuyen las ganancias, sin que tenga que alterarse el nivel general de los precios (supuesto que el valor del dinero permanezca constante). Por lo tanto, la suba general de precios, en el largo plazo, solo ocurre por desvalorización del dinero, según aumenta la productividad en la rama que produce oro (no discutimos ahora la aceptación de Ricardo de la teoría cuantitativa del dinero).
En cualquier caso, y dada la estabilidad del valor del oro, el aumento de los salarios provoca un aumento de los precios en las industrias que emplean más mano de obra, en relación al promedio; y una caída de los precios en las industrias que emplean más capital, en relación al promedio. Esta adecuación se impone por competencia, y por la tendencia a la igualación de la tasa de ganancia entre las diferentes ramas.
En los Principios… Ricardo escribe: “…. Adam Smith, y todos los autores que siguieron sus pasos, han sostenido… que un aumento en el precio de la mano de obra iría seguido uniformemente por un aumento en el precio de todos los bienes. Espero haber logrado demostrar que dicha opinión no tiene fundamento, y que aumentarían tan solo aquellos bienes para los cuales se empleó menos capital fijo que el requerido en el patrón que sirvió para estimar el precio, y que todos cuantos absorbieron más capital fijo bajarán positivamente el precio al aumentar los salarios. Al contrario, si los salarios bajan, únicamente bajarán aquellos bienes en cuya producción se utilizó, en proporción, menos capital fijo que en el medio o patrón que sirvió de base a la estimación del precio; todos los que absorbieron más capital fijo subirán positivamente de precio” (p. 35). Marx compartió esta crítica a Smith.
El aumento de ganancias no explica la inflación
El aumento de las ganancias no puede explicar un proceso inflacionario. Sostener tal cosa es recaer en la tesis de Smith, que desarrolló y profundizó luego la Economía neoclásica. En su versión estándar, esta última dice que los precios se determinan por un mark-up (o recargo) sobre los costos variables (salarios + materias primas), dividido por la productividad (véase los manuales habituales de Macroeconomía). En este enfoque el margen (o ganancia) y los salarios aparecen como factores independientes. Pero en este planteo no hay teoría que explique el porqué del margen, o beneficio; este simplemente aparece, como imposición de mercado. El contenido “conciliador” de este enfoque –el valor agregado no tiene una única fuente, el trabajo- apenas se disimula. Es preocupante que gente que se considera marxista “compre” semejante vulgata.
Puja distributiva, inflación y dinero
Como señaló Ricardo, en la medida en que el dinero conserve su valor, los aumentos de salarios, o de ganancias, no provocan el incremento del nivel general de precios. Por eso, empíricamente, no se advierte que haya una relación del tipo “aumento de las ganancias → aumento de los precios”. Por ejemplo, en los años 1970, en los países capitalistas adelantados, las ganancias permanecieron débiles en tanto la inflación fue elevada. Pero desde inicios de los 1980 las ganancias se recuperaron y la inflación bajó. En Argentina, en los 1980 las ganancias se mantuvieron relativamente bajas, en tanto hubo elevada inflación. En los 1990 las ganancias se recuperaron, y la inflación disminuyó notoriamente.
Para explicar entonces estas evoluciones debería abandonarse la tesis del precio como suma de partes. El punto de partida del análisis debe ser la ley del valor y cómo el valor agregado por el trabajo se distribuye entre salarios y ganancias (y rentas). Y para abordar teóricamente el fenómeno en su pureza, hay que suponer estable el valor del equivalente general (esto es, del dinero). La variación del valor del dinero –en el caso de inflación, su depreciación- es un factor a introducir a posteriori en el análisis. Por otra parte, no hay manera de que variaciones relativas de salarios y ganancias expliquen depreciaciones del dinero del orden del 50% anual, o más, como ocurre en regímenes de alta inflación. Más en general, en la mayor parte de los países capitalistas los salarios y ganancias varían –y muchas veces de manera pronunciada- sin que esas variaciones se traduzcan en aceleraciones de la inflación como las que vemos en Argentina.
Para entender entonces estas diferencias hay que incorporar la especificidad del régimen monetario vigente en la coyuntura específica. Por caso, la diferencia entre las presiones deflacionarias que se registran durante una recesión, o depresión, en el marco de un régimen de patrón oro (o de convertibilidad a una moneda fuerte) y la estanflación que puede ocurrir bajo un régimen de alta emisión, no se explican por las diferencias en la presión de las ganancias (o de los salarios), sino por las condiciones muy distintas en que opera el dinero (equivalente general, encarnación del valor).
Por supuesto, una vez iniciada una dinámica altamente inflacionaria –como son las desatadas por corridas cambiarias y profundas devaluaciones de la moneda- la lucha de clases en torno a la distribución del ingreso puede agudizarse: a los aumentos de precios le siguen intentos de los trabajadores o sus sindicatos de recuperación de los salarios, lo que desata nuevas subas de precios y devaluaciones, que a su vez llevan a la agudización de la pelea obrera. Pero en este caso se trata de la expresión monetaria de una agudización de la lucha de clases, dado ese régimen monetario y cambiario específico. No tiene sentido, en ese marco, decir que la inflación se debe al aumento de las ganancias, o de los salarios.
Para terminar, no estamos ante minucias. Sostener que los precios se forman por agregación de partes –y que la inflación ocurre porque aumentan las ganancias- es caer en la Economía vulgar, que es lo opuesto a la ciencia. Pero si no hay ciencia el discurso está condenado a moverse por la superficie de los fenómenos y la crítica pierde su filo. ¿Por qué entonces este empeño de tantos socialistas por emular esta Economía ramplona y apologética?
Textos citados:
Dobb, M. (1975): Teorías del valor y de la distribución desde Adam Smith. Ideología y teoría económica, México, Siglo XXI.
Marx, K. (1975): Teorías de la plusvalía, Buenos Aires, Cartago.
Ricardo, D. (1985): Principios de Economía Política y tributación, México, FCE.
Smith, A. (1989): Investigación sobre la naturaleza y las causas de la riqueza de las naciones, México, FCE.
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