Lo que hay que hacer es no asustarse y aprender a cambiar a tiempo - CLAUDIO ZUCHOVICKI
Un placer saludarlos, amigos lectores, y recibirlos en este espacio otra vez. Ya que ninguno de todos nosotros -y cuando digo ninguno significa "nadie"- va a poder modificar el pasado, ¿por qué entonces no nos ocupamos de cambiar nuestro futuro? Es obvio que si no hacemos nada o si seguimos siempre igual estamos condenados al fracaso. Y, en nombre de una mejor distribución estamos generando una sociedad donde los ricos son menos ricos, las clases medias tienen cada vez más limitaciones y van entrando a la clase baja, y las clases bajas se encuentran cada vez más cerca de la indigencia. Los necesitados de asistencia cada vez son más y la plata para asistirlos cada vez vale menos.
Lo primero que nos debemos preguntar es: ¿te gusta vivir en una sociedad donde el fin justifica los medios? Aunque haya un buen fundamento ideológico, ¿se justifica avasallar las libertades individuales y la propiedad privada? ¿Se justifica no respetar la división de poderes? Para mí la respuesta es un NO rotundo y es lo que creo que debemos modificar para que el futuro sea menos desigual.
Mark Twain decía que cuando baja la marea, recién ahí nos damos cuenta de quién se baña desnudo. Bajó la marea y a nosotros nos encontró flojos de papeles. La pandemia desnuda nuestras deficiencias en la administración del gasto público. Dilapidamos las altas recaudaciones por la fuerte presión fiscal en un gasto público que no se derivó al sistema de salud y eso nos obliga a tener la mayor cuarentena del mundo; tampoco fue ese mayor gasto público a la educación, y eso nos lleva a tener una mayor desigualdad de oportunidades para nuestros jóvenes, y tampoco fueron los fondos a la seguridad. Todo esto lleva a los ciudadanos a gastar parte de sus recursos en protección, educación y medicina privada. Tenemos el mayor gasto público de la historia y el mayor nivel de pobreza, porque la recaudación va a los bolsillos de los intermediarios de la "distribución".
Tenemos que entender que si se quiere un Estado presente se necesita que haya contribuyentes constantes. Pero si los ahogamos solo queda la emisión para asistir y la sobredosis de esa herramienta hace que los pesos no tengan valor. A este ritmo, solo logramos que los contribuyentes se conviertan en nuevos asistidos.
Una de las mentes brillantes de la Argentina es, para mí, Marcos Aguinis. En su libro El atroz encanto de ser argentino describe en forma irónica (lo voy a sintetizar de la manera en que lo entendí o, al menos, lo quise entender) a un norteamericano como a un ser muy mediocre; a dos norteamericanos juntos, como a dos personas capaces de emprender un buen negocio, y a tres norteamericanos juntos, como a tres seres humanos capaces de generar una gran corporación. Sin embargo, describe a un argentino como un ser brillante; a dos argentinos juntos como a dos personas capaces de fundir un buen negocio que ellos mismos crearon, y a tres argentinos juntos como una "asociación ilícita".
En su libro, Aguinis trata de desmenuzar por qué somos tan buenos individualmente y nos destacamos en cualquier lugar del mundo, pero a la vez fallamos colectivamente.
Amigos lectores: si tienen algo de tiempo les recomiendo dejar de leer esta nota ya, e ir a leer La rebelión de Atlas, de Ayn Rand. Hágame caso. Si usted se dedica a la política léalo dos veces, porque puede ser anticipatorio si no cambiamos a tiempo.
Les dejo tres reflexiones de Rand, escritas hace 60 años y que siguen vigentes, para motivarlos a leerla.
La primera: "Apruébense leyes que nadie pueda observar, que es imposible hacer cumplir, que no pueden interpretarse de manera objetiva, e inmediatamente habréis creado una nación de transgresores". La segunda: "El dinero es tu medio de supervivencia. ¿Has conseguido tu dinero mediante fraude? ¿Comerciando con los vicios o la estupidez de los hombres? ¿Sirviendo a necios, en la esperanza de conseguir más de lo que merece tu habilidad? Si es así, entonces todas las cosas que compres no se convertirán en un tributo hacia ti sino en un reproche; no en un logro, sino en un recordatorio de vergüenza."
Y la tercera es la más famosa y actual de sus reflexiones: "Cuando advierta que para producir necesita obtener autorización de quienes no producen nada; cuando compruebe que el dinero fluye hacia quienes trafican no bienes sino favores; cuando perciba que muchos se hacen ricos por el soborno y por influencias más que por el trabajo, y que las leyes no lo protegen contra ellos sino que, por el contrario, son ellos los que están protegidos contra usted; cuando repare que la corrupción es recompensada y la honradez se convierte en un autosacrificio, entonces podrá afirmar sin temor a equivocarse que su sociedad está condenada."
Yo, mientras tanto, voy a utilizar el gran recurso del inolvidable Cacho Castaña en su canción Septiembre de 1988 . Resulta que se me cayó el mate en esta nota y tengo que empezarla de nuevo. Y, ahora sí, hablemos de futuro. Lo que pasó, pasó. Y no lo podemos modificar.
Antes de seguir necesito aclarar que soy uno de los que se equivocó en los últimos tiempos por confundir lo que quiero que pase con lo que puede pasar. Lo aclaro por miedo a repetir el error. Cuando los mercados discuten con la economía real, generalmente es porque el mercado está basado en expectativas sobre el futuro, mira hacia adelante. La economía real es un reflejo solo de lo que arrastramos del pasado y del presente.
Actualmente existe un divorcio entre los mercados y la economía real. Los primeros, a pesar de las caídas de los últimos días, están cerca del máximo histórico. Y la economía real está en unos de sus peores momentos en la historia.
Si esto es así, ¿por qué festejan los mercados?
En Estados Unidos se vive un caos en las calles y esta semana el S&P batió récords. Incluso el Ibovespa no para de subir y la divisa brasileña no deja de apreciarse. Hace algunas semanas la noticia era el derrumbe del precio del petróleo y hoy de manera silenciosa, el barril llegó a US$40.
Ensayo respuestas. Una visión negativa sería pensar que el mercado solo rebotó y nos está dando una última oportunidad de vender todo a buen precio, ante el riesgo de una mayor inestabilidad política global. Pero también puedo tener una visión positiva, basada en que no habrá un día después de la pandemia. Esto no termina el 12 de septiembre de 2020, ni el 3 de marzo de 2021. Ni siquiera cuando aparezca una vacuna. Les recuerdo que hoy existe una vacuna contra la gripe y sin embargo, por su causa, hay muchas muertes cada año. Esto va a pasar de a poco y en la medida en que vayamos perdiendo el miedo y la sobrecapacidad instalada para atendernos ante el posible contagio. La buena noticia es que en muchos países esto ya está pasando.
Estados Unidos y la Comunidad Europea entendieron que esto es una crisis de oferta. Al frenarse la producción de golpe, las empresas empiezan a colapsar y despiden a sus empleados; entonces terminan creando una crisis de demanda por pérdida de ingresos. Pero deciden asistir a sus economías emitiendo cifras récord de dinero. Por ejemplo, cada desempleado norteamericano cobra un subsidio de US$1300 dólares mensuales. La buena noticia es que el americano decidió ahorrar la mitad de ese dinero, es decir, postergar el consumo. Entonces, cuando se pierda el miedo volverán el trabajo y la capacidad de compra. Lo paradójico es que la mayoría ahorró en acciones y por eso los valores suben; luego se dará lo contrario, es decir, mejorará la economía real y bajarán los mercados.
La capacidad instalada y la posibilidad de producir está intacta, no se destruyeron las rutas, puertos o maquinarias. La capacidad de recuperar la oferta está intacta y esto lo demuestra hoy China. Amigos, los mercados pueden estar viendo que 2020 será el peor año de la economía global, pero 2021 será el de mayor recuperación de la historia. Y el mercado compra futuro, no pasado.
Cuando el miedo pase y la demanda y la oferta vuelvan a retomar ritmo, crecerán los pedidos de materias primas. Bingo para nuestro país, mejores precios para nuestras exportaciones y bajo costo del dinero global (casi tenemos garantizada la tasa "0" hasta 2022).
Por favor, no lo arruinemos. El mundo juega a favor, aprovechemos entonces este momento para arreglar la deuda y darle espacio al sector privado para que vuelva a crecer.
Si vemos que la gran recuperación de los precios vino por el sector del conocimiento, apostemos rápido ahí y no trabemos la única ley que fue aprobada por unanimidad en el Congreso. Usemos el tiempo para darle un horizonte más cierto al sector productivo, con un régimen fiscal más soportable y menos burocrático, con un sistema de relaciones laborales que ayude a incluir y no a castigar al que da empleo formal y con un gasto público más eficiente, que no supere el 35% del PBI. Agreguemos a la ecuación más educación y menos asesores de asesores y sobreprecios en las compras.
Necesitamos, además, una moneda que sea moneda; hoy el peso es una cuasimoneda, no sirve para ahorrar, porque el que ahorró en pesos perdió la mitad del poder adquisitivo. Para eso, sinceremos los valores. El dólar no vale $65. Si tenemos que poner traba tras traba para el importador o cepos al comprador, es que ese no es el valor. Si tenemos que poner más límites para el que quiere comprar los US$200 cuyo precio es $90 considerando el impuesto País, eso significa que el dólar vale más de $90. Ni $125 ni $65. La transparencia es un negocio, a la larga suma inversiones.
Generemos una economía en la cual el que invierte, produce y se juega por nuestro país, sea el protagonista. Y que no lo sea el administrador de turno de los recursos públicos.ß
n placer saludarlos, amigos lectores, y recibirlos en este espacio otra vez. Ya que ninguno de todos nosotros -y cuando digo ninguno significa "nadie"- va a poder modificar el pasado, ¿por qué entonces no nos ocupamos de cambiar nuestro futuro? Es obvio que si no hacemos nada o si seguimos siempre igual estamos condenados al fracaso. Y, en nombre de una mejor distribución estamos generando una sociedad donde los ricos son menos ricos, las clases medias tienen cada vez más limitaciones y van entrando a la clase baja, y las clases bajas se encuentran cada vez más cerca de la indigencia. Los necesitados de asistencia cada vez son más y la plata para asistirlos cada vez vale menos.
Lo primero que nos debemos preguntar es: ¿te gusta vivir en una sociedad donde el fin justifica los medios? Aunque haya un buen fundamento ideológico, ¿se justifica avasallar las libertades individuales y la propiedad privada? ¿Se justifica no respetar la división de poderes? Para mí la respuesta es un NO rotundo y es lo que creo que debemos modificar para que el futuro sea menos desigual.
Mark Twain decía que cuando baja la marea, recién ahí nos damos cuenta de quién se baña desnudo. Bajó la marea y a nosotros nos encontró flojos de papeles. La pandemia desnuda nuestras deficiencias en la administración del gasto público. Dilapidamos las altas recaudaciones por la fuerte presión fiscal en un gasto público que no se derivó al sistema de salud y eso nos obliga a tener la mayor cuarentena del mundo; tampoco fue ese mayor gasto público a la educación, y eso nos lleva a tener una mayor desigualdad de oportunidades para nuestros jóvenes, y tampoco fueron los fondos a la seguridad. Todo esto lleva a los ciudadanos a gastar parte de sus recursos en protección, educación y medicina privada. Tenemos el mayor gasto público de la historia y el mayor nivel de pobreza, porque la recaudación va a los bolsillos de los intermediarios de la "distribución".
Tenemos que entender que si se quiere un Estado presente se necesita que haya contribuyentes constantes. Pero si los ahogamos solo queda la emisión para asistir y la sobredosis de esa herramienta hace que los pesos no tengan valor. A este ritmo, solo logramos que los contribuyentes se conviertan en nuevos asistidos.
Una de las mentes brillantes de la Argentina es, para mí, Marcos Aguinis. En su libro El atroz encanto de ser argentino describe en forma irónica (lo voy a sintetizar de la manera en que lo entendí o, al menos, lo quise entender) a un norteamericano como a un ser muy mediocre; a dos norteamericanos juntos, como a dos personas capaces de emprender un buen negocio, y a tres norteamericanos juntos, como a tres seres humanos capaces de generar una gran corporación. Sin embargo, describe a un argentino como un ser brillante; a dos argentinos juntos como a dos personas capaces de fundir un buen negocio que ellos mismos crearon, y a tres argentinos juntos como una "asociación ilícita".
En su libro, Aguinis trata de desmenuzar por qué somos tan buenos individualmente y nos destacamos en cualquier lugar del mundo, pero a la vez fallamos colectivamente.
Amigos lectores: si tienen algo de tiempo les recomiendo dejar de leer esta nota ya, e ir a leer La rebelión de Atlas, de Ayn Rand. Hágame caso. Si usted se dedica a la política léalo dos veces, porque puede ser anticipatorio si no cambiamos a tiempo.
Les dejo tres reflexiones de Rand, escritas hace 60 años y que siguen vigentes, para motivarlos a leerla.
La primera: "Apruébense leyes que nadie pueda observar, que es imposible hacer cumplir, que no pueden interpretarse de manera objetiva, e inmediatamente habréis creado una nación de transgresores". La segunda: "El dinero es tu medio de supervivencia. ¿Has conseguido tu dinero mediante fraude? ¿Comerciando con los vicios o la estupidez de los hombres? ¿Sirviendo a necios, en la esperanza de conseguir más de lo que merece tu habilidad? Si es así, entonces todas las cosas que compres no se convertirán en un tributo hacia ti sino en un reproche; no en un logro, sino en un recordatorio de vergüenza."
Y la tercera es la más famosa y actual de sus reflexiones: "Cuando advierta que para producir necesita obtener autorización de quienes no producen nada; cuando compruebe que el dinero fluye hacia quienes trafican no bienes sino favores; cuando perciba que muchos se hacen ricos por el soborno y por influencias más que por el trabajo, y que las leyes no lo protegen contra ellos sino que, por el contrario, son ellos los que están protegidos contra usted; cuando repare que la corrupción es recompensada y la honradez se convierte en un autosacrificio, entonces podrá afirmar sin temor a equivocarse que su sociedad está condenada."
Yo, mientras tanto, voy a utilizar el gran recurso del inolvidable Cacho Castaña en su canción Septiembre de 1988 . Resulta que se me cayó el mate en esta nota y tengo que empezarla de nuevo. Y, ahora sí, hablemos de futuro. Lo que pasó, pasó. Y no lo podemos modificar.
Antes de seguir necesito aclarar que soy uno de los que se equivocó en los últimos tiempos por confundir lo que quiero que pase con lo que puede pasar. Lo aclaro por miedo a repetir el error. Cuando los mercados discuten con la economía real, generalmente es porque el mercado está basado en expectativas sobre el futuro, mira hacia adelante. La economía real es un reflejo solo de lo que arrastramos del pasado y del presente.
Actualmente existe un divorcio entre los mercados y la economía real. Los primeros, a pesar de las caídas de los últimos días, están cerca del máximo histórico. Y la economía real está en unos de sus peores momentos en la historia.
Si esto es así, ¿por qué festejan los mercados?
En Estados Unidos se vive un caos en las calles y esta semana el S&P batió récords. Incluso el Ibovespa no para de subir y la divisa brasileña no deja de apreciarse. Hace algunas semanas la noticia era el derrumbe del precio del petróleo y hoy de manera silenciosa, el barril llegó a US$40.
Ensayo respuestas. Una visión negativa sería pensar que el mercado solo rebotó y nos está dando una última oportunidad de vender todo a buen precio, ante el riesgo de una mayor inestabilidad política global. Pero también puedo tener una visión positiva, basada en que no habrá un día después de la pandemia. Esto no termina el 12 de septiembre de 2020, ni el 3 de marzo de 2021. Ni siquiera cuando aparezca una vacuna. Les recuerdo que hoy existe una vacuna contra la gripe y sin embargo, por su causa, hay muchas muertes cada año. Esto va a pasar de a poco y en la medida en que vayamos perdiendo el miedo y la sobrecapacidad instalada para atendernos ante el posible contagio. La buena noticia es que en muchos países esto ya está pasando.
Estados Unidos y la Comunidad Europea entendieron que esto es una crisis de oferta. Al frenarse la producción de golpe, las empresas empiezan a colapsar y despiden a sus empleados; entonces terminan creando una crisis de demanda por pérdida de ingresos. Pero deciden asistir a sus economías emitiendo cifras récord de dinero. Por ejemplo, cada desempleado norteamericano cobra un subsidio de US$1300 dólares mensuales. La buena noticia es que el americano decidió ahorrar la mitad de ese dinero, es decir, postergar el consumo. Entonces, cuando se pierda el miedo volverán el trabajo y la capacidad de compra. Lo paradójico es que la mayoría ahorró en acciones y por eso los valores suben; luego se dará lo contrario, es decir, mejorará la economía real y bajarán los mercados.
La capacidad instalada y la posibilidad de producir está intacta, no se destruyeron las rutas, puertos o maquinarias. La capacidad de recuperar la oferta está intacta y esto lo demuestra hoy China. Amigos, los mercados pueden estar viendo que 2020 será el peor año de la economía global, pero 2021 será el de mayor recuperación de la historia. Y el mercado compra futuro, no pasado.
Cuando el miedo pase y la demanda y la oferta vuelvan a retomar ritmo, crecerán los pedidos de materias primas. Bingo para nuestro país, mejores precios para nuestras exportaciones y bajo costo del dinero global (casi tenemos garantizada la tasa "0" hasta 2022).
Por favor, no lo arruinemos. El mundo juega a favor, aprovechemos entonces este momento para arreglar la deuda y darle espacio al sector privado para que vuelva a crecer.
Si vemos que la gran recuperación de los precios vino por el sector del conocimiento, apostemos rápido ahí y no trabemos la única ley que fue aprobada por unanimidad en el Congreso. Usemos el tiempo para darle un horizonte más cierto al sector productivo, con un régimen fiscal más soportable y menos burocrático, con un sistema de relaciones laborales que ayude a incluir y no a castigar al que da empleo formal y con un gasto público más eficiente, que no supere el 35% del PBI. Agreguemos a la ecuación más educación y menos asesores de asesores y sobreprecios en las compras.
Necesitamos, además, una moneda que sea moneda; hoy el peso es una cuasimoneda, no sirve para ahorrar, porque el que ahorró en pesos perdió la mitad del poder adquisitivo. Para eso, sinceremos los valores. El dólar no vale $65. Si tenemos que poner traba tras traba para el importador o cepos al comprador, es que ese no es el valor. Si tenemos que poner más límites para el que quiere comprar los US$200 cuyo precio es $90 considerando el impuesto País, eso significa que el dólar vale más de $90. Ni $125 ni $65. La transparencia es un negocio, a la larga suma inversiones.
Generemos una economía en la cual el que invierte, produce y se juega por nuestro país, sea el protagonista. Y que no lo sea el administrador de turno de los recursos públicos.
Diario La Nación 14.6.2020
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