ROLANDO ASTARITA - “Guerra imperialista” y un desgraciado argumento “campista”

 “Guerra imperialista” y un desgraciado argumento “campista” 

En una nota anterior sostuve que, utilizando las categorías de Lenin, no hay elementos para sostener que la guerra entre Ucrania y Rusia es entre dos países igualmente imperialistas. Ucrania no es una potencia financiera; no posee colonias ni zonas de influencia significativas; tampoco se beneficia de algún tipo de “intercambio desigual”, y menos todavía impuesto por la fuerza de las armas. Y desde el punto de vista militar, es mucho más débil que Rusia.

Frente a estos argumentos, los que sostienen que es una guerra inter-imperialista sugieren que la naturaleza del conflicto se define a partir de las terceras fuerzas que apoyan a uno u otro bando. Esas terceras fuerzas, sigue el argumento, definirían “campos” dentro de los cuales quedarían absorbidos y disueltos los programas y objetivos de los contendientes concretos, en la medida en que los mismos no encajen en los “campos” establecidos por el analista de izquierda (por lo general, un experto en “alta geopolítica anti-imperialista”). Así, con relación a Ucrania, lo decisivo no sería su defensa de la autodeterminación nacional, sino que recibe apoyo de EEUU y la UE. Por esta vía colocan a Ucrania en uno de los “campos imperialistas”, el cual determinaría por entero el contenido de su resistencia a los rusos.

Como es fácil suponer, este enfoque “campista” es apto para los más variados usos. Por ejemplo, cuando el movimiento estudiantil venezolano se levantó contra el régimen de Maduro pidiendo libertades y elecciones libres, el “campista” (nacional y popular, stalinista, incluso trotskista) lo definió tomando en cuenta no su programa y objetivos, sino que era apoyado por EEUU. Con lo cual estableció dos campos, el “imperialista”, dirigido por EEUU, y en el que estaban los estudiantes sublevados; y el “anti-imperialista”, con Maduro, los militares venezolanos, los castristas y stalinistas, China y Rusia. En el mismo sentido, cuando la Comisión de Derechos Humanos de la ONU denunció violaciones de los derechos humanos en Venezuela, el “campista” lo descalificó, “porque es funcional al, y se ubica en, el campo imperialista”.

Por esta vía pues los “campistas” consienten todo tipo de represiones, y hasta aplastamiento de pueblos. Para dar otro ejemplo: cuando la invasión a Checoslovaquia por la URSS, en 1968, decían que el movimiento opositor, que demandaba libertades, debía ser suprimido por la fuerza porque “objetivamente se ubica en el campo del imperialismo de EEUU”. Ni siquiera valía la pena prestar atención a las demandas específicas de los opositores a la burocracia.  

La caracterización “por terceras fuerzas” de bandos enfrentados     

El principal problema del enfoque descrito es que diluye los conflictos sociales o políticos, concretos y reales, en abstracciones vacías. Para verlo con un ejemplo muy sencillo: En El capital Marx dice que en determinado período los obreros ingleses se vieron favorecidos, en su lucha por la reducción de la jornada laboral, por el apoyo que les dieron los terratenientes. Pero de este hecho a Marx no se le ocurrió sacar la conclusión de que los obreros ingleses hubieran pasado a integrar “el campo de los terratenientes”, enfrentado “al campo de los capitalistas”. Es que la “tercera fuerza”, los terratenientes, incidían en la forma del conflicto entre el capital y el trabajo, sin por eso desplazar o suprimir su centralidad.

Demos otro ejemplo, esta vez más afín al conflicto que hoy nos ocupa: A partir de la caída del régimen de Guillermo II (noviembre 1918) el gobierno soviético se propuso establecer una alianza defensiva con Alemania, contra la Entente y la paz de Versalles. En esta línea, en 1922 firmó con Alemania el acuerdo de Rapallo, y desarrolló una colaboración con oficiales del Reichswher en artillería pesada, aviación, guerra química y otros asuntos militares (véase “La Alianza secreta con Alemania”, Trotsky, NYT, 5/03/1938). Pero de aquí no se puede afirmar que Rusia hubiera pasado a integrar “el campo imperialista”, ni que el enfrentamiento central había dejado de establecerse entre el Estado obrero y los países capitalistas imperialistas.

Otro caso: en los 1940 Ho Chi Minh recibió ayuda de EEUU para enfrentar a los japoneses. Pero no por ello la lucha de los vietnamitas dejó de ser por la liberación nacional. Otro caso: los irlandeses que se sublevaron en 1916 contra el dominio de Gran Bretaña pidieron ayuda a Alemania. ¿Modifica eso la índole nacional liberadora de su pelea? Es claro que no.

Por eso, y respecto a las “terceras fuerzas” intervinientes en la Guerra Civil española, Trotsky escribía: “Se puede objetar que los dos campos imperialistas (Italia y Alemania por una parte, Inglaterra, Francia y la URSS por otra) luchan en la Península Ibérica y que la guerra de España no es más que un episodio de esta lucha. En el sentido de la posibilidad histórica, es cierto. Pero no es lícito identificar la posibilidad histórica, con el curso real, concreto, de la guerra civil hoy día. Los intereses de los países imperialistas indudablemente tienen influencia sobre el desarrollo de los acontecimientos en España. Pero, hasta ahora, no se ha conseguido modificar su carácter fundamental, en tanto que lucha entre el campo de la democracia burguesa española y el campo del fascismo”, (“Contra el derrotismo en España: Respuestas relativas a la situación española”, 14 de septiembre de 1937; énfasis agregado).

Pienso que este criterio sigue teniendo vigencia (hoy muchos trotskistas reniegan del mismo): la ayuda que reciben los ucranianos de EEUU y la OTAN no modifica el hecho de que su pelea es por mantenerse como una nación políticamente independiente. Las diferencias en moral y voluntad de combate que, según muchos observadores, se advierten entre los ucranianos y los soldados rusos, se explicarían por ese contenido de la resistencia a la invasión. Diferencias que, sin embargo, no parecen encajar en la tesis “dos países igualmente imperialistas” y “derrotismo”.        

Por último, destaco que el argumento “campista”, aplicado a Ucrania, equivale a llamar a los ucranianos a capitular, o a inmolarse. ¿O acaso alguien piensa que tienen que luchar con palos y piedras contra los tanques y equipos militares rusos?


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