TINTORERÍA OCEAN
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Cierra “Ocean”, la última tintorería artesanal de Comodoro tras 75 años de historia
En Comodoro funcionaron 24 tintorerías artesanales en simultáneo. Sin embargo, el cambio en la calidad de la ropa y la llegada de lavaderos rápidos doblegó al rubro y hoy solo “Ocean” resiste el paso del tiempo. La tintorería de Sarmiento y Belgrano finalmente cerrará sus puertas luego de 75 años y por estos días vende las prendas que muchos clientes dejaron y nunca retiraron. “Trabajo, llego a fin de mes, pero me pongo a sacar cuentas y no llego a 100.000 pesos que me quedan en el bolsillo, entonces no tiene sentido”, dice Juan Ramón Muñoz, su dueño en estas dos últimas décadas.

Es uno de los oficios de antes, de esos que casi ya no existen, un trabajo artesanal que en una época fue un servicio indispensable para la comunidad. La tintorería artesanal es un rubro en extinción. Son pocos los comercios que resisten el paso del tiempo en un sector que se vio afectado por el ingreso de las importaciones chinas y la evolución que tuvo el vestir, tanto en su calidad como en sus formas. Es que, en tiempos de jeans, buzos oversize y remeras de algodón, ya no se usan aquellos trajes y camisas que pintaban de buen porte a médicos, abogados y al propio vecino, que solía usar traje hasta para viajar de un lado a otro. Y el algodón desplazó al cuero, la gamuza y la calidad.
Son otros tiempos, sin dudas, y la crisis que vive la ciudad, sumada al aumento de servicios, terminó de liquidar a “Ocean”, la última tintorería artesanal que tiene Comodoro Rivadavia.
Así lo dice Juan Ramón Muñoz (59), su dueño durante los últimos 17 años. El comerciante asegura que el gobierno de Milei terminó con la poca esperanza que le quedaba de continuar con el local. “Me terminó de rematar. En 2015, cuando aumentaron las tarifas hasta un 3.500 por ciento ya se nos empezó a complicar. Nosotros estábamos pagando 680 pesos de luz y cuando se fue el gobierno estábamos en 6000 pesos. Era una barbaridad y el trabajo mermó porque la gente no tenía entrada de plata. Después nos agarró la pandemia y nos liquidó. Con los poquitos ahorros que tenía tuve que mantener esto y dije ‘cierro’, pero llegamos a un acuerdo con el alquiler del local y seguimos. Pero ahora este loco esquizofrénico nos tiene loco a todos. Trabajo, llego a fin de mes, pero me pongo a sacar cuentas y no llego a 100 mil pesos que me quedan en el bolsillo, entonces no tiene sentido”.
UN COMERCIO CON HISTORIA
“Ocean” se inauguró en 1950, en la esquina de Sarmiento y Belgrano, en una época en que el rubro era un boom por el vestir de la gente, la tecnología que había en el hogar y la calidad de ropa que se usaba. El cuero y la gamuza eran sinónimos de buen vestir.
Juan era adolescente cuando comenzó a trabajar en el local de la mano de Benjamín Lerea, un correntino que falleció hace 8 años y que fue el tercer dueño del comercio inaugurado por los hermanos Falicoff y el maestro mayor de obra Adolfo Zadunousky.
“Hace 45 que estoy en la tintorería”, dice el comerciante. “Vine en el 80 y ya me quedé. Empecé dando una mano, tenía 14 años, trabajaba en un criadero de pollo y me presentaron para venir a hacer la limpieza del equipo de solvente. Empecé a venir todos los sábados y el 2 de febrero de 1983 ya quedé efectivo. Así empecé”.
Durante 28 años, Juan fue empleado de Benjamín hasta que en 2008 su patrón le vendió el fondo de comercio y el siguió con el rubro. Así, prácticamente vivió casi toda la historia de la tintorería.
Juan recuerda esos años en que había 12 empleados y cientos de trabajos por día. “Era otra época”, dice con cierta nostalgia. “Cuando empecé en los 80, había 24 tintorerías tradicionales en Comodoro y éramos 12 empleados, porque había mucho trabajo. La gente traía mucha ropa, porque antes no se veía a un doctor o a un abogado en camperita; eran todo camisas, corbatas, trajes. La gente vestía diferente. Imagínate que cuando empecé, en el 83, por día se hacían casi 300 prendas, pero se hacía de todo: costura, cambio de bolsillo del pantalón, forro a los sacos… la persona llegaba a su casa y solo se tenía que poner el saco. El eslogan era: ‘Menos vestirlo, hacemos todo’.”
UN TRABAJO 100% ARTESANAL
El local de 100 metros cuadrados mantiene la misma fachada y los mismos sectores que tuvo siempre: tintorería, sala de máquinas, planchado y costura. También las antiguas maquinarias alemanas, dignas de estar en un museo. Con orgullo, Juan Ramón cuenta que, aún hoy, en pleno siglo XXI, todo se hace de forma artesanal.
“Nosotros trabajamos de forma artesanal y con productos derivados del petróleo, como solventes. Es un oficio que ya no existe; se trata del manejo de las prendas, el desmanche, porque hoy son distintas a las de antes. El trabajo del tintorero consiste en conocer la prenda, saber qué desmanche se le pone y si puede ser trabajada completamente en el equipo de solventes, que es como un lavarropas.”
Juan Ramón lo dice: “Antes teníamos un buen algodón, un buen paño, pero hoy en día viene el cliente y me dice: ‘tengo este tapado, este sacón y es un paño, pero es polar’. Entonces, la calidad y el trabajo son distintos. Antes había cuero, gamuza, tapados de pieles que hoy ya no se usan. Ahora es todo sintético y hay algunos comercios que le meten el perro a la gente, porque les dicen que les venden gamuza, pero cuando vienen, te das cuenta de que es sintético”.
Juan Ramón admite que, de todas formas, tuvieron que adaptarse a los nuevos tiempos. Aprender a trabajar con esos materiales y también identificarlos, porque más de una vez le ocasionaron algún problema con un cliente.
“Nos ha pasado que hemos recibido un producto como cuero y, cuando lo vamos a limpiar, nos damos cuenta de que es ecocuero y queda duro, porque el solvente derivado del petróleo lo endurece. Entonces, tuvimos que aprender un poco más, descoser, mirar, porque lo que siempre tuvo Ocean es que, si se hizo la macana acá, se paga. Siempre fuimos una tintorería respetable, responsable y, si pasaba algún accidente, se cubrían los gastos.”
En los últimos años, el rubro cambió cada vez más. La llegada de lavaderos que prometen un lavado rápido y más económico impactó sobre el servicio artesanal para ropa de calidad. Así, poco a poco, las tintorerías fueron cerrando.
Ocean fue la última que quedó y resistió todo lo que pudo en un mercado que se deprimía cada vez más. Juan Ramón lo ejemplifica con datos: “Cuando entré, por día se hacían casi 300 prendas y en 2008, cuando compré el fondo de comercio en cuotas, unas 100. Hoy solo trabajamos tres veces por semana y por la mañana solamente, porque entre lunes, miércoles y viernes estaré haciendo unas 30 prendas. Entonces, lo que antes hacíamos en un día, hoy lo hacemos en un mes”.
Juan Ramón lo admite: está cansado. Siempre trabajó y siempre tuvo un peso en el bolsillo. “No era millonario, pero podía darle una mano a mi gente. Sin embargo, eso ya no pasa, y más la situación económica me llevó a decir basta. Es más cansancio mental que físico, pero estoy tranquilo; hay que seguir para adelante”, dice con entereza.
LOS ÚLTIMOS DÍAS
Lo cierto es que el próximo 31 de mayo vence el contrato de alquiler y la tintorería cerrará sus puertas definitivamente. Ya no habrá renovación y Juan Ramón aún tiene decenas de prendas que nunca se fueron a retirar y que por estos días, está vendiendo para recuperar el trabajo que ya hizo y que nadie pagó.
“Tenemos de todo. Son prendas que han quedado hace rato y, después, tenemos prendas que los clientes deben retirar. Las que no sean retiradas antes del 20 de mayo se van a vender, porque no me puedo quedar con todo esto. Hay camperas de cuero, sacos, blusas y estoy cobrando lo que se cobra por la limpieza, porque no es idea hacer un comercio, pero son todos trabajos que tienen productos, impuestos y es plata perdida, porque acá nunca se cobró por adelantado. Solamente quiero recuperar mi plata, nada más”.
A lo largo de la charla, Juan Ramón recuerda a antiguos empleados: a Iris Burgos, una profesora de corte y confección chilena que fue costurera de la tintorería; también a Frescia "Cuqui" Maldonado, Mirna Díaz y su hermana Alejandra, quien siempre lo acompañó. Hoy continúa junto a Pedro, quien trabaja con él desde hace 38 años, toda una vida en esta tintorería que ahora bajará su persiana para siempre, dando fin a un rubro que hizo historia en la ciudad.
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