EL DÉFICIT FISCAL by Iván Carrino

¿Qué es el déficit fiscal?  

En términos muy sencillo, es la diferencia (negativa) entre el ingreso y el gasto del estado. Cuando un gobierno gasta menos de lo que le ingresa, entonces tiene un superávit. Sin embargo, si lo que recauda por impuestos es menor que lo que sale por las erogaciones, entonces tendrá un déficit.

Consecuencias de la irresponsabilidad política

El déficit fiscal puede atrasar el dólar. En la medida que el agujero se cubra con deuda, y que esa deuda provenga de inversores internacionales, éstos tendrán que vender sus dólares en el mercado local, generando una mayor oferta que hace que su precio baje. Así, el dólar “se atrasa” o cae en términos reales.

El déficit  fiscal sube la tasa de interés. Si la deuda no se coloca afuera, sino dentro del país, entonces lo que sucede en el mercado de crédito es que emerge una fuerte demanda de préstamos por parte del sector público. Esto, frente a un stock que no crece en la misma forma a corto plazo, tiende a presionar al alza las tasas de interés, dificultando el crédito al sector privado. Así que toda crítica a la “alta tasa” de Lebac (casi igual a la de los títulos público en pesos), ya sabemos a quién dirigirla.

El déficit fiscal genera inflación. Cuando el desequilibrio público se paga emitiendo dinero del Banco Central, lo que se produce es un exceso de moneda en el mercado, que hace que el precio de la moneda (su poder adquisitivo) baje, impulsando los precios al alza.

Por último, el déficit reduce el crecimiento de la economía. En la medida que un país con cuentas públicas dudosas genera incertidumbre sobre el futuro, esto demora las decisiones de inversión, o hace que las inversiones se desembolsen en “cuentagotas”. Obviamente, la consecuencia es un menor crecimiento de la economía.

El déficit en la “Era M”

Durante el kirchnerismo la manera de financiar el desequilibrio público fue la emisión monetaria. Así, la tasa de inflación fue lo que fue. El gobierno gastaba más de lo que ingresaba y el Banco Central, sin ningún tipo de objetivo en materia de precios, encendía la impresora para cubrir la diferencia.

El gobierno de Macri tiene  una estrategia mixta. Por un lado, es cierto que sigue financiándose con el impuesto inflacionario. Sin embargo, dado que hay un sistema de “Metas de Inflación” y un acuerdo explícito entre Hacienda y el BCRA, la cantidad de dinero aportada por el central para cubrir el agujero fiscal es cada vez menor en términos del PBI.

Gráfico 1. Emisión del BCRA para asistir al Tesoro Nacional en % del PBI.


Dado que cada vez recibe menos financiamiento monetario, el gobierno debe colocar deuda por la diferencia entre sus ingresos, lo que le aporta el Banco Central, y lo que gasta.

Es por eso que,  siguiendo el análisis de la sección anterior, Argentina no solo tiene una de las inflaciones más altas del mundo (aunque bajando) sino que tiene un tipo de cambio que se mueve mucho menos que la inflación. A pesar de las compras, la cantidad de dólares es muy grande producto del endeudamiento.

Ahora bien, ¿por qué es que el gobierno coloca deuda y, no contento con eso, sigue pidiéndole al Banco Central que le aporte unos pesitos? La respuesta es que el principal problema de la economía argentina está lejos de resolverse.

El jueves de la semana pasada se conocieron los datos fiscales del gobierno nacional para todo el año 2017.

El gobierno festejó el haber cumplido con sus “Metas Fiscales”.

Las metas fiscales establecen que el resultado primario del gobierno nacional irá cayendo año tras año, para ir desde el 4,2% esperado para este año, al 1,2% en el año 2020, reduciéndose un punto por año. La buena noticia, entonces, es que en 2017 el déficit primario no fue de 4,2%, sino de 3,9%. Es decir, se “sobrecumplió” la meta fiscal por 0,3 puntos porcentuales.

¡Qué bien!....

Pero no tan rápido.

Hay dos cosas a destacar: la primera es que el resultado primario no considera el gasto del gobierno en intereses de la deuda. O sea que es un resultado a medias, que en realidad está escondiendo una parte del gasto que el gobierno también tiene que hacer y que impacta de lleno en las cuentas públicas.

Durante la década del ’90, por ejemplo, el resultado primario no siempre fue negativo y, sin embargo, eso no evitó la crisis de 2001. Sería razonable, entonces, establecer metas en función del resultado total (o financiero), en lugar de solo el primario.

El segundo tema es que una vez que sí consideramos el gasto en intereses, y miramos el resultado financiero, entonces vemos que el problema medular de la economía argentina no solo no se resolvió, sino que se agravó.

Gráfico 2. Resultado Fiscal Primario y Financiero (dos metodologías 2007-2018)


El gráfico muestra el resultado primario y el financiero (después de pagar intereses de la deuda) entre 2007 y 2017. Como se observa, el deterioro de las cuentas públicas durante el kirchnerismo es marcado, pero la situación no mejora con el gobierno de Macri.

De hecho, 2017 presenta el peor dato para el déficit fiscal de los últimos 10 años, con 6,1% del PBI.

Una aclaración debe hacerse. Estos datos excluyen el resultado de las provincias, con lo que el déficit del sector público consolidado es algo mayor.

Por otro lado, el cuadro anterior mezcla dos metodologías de cálculo, ya que durante el kirchnerismo se consideraban como ingresos fiscales conceptos que no eran ingresos genuinos (como las transferencias del BCRA o de la ANSES).

Para homogenizar ambas series (pre y post 2015), decidí quitarle a todos los años el aporte de las “rentas de la propiedad”, que son esos ingresos no genuinos que contaba el kirchnerismo.

El resultado, si bien mayor en lo cuantitativo, es similar en lo cualitativo.

Gráfico 3. Resultado Fiscal Primario y Financiero (sin rentas de la propiedad 2007-2017) 


Es decir, el deterioro se ve muy similar, aunque las magnitudes sean mayores. Pero lo importante es que durante el segundo año del gobierno de Macri, las cuentas públicas mostraron su peor registro de los últimos 10 años.

Consecuencias

Salta a la vista que el déficit fiscal es, hasta ahora, uno de los puntos más flojos de la “gestión M”. Por ahora, la “luna de miel” con los mercados financieros internacionales está tolerando esta pobre administración de los recursos públicos y, de hecho,  son estos mercados los que permiten el gradualismo para cerrar el agujero del fisco.

A nivel de las consecuencias más prácticas, no creo que el persistente déficit fiscal haga imposible bajar la inflación. Ésta puede reducirse con una política monetaria agresiva, pero depende fundamentalmente de la voluntad del Banco Central.

Sí creo que, en cambio,  puede seguir poniéndole presión a la baja al tipo de cambio.

Y, más fundamentalmente, creo que puede generar una incertidumbre mayor a la necesaria, deteniendo o demorando el proceso de inversión y, en consecuencia, generando un  menor crecimiento del esperado para el año por venir.

Hay que mirar esta variable de cerca. Si el macrismo no revierte esta tendencia, vamos a estar en problemas.

¡Seguimos atentos!

Iván Carrino

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