DETERIORO DE LOS TÉRMINOS DEL INTERCAMBIO, 2017/2018
Cada agrodólar no paga ni tres cuartos de la importación fabril
El abuelo del ministro del Interior, Rogelio Frigerio, repetía en los ´60 una sentencia que acuñara el economista argentino Raúl Prebisch desde la Comisión Económica para Latinoamérica (CEPAL): el deterioro de los términos del intercambio.
Ni él ni ninguno de los Ceos que integran el núcleo duro de la gestión económica que coordina la Jefatura de Gabinete de Ministros (y ni siquiera el pasado empresarial del Presidente), incorporaron la cultura del desarrollo en un imaginario hegemonizado por la macroeconomía.
Quizá se les pase por la cabeza en momentos como el actual, cuando el FMI y los inversores se fijan en el déficit de la cuenta corriente del balance de pagos, al que el Macri´s team no le estaba prestando atención, entusiasmado en acumular de deuda para tapar “gradualmente los agujeros fiscales.
La caja del comercio exterior viene de mal en peor. Casi US$ 8.500 en contra durante 2017, con una perspectiva nada mejor con vistas a 2018.
El problema no es sólo de sumas y restas, sino de estructura: bienes de origen agropecuario aportan el 56% (US$ 32.647) de los ingresos netos (libres de erogación de divisas). Y aún a pesar de esa dependencia, el año pasado las exportaciones de Productos Primarios (PP) y Manufacturas de Origen Agropecuario (MOA) disminuyeron 5,6% y 3,6%, respectivamente, respecto de 2016.
La contracara fue el número negativo en US$-39.870 millones que arroja la balanza de los sectores industriales tradicionales (MOI). Las máquinas mecánicas (US$-8.950 millones) y las eléctricas (-8.450 millones) podrían ser consecuencia directa del repunte de la actividad productiva, mientras autos (US$-7.350 millones) y combustibles (US$-4.050 millones).
Y mejor ni mirar servicios: Ecolatina y Key Market estimaron el saldo de la balanza del sector turismo y viajes arriba de los US$ 10.000 millones
Nunca desde que asumió el gobierno nacional, Mauricio Macri había reparado, como ahora, en la involución de la cuenta corriente del balance de pagos. Pero resulta que 2017 cerró con un déficit de 5,1% del PBI, al cual US$-8.471 millones del rojo comercial contribuyen a patetizar, y se terminó percatando de que pone nerviosos a los analistas de la comunidad financiera internacionales.
La política de endeudamiento aplicada disimuló la falencia externa, lo mismo que el desequilibrio fiscal, financiando un gradualismo que terminó acorralando varias cuentas, principalmente la de entrada y salida de dólares. Pero a la vez que no pudo impedir que se tuvieran que replantear (blanquear) las metas de inflación, lo cual finalmente tiene que ver con la admisión de la ex canciller Susana Malcorra, de que "las inversiones no van a ser una cosa masiva sino paulatina", como expresó a modo de balance de la gira presidencial en declaraciones a radio 10.
Los Ceos y principales líderes políticos del mundo aplauden el rumbo que le imprimió Macri a la economía y que dé muestras de querer cerrar el ciclo populista en el país. Pero no terminan de abrir la billetera y miran de soslayo las advertencias de las auditorías de organismos multinacionales, como el Fondo Monetario Internacional, cuando por ahí aparece Argentina en algún rincón de agenda del gran mapamundi de intereses.
Y a los analistas del FMI no los convencen ni la inflación, ni el abultado déficit del comercio exterior, ni tampoco que el endeudamiento sea el gran poncho con el que se pretende tapar el signo negativo del cash flow de las divisas. Los últimos reportes lo recuerdan en un lenguaje casi fraternal pero taxativo.
Regresa el Presidente del periplo y se propone ponerse al frente de dar señales más concretas de ajuste, como enfrentar a la corporación sindical y apretar a la dolce vita de una buena parte de “la política” que disfruta de un buen pasar (y hasta piensa en hacer negocios) a expensas del resto de la comunidad.
Así, aún en caso de que los propios administradores del Estado se avinieran a dejar afuera a amigos y acomodados que habían metido por las ventanas en mayor cantidad y mejores retribuciones que los simultáneamente exonerados para liberar sillas, los informes estadísticos venideros no se darían por enterados de tal “inmolación”.
Al modo de ver de quién define inversiones que trascienden el día a día, e inclusive el exagerado protagonismo en la vida cotidiana que, a nivel de opinión pública, se imprime a los períodos electorales, al igual que a lo que sucede detrás del mostrador oficial, seguir financiando los desarreglos e inequidades con maquinita y endeudamiento parecería que no da para más.
El “mercado” tomó la decisión de pivotear las especulaciones alrededor del valor del dólar: cuantas más divisas se importen por deuda más capitales se exportarán, o sea que la premisa del riesgo consiste en no convalidar mayor atraso cambiario que el actual, tras la recuperación (devaluación) de diciembre.
Mientras los crecientes intereses del endeudamiento que alimentan el saldo negativo de la cuenta corriente del balance de pagos ya adquirieron una dinámica propia, a la que la política monetaria de Estados Unidos suma incertidumbre por el aumento de la tasa internacional inmanente, la balanza comercial llega a representar un drenaje insostenible de divisas, que las acciones proteccionistas en el mundo tienden a agravar, a punto tal que los europeos volvieron a la carga con las trabas al biodiésel argentino,envalentonados por el bloqueo que los colegas norteamericanos le impusieron haciendo caso omis o, inclusive, al fallo favorable a nuestro país que hace poco había emitido la Organización Mundial del Comercio.
Malos presagios se ciernen sobre el déficit comercial también para 2018, dinámica que la consultora Ecolatina atribuye principalmente a la flexibilización del régimen de administración del comercio, un dólar barato -especialmente en la primera parte de 2017- y la recuperación del PBI.
El saldo negativo en la balanza comercial en 2017 respondió a un crecimiento interanual de 20% de las importaciones (US$66.899 millones) frente a un leve aumento de 1% de las exportaciones (US$58.428 millones).
El camino de reinserción a la economía global que encabeza el presidente, Mauricio Macri "s ólo se está materializando por el lado comprador", pone de relieve, y señala que tiene lugar “a contramano, un mundo en donde avanza el proteccionismo -de tintes nacionalistas en Estados Unidos y Europa y de manera industrialista en China-, dificulta el despegue de los envíos al exterior. También impactó la anémica recuperación de la economía brasileña", consideró el informe.
Destaca Ecolatina que el avance de las importaciones estuvo motorizado por los bienes finales, cuya participación de las compras externas totales marcó el registro más alto desde 1994.
"En el último año, el déficit comercial de bienes rozó los u$s 8.500 millones, revirtiendo el superávit alcanzado en 2016, que alcanzaba los u$s 2.000 millones. En 2018, impulsado por el atraso cambiario y el crecimiento económico, el rojo de las cuentas externas se agravará, no sólo en términos nominales, sino también como porcentaje del PBI", pronosticó el informe de Ecolatina.
Radiografía del nomenclador arancelario
El director de Desarrollo de Negocios Internacionales (DNI), Marcelo Elizondo, metió el bisurí en los diversos capítulos del nomenclador arancelario en 2017, y extrajo como resultado que hubo 14 sectores deficitarios y 7 superavitarios.
La primera conclusión estriba en que los productos alimenticios brindaron el principal superávit: US$12.560 millones, seguidos por los vegetales (US$11.205 millones).
Bastante más lejos vendrían las grasas y aceites (US$4.840 millones) y productos del reino animal(US$4.402 millones).
En el desagregado por productos de eso s capítulos, surge que los llamados residuos de la industria alimenticia (pellets de soja principalmente) obtienen el mayor superávit individual, con un resultado comercial positivo de US$9.850 millones.
Los cereales (al incluir ambos como en el rubro “vegetales”) dieron US$6.890 millones positivo.
Semillas y frutos oleaginosos (también dentro de vegetales) aportaron US$2.550 millones a favor.
Con bastante menos relevancia les siguen los pescados (con US$+1.850 millones) y las carnes (US$+1.650 millones). Ambos dentro del capítulo de productos del reino animal.
En un plano más estructural, Ecolatina subraya que, mientras las compras externas se recuperan, las ventas no repuntan. Y que esta dinámica no representaría en sí misma un aspecto negativo, sino que podría tratarse de â �œla contracara del proceso de recuperación de la actividad".
Explica que las importaciones están retornando a los niveles que habían mostrado años atrás, al ubicarse las compras externas del último año 10% por debajo de las de 2013.
Elizondo analiza que sobre el platillo negativo de la balanza importadora los bienes industriales aparecen ejerciendo la mayor presión como resultado global, con las máquinas y aparatos eléctricos y mecánicosa la cabeza (su déficit comercial sectorial es US$-17.120 millones). En orden de importancia le siguen el sector de material de transporte (-8.260 millones).
En cuanto a los productos específicos que los componen, el más deficitario fue el de máquinas mecánicas(US$-8.950 millones), seguido de máquinas eléctricas (-8.450 millones), am bos correspondientes al capítulo de máquinas y aparatos eléctricos y mecánicos.
Los automóviles constituye el tercer producto relevante de ese subrubro deficitario, con US$-7.350 millones en contra. Integra en el nomenclador el capítulo de ‘material de transporte’, que completa material de ferrocarril, de navegación aérea o marítima y fluvial.
Más atrás aparece el déficit del combustible (que llegó a US$-4.050 millones), rubro que se encuentra incluido en el capítulo de los minerales. Integrándole todos los componentes que acompañan al combustible daría US$-3.850 millones).
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