Recientemente José Tapia publicó Six Crises of the World Economy (enlace al final de la nota).
A partir de su lectura, y también por los intercambios que he tenido con el autor, se me ocurre que es posible ordenar las explicaciones marxistas de las crisis en tres grupos principales: a) el que hace eje en la ley de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia (LTDTG); b) el que pone el énfasis en el aumento de los costos durante la fase de prosperidad y el consiguiente debilitamiento de la rentabilidad, que lleva a la crisis; c) el de la sobreproducción y la dificultad o imposibilidad de realización del valor. A fin de exponer y desarrollar esta idea, comenzamos precisando algunas cuestiones centrales.
Las características principales
En lo que sigue, nos referimos a las crisis, recesiones o depresiones que son propias de los ciclos de negocios. Las mismas son recurrentes, aunque no periódicas. Su rasgo característico es que son precedidas por la caída de la inversión, que a su vez es precedida por la caída de la ganancia y/o de la tasa de ganancia. “En la descripción clásica del ciclo de negocios, esto es, la alternancia recurrente de períodos de expansión y contracción en la economía de mercado, las caídas de la inversión son una característica principal de lo que de manera variada han sido llamadas crisis económicas, recesiones, depresiones” (p. 11, Tapia: según mi traducción, también en lo que sigue).
Más abajo: “Desde los primeros estudios del ciclo de negocios se sabe que el consumo y la inversión crecen en la fase ascendente del ciclo y caen en la recesión, pero la inversión es una variable más volátil y la caída de la inversión en la recesión es más pronunciada” (p. 18). También: “La idea de que las crisis económicas son precedidas y causadas por caídas de las ganancias y las tasas de beneficio fue propuesta por Marx en algunos de sus manuscritos no publicados y entró brevemente en la Economía mainstream en la primera parte del siglo XX cuando fue sostenida por Wesley Mitchell” (p. 27 Tapia).
Por otra parte, las crisis se abordan en el marco de la economía global. Esto es, la principal unidad de análisis es la economía mundial, no las economías nacionales. En este marco, Tapia resume las principales características del ciclo de negocios: los beneficios son procíclicos; la inflación es procíclica; los salarios reales son procíclicos y es procíclica la participación del salario en el producto bruto (de manera que el pico de la participación de los beneficios por lo general es bajo); también es procíclica la productividad del trabajo y la inversión; así como el crédito y los agregados monetarios; y es contracíclico el desempleo. Agregando que después de cada recesión o depresión las expansiones alcanzan y superan el nivel de la expansión anterior (véase p. 33 Tapia). Esta última característica significa que no nos ocupamos aquí de los enfoques “estancacionistas”, que son muy populares en las organizaciones de izquierda (afirmaciones como que la economía capitalista está estancada desde 1914; o desde 1970). Por la misma razón, tampoco trataremos teorías como la de Rosa Luxemburgo sobre el colapso, en el largo plazo, del capitalismo (la misma Rosa Luxemburgo aclaró que su teoría sobre la acumulación del capital no era una teoría del ciclo, o de las crisis cíclicas).
La pregunta central
Yendo ahora a los ciclos, Tapia plantea tres cuestiones claves: a) Las ganancias determinan la inversión. b) Varios trimestres antes de que termine la expansión las ganancias se estancan y luego disminuyen. c) La inversión cae luego de la caída de las ganancias.
A partir de esto, se suscita la pregunta: ¿por qué en determinado momento de la fase ascendente del ciclo caen las ganancias y la tasa de ganancia? Desde el marxismo se han dado tres respuestas principales: a) las ganancias caen por la LTDTG; b) caen por aumento de los costos durante la prosperidad; c) caen por las dificultades en la realización de los valores, a causa de la sobreproducción. Analizamos estos argumentos.
La LTDTG
Según Marx (capítulos 13 a 15, t. 3 El capital), la competencia entre las empresas por obtener ganancias extraordinarias empuja al aumento de la inversión de capital constante por obrero; y por lo tanto, en el largo plazo, cae la tasa de ganancia. Esa tendencia se impone a pesar de dos factores contrarrestantes principales (e inherentes a la ley), relacionados con el aumento de la productividad: el aumento de la plusvalía relativa (abaratamiento de la canasta salarial); y el abaratamiento del capital constante. Según Marx, el hecho decisivo por el que cae la tasa de ganancia es que, en el largo plazo, aumenta la composición orgánica del capital, COC (para una explicación más desarrollada, aquí).
Tapia sobre la LTDTG
Tapia trata con alguna extensión la LTDTG en el Apéndice D de su libro (pp. 291- 295). Señalamos las cuestiones que, a nuestro entender, son las más destacadas.
En primer lugar, discute la definición de Marx de composición orgánica del capital (COC), que identifica con la composición de valor del capital (CVC), definida como c/v (capital constante / capital variable). De acuerdo a Marx (citado por Tapia) la COC es la CVC en tanto está determinada por su composición técnica, y refleja los cambios de la última. Tapia sostiene que esta definición es problemática porque la composición técnica del capital es definida por Marx como la relación entre la masa de medios de producción empleados, por un lado, y la masa de trabajo necesario para su empleo, por el otro. Pero, señala Tapia, los materiales constituyen una cantidad heterogénea de bienes físicos, de manera que su cambio cuantitativo no se puede definir. No hay forma de sumar, por ejemplo, tela, hilo, tijera, aguja y máquina de coser. Por lo tanto, no hay manera de saber si un cambio en la CVC está reflejando un cambio en la composición técnica. Para evitar este problema, Tapia asume que la COC = composición en valor = c/v.
En segundo término, Tapia introduce en la determinación de la tasa de ganancia la rotación del capital. La fórmula de tasa de ganancia que se utiliza habitualmente en el marxismo es r = s / (c + v) (r es la tasa de ganancia y s la plusvalía). Tapia plantea que esta es la tasa de ganancia anual si la rotación del capital es un año. Si esta última es distinta a un año, la ganancia anual será n × s, siendo n el número de rotaciones anuales. Por lo cual la tasa de ganancia dependerá positivamente de la plusvalía obtenida en una rotación del capital y del número de rotaciones; y negativamente de la COC.
En tercer lugar, Tapia recuerda que, según Marx, la plusvalía obtenida en una rotación del capital no puede crecer demasiado, en tanto que el crecimiento de la COC no tiene límites, por lo que la tasa de ganancia debería caer en el largo plazo. Sin embargo, Marx también señaló los factores contrarrestantes, con lo que concluyó que la tasa de ganancia tiende a declinar, pero puede aumentar durante largos períodos, lo cual constituye, dice Tapia, “una afirmación más bien vaga” (p. 293). Tapia refuerza su planteo observando que si se considera la posibilidad de que aumente el número de rotaciones del capital, no hay ninguna tendencia clara de r, a menos que establezcamos otras restricciones para las tasas de cambio de la plusvalía obtenida en una rotación del capital, el número de rotaciones y la COC (véase p. 294, Tapia). Observa también que desde que Marx planteó la LTDTG –en borradores- hubo interminables controversias acerca de si la ley fue bien formulada; si es relevante para esperar un fin del capitalismo; y si la evidencia empírica es consistente con la ley. Tapia cita al respecto trabajos de Paul Mattick (Jr), Guglielmo Carchedi y Michael Roberts, quienes sostienen que la ley está bien formulada por Marx. Sin embargo, observa Tapia, estos escritos ignoran la influencia de la rotación en la tasa de beneficio.
Nuestra posición respecto a la COC y la LTDTG
Pensamos que Tapia tiene razón cuando sostiene que es imposible medir la composición técnica del capital. El capital constante debe medirse en valores. Pero entonces, como objeta Tapia, es difícil determinar hasta qué punto un cambio de la COC corresponde, o no, a un cambio de la composición física de los medios de producción. Para verlo con un ejemplo, supongamos que, sin que haya modificación de los medios de producción empleados, se encuentra un método de trabajo que abarata el capital constante. O supongamos que, debido a factores climáticos excepcionales, aumenta la productividad de la tierra y se abaratan insumos como el trigo o el maíz. En esos casos, ¿no es lícito hablar de cambios en la COC? Pensamos que sí es lícito, y que es, de hecho, lo que hace Marx.
Más problemático nos parece, sin embargo, considerar como denominador de la composición de valor del capital solo el capital variable. Es que con la COC Marx significa la relación entre el trabajo muerto, objetivado, y el trabajo vivo. Pero si en el denominador de la COC solo figura v, un cambio en la tasa de plusvalía implicaría un cambio de la COC, sin que hubiera mediado una modificación de la relación valor del capital constante / trabajo vivo. Por lo tanto, el trabajo vivo estará mejor expresado por v + s, que solo por v. En ese caso, un cambio en la tasa de plusvalía (s/v) no afecta a la COC.
En cuanto a la LTDTG, pensamos que no está bien formulada por Marx. Es lo que demuestra Okishio, 1961 (véase nota del blog aquí). Es que cuando se tiene en cuenta el efecto de los aumentos de la productividad en el valor del capital constante, la tasa de ganancia no cae como resultado de los cambios tecnológicos. Si además se supone que la canasta salarial permanece constante, la tasa de ganancia no solo no cae, sino sube. Esto ocurre con independencia de las rotaciones del capital.
El intento posiblemente más citado, desde el marxismo, para responder al teorema Okishio es el de Kliman (1996). Sostiene que la tasa de ganancia baja porque el cambio tecnológico que incrementa la productividad desvaloriza el capital constante que están utilizando los capitalistas. El argumento no nos parece sólido. Es que si a causa del cambio tecnológico, baja el valor del capital constante involucrado en la producción, eso afectará negativamente la ganancia de esos capitales particulares, pero no tiene por qué afectar en general al capital. Los capitalistas que están renovando sus stocks de materias primas, o los equipos y maquinarias, se verán beneficiados. Obsérvese que con el planteo de Kliman se llega a la curiosa conclusión de que el abaratamiento de las materias primas, o el aumento de la productividad, afectan negativamente la tasa de ganancia (remitimos de nuevo a la nota sobre el teorema Okishio, citada).
Naturalmente, la afirmación de que los aumentos de productividad abaratan, tendencialmente, el capital constante, no significa negar que, con el desarrollo de las fuerzas productivas, la COC puede aumentar, al menos en muchas ramas importantes. Es lo que habría ocurrido en la industria estadounidense, entre la década de 1940 y la actualidad. Pero ese aumento de la COC bien puede haber ocurrido porque a medida que se producen mercancías más complejas (por ejemplo, microchips con más memoria) se requieren maquinarias también más complejas (contienen mayor cantidad de trabajo complejo).
La LTDTG y la tesis de la escasez de plusvalía
Muchos marxistas sostienen que es posible explicar las crisis recurrentes –y por lo tanto los ciclos de negocios- con la LTDTG. Sin embargo, aun si se acepta la ley de Marx, la misma solo operaría en el largo plazo. Escribe Marx (1999): “… la ley solo obra en cuanto tendencia, cuyos efectos solo se manifiestan de manera contundente bajo determinadas circunstancias y en el curso de períodos prolongados" (pp. 305-306, t. 3). De manera que la caída en el largo plazo de la tasa de ganancia, por la LTDTG, encajaría mejor en un enfoque “estancacionista” del capitalismo, no en las crisis asociadas al ciclo. De hecho, cuando se refirió a las crisis del siglo XIX, Marx no las explicó por la LTDTG.
En cuanto a los datos empíricos, tampoco respaldan una explicación de las crisis la LTDTG. Por ejemplo, en lo que respecta a la crisis y depresión 1929-1933, o a la crisis y Gran Recesión de 2008-2009, en EEUU, no se advierte una tendencia decreciente de la tasa de ganancia en las respectivas décadas previas. Así, entre 1919 y 1929 la tasa de ganancia, en EEUU, osciló sin mostrar tendencia alguna definida hacia la baja. Y si tomamos la evolución de la tasa de beneficio promedio en EEUU entre 1995-2015, que presenta Tapia (p. 185), tampoco encontramos una tendencia a la caída de la tasa de ganancia. Lo mismo se constata si se toma como punto de partida 1983, año de recuperación de la economía estadounidense.
Pero además de estas consideraciones teóricas y empíricas sobre la ley de Marx –y como lo advirtieron Grossman (1984) y Shaikh (1991)- la mera caída de la tasa de ganancia no explica por qué los capitalistas dejarían de invertir. Por ejemplo, según el cálculo de Tapia, la tasa de ganancia en EEUU, en 1999, fue 12,5%; en 2000 11,8%; en 2001 11,4%. ¿Por qué esta caída de poco más de un punto porcentual generaría la recesión de 2001? Para responder esta pregunta, Grossman y Shaikh introdujeron en la discusión la masa de ganancia. La idea es que, dada una tasa de inversión que se mantiene fija, y con una caída año tras año de la tasa de ganancia (por la LTDTG), llega un punto en que no hay plusvalía para continuar acumulando a la misma tasa.
El problema con esta explicación es: a) No hay pruebas de una caída constante y paulatina de la tasa de ganancia. b) Tampoco de que haya escasez de plusvalía al estallar la crisis. En particular, cuando ocurre la crisis que inicia la Gran Recesión de 2008-2009, había una plétora de capital líquido que no volvía a la producción. c) No hay razón para sostener que, necesariamente, el capital deba acumular a una tasa fija.
Aumento de costos, caída de las ganancias
La segunda explicación de por qué en determinado punto de la prosperidad cae la rentabilidad pone el foco en los costos. A veces puede combinarse con el aumento tendencial de la COC, como en algunos pasajes parece insinuar Tapia, pero incluso sin aumento de la composición del capital, la tasa de ganancia, y las ganancias, caerían.
Un economista de referencia de este enfoque, citado con cierta extensión por Tapia, es el estadounidense Wesley Mitchell (1874-1948). Mitchell mantenía que durante la prosperidad se generan las condiciones que llevarán a la caída de la rentabilidad, y por lo tanto a la caída de la inversión, la crisis y la recesión, o depresión. Lo que significa que las crisis son propias del sistema capitalista (Tapia enfatiza esta cuestión). Sus causas son endógenas, un planteo que no es común en la actualidad entre los economistas del mainstream. Los principales factores que afectarían negativamente la rentabilidad durante la expansión son, según Mitchell (1941):
- Aumento de los costos fijos. Cuando vuelve la prosperidad empresas que habían cerrado comienzan a operar de nuevo. Estas gastan más material y más trabajo, o más capital, o más transporte que sus rivales para un output dado puesto en el mercado. A los precios dados, sus ganancias son menores. Pero su reasunción de las actividades afecta a las empresas bien administradas, bien situadas y bien equipadas. Esto lleva los precios de materiales, trabajo, etc., hacia arriba y aumenta la oferta de bienes enviados al mercado; por lo aumenta la dificultad de aumentar los precios de venta lo suficiente como para compensar la incidencia de los costos en las ganancias (p. 31.}
- Con la prosperidad se incrementa “el costo del trabajo” porque los empresarios se ven obligados a aceptar trabajadores demasiado viejos, o demasiado jóvenes, o de hábitos irregulares, o problemáticos, etc. (p. 32). Además, cuando se realizan horas extras (por encima de las 8 horas) baja la productividad. Y cuando existe bajo desempleo no se puede inducir a la mano de obra a trabajar a un ritmo tan elevado como cuando hay elevado desempleo (p. 33).
- Aumentan los costos de los materiales y las materias primas. Durante la prosperidad los precios de los materiales que se compran superan a los precios de venta, lo que amenaza con la reducción de los beneficios (p. 35). Esta dificultad es particularmente aguda en las industrias que usan animales y productos agrícolas como sus principales materias primas.
- Empeora la gestión empresarial. Cuando los negocios están a toda marcha no hay tiempo ni paciencia para que los directores de empresas mantengan el gasto al mínimo. Se relaja la presión que pone la depresión para sacar la mayor utilidad del material y de la mano de obra. Menos atención todavía se le presta a la adopción de métodos mejorados de organización, ya que estos cambios provocan durante un tiempo confusión y retrasos debido a los cambios en las rutinas.
- En el auge se ponen en uso equipos de eficiencia menor que la estándar, lo que también incide en los costos.
- Aumenta la tasa de interés y el costo de financiamiento de las inversiones. La razón es que después de uno o dos años de elevado endeudamiento en la prosperidad, por lo general aumentan las tasas de interés y comienzan a oírse quejas por la “escasez de capital” (p. 42). Este sería uno de los fenómenos más regulares que ocurren en los meses que preceden al estallido de la crisis. La oferta de fondos para préstamos de largo plazo ya no iguala a la demanda a la vieja tasa de interés. Y cuando aumenta la tasa de interés para los préstamos a largo plazo, los gerentes financieros de las corporaciones restringen todo lo posible tomar nuevo endeudamiento (p. 43).
- En la prosperidad los constructores de viviendas, edificios de oficinas, fábricas, maquinarias, caminos, canales, muelles, puentes, desagües, etcétera, demandan elevados precios, y llega un punto en que estas construcciones se frenan.
- Aumentan los tipos de interés por préstamos de corto plazo.
De manera que la esencia de la explicación es que la prosperidad conlleva un aumento de los costos de hacer negocios, y ese aumento amenaza las ganancias (p. 52).
Las crisis por dificultades en la continuidad del ciclo capitalista, según Marx
La explicación de las crisis de Mitchell tiene puntos de contacto con la idea de Marx de que el aumento de los precios de algunos insumos, en primer lugar las materias primas, puede incidir negativamente en la tasa de ganancia del capital industrial, y afectar la reproducción del capital. Según Marx, el insumo más importante -haciendo abstracción del capital variable- es la materia prima y las dificultades de su producción y aprovisionamiento dan lugar a violentas oscilaciones: “Si aumenta el precio de la materia prima, puede ser imposible reponerlo por completo a partir del valor de la mercancía [se refiere a la mercancía valorizada, M’] luego de deducido el salario. Por ello, violentas oscilaciones de precios acarrean interrupciones, grandes colisiones y hasta catástrofes en el proceso de reproducción” (Marx, 1999, p. 145, t. 3; énfasis agregado). En especial, las materias primas provenientes de la naturaleza orgánica están sujetas a esas oscilaciones de valor, como consecuencia de los cambios en los rendimientos de las cosechas, condiciones naturales incontrolables, u otros factores. Por ejemplo, el aumento de los precios de las materias primas puede dar lugar a una ampliación de la producción (y un abastecimiento desde regiones más remotas) y a la disminución de la demanda, procesos que a su vez dan lugar al colapso de esos precios elevados (véase ibídem., p. 147). Según Marx, en la crisis de 1847 habría habido sobreproducción en la industria y subproducción en la agricultura (ascenso de los precios del algodón), o sea, operaron causas diferentes (véase p. 541, ibídem).
También en Teorías de la plusvalía trata el tema: “Una crisis puede surgir: 1) durante la reconversión [del dinero] en capital productivo; 2) por cambios en el valor de los elementos del capital productivo, en especial de las materias primas, por ejemplo, cuando hay una disminución de la cantidad de algodón cosechado” (Marx, 1975, p. 441, t. 2). Cuando hay que invertir más en materias primas la reproducción no puede repetirse en la misma escala; una parte del capital fijo queda ociosa, una parte de los obreros es arrojada al desempleo, se reduce la tasa de ganancia, en tanto el interés y la renta que se habían establecido permanecen iguales, y en parte no es posible pagarlos. “Esta es entonces una perturbación del proceso de reproducción debida al aumento del valor de la parte del capital constante que debe reponerse con el valor del producto” (p. 442, ibídem.).
Se trata pues de la crisis por dificultades para la continuidad del ciclo capitalista, en especial por los costos del capital constante circulante. Considerado el ciclo capitalista D – M (medios de producción y fuerza de trabajo) … Producción … M’ – D’, el foco está puesto en D – M y no en M’ - D’ (como ocurre en la crisis de sobreproducción). En estos casos no tenemos aún una teoría general de la crisis de las crisis capitalistas. Como señala Marx, crisis como la ocurrida entre 1861 y 1865 – a causa de la Guerra de Sucesión en EEUU se interrumpió el suministro de algodón a la industria inglesa - todavía se podían explicar por “accidentes”. Otro ejemplo de este tipo serían las crisis ocurridas entre 1800 y 1815. Marx apunta que, según Ricardo, se habrían producido “debido a malas cosechas, por la devaluación del papel moneda, la depreciación de los productos coloniales, etc., porque a consecuencia del bloque continental, el mercado se contrajo por la fuerza por razones políticas y no económicas” (p. 427, t. 2, ibídem; énfasis nuestro). En el mismo sentido, la crisis y recesión de 2020, por la epidemia de COVID-19, sería otro ejemplo de una crisis que estalla por el lado de la oferta, no de la realización del producto; y que tendría al menos una dosis de causalidad extraeconómica.
Aumento de los costos salariales y tasa de ganancia en la teoría de Marx
Desde un enfoque marxista, es posible incorporar el aumento de los costos –por ejemplo, de materias primas y de la fuerza de trabajo- como un factor que puede contribuir, en determinado momento, a la caída de la tasa de ganancia. Pero, contra lo que afirma Mitchell, no es cierto que, a medida que progresa la prosperidad, deba ocurrir necesariamente ese aumento de costos (y el consiguiente estrangulamiento de las ganancias). Es necesario incorporar al análisis la incidencia de los cambios de la productividad que ocurren a medida que progresan las inversiones. Una cuestión que parece desaparecida en la explicación de Mitchell. Por ejemplo, frente a la presión por aumentos de salarios que puede darse en una coyuntura de bajo desempleo, suele ocurrir que el capital intensifica el cambio tecnológico “ahorrador de trabajo”; o que activa nuevos centros de aprovisionamiento de fuerza de trabajo, entre ellos, los de formaciones sociales periféricas. En este respecto, Marx no explicaba la caída de la tasa de ganancia por aumento de los salarios. “… nada más absurdo que explicar la baja de la tasa de ganancia a partir de un aumento de la tasa de salario, aunque también este caso pueda darse excepcionalmente” (1999, pp. 306-307, t. 3). De la misma manera, el capital puede acelerar la preparación de mano de obra calificada de acuerdo a sus necesidades.
En definitiva, hay que analizar los casos concretos. Por caso, el ascenso de la lucha de clases de entre fines de los 1960 y primera mitad de los 1970 en Europa y EEUU puede haber incidido negativamente en la tasa de ganancia. La teoría de la crisis por “estrangulamiento de las ganancias” reflejaría este hecho. Pero hacia fines de la década de 1970 el movimiento obrero estaba en reflujo, y el capital tomaba la ofensiva. De manera que la recesión 1979-1980 en EEUU no podría explicarse por “estrangulamiento de la ganancia” debido al aumento de los costos salariales. Por otra parte, tampoco hay elementos para sostener que la crisis de 1929-1933, o la de 2007-2009, se hayan producido por una intensificación de la lucha de clases, presión alcista de los salarios o cuestionamiento de las condiciones laborales.
Antes de terminar este apartado, una precisión: la explicación de Mitchell de por qué aumentan los costos laborales durante la prosperidad debería distinguirse de la tesis del “profit squeeze”. Esta última hace eje en la lucha de clases, no solo las luchas por aumentos de salarios, también por mejoras de las condiciones laborales, resistencia a los ritmos de producción, etcétera (sobre este enfoque, lo hemos tratado aquí, aquí, aquí). En Mitchell, en cambio, el aumento del “costo del trabajo” tiene razones más “permanentes”, como la disminución de obreros preparados, que son independientes de la lucha de clases.
Precios de las materias primas y tasa de ganancia
En cuanto a los precios de las materias primas, si se adopta un enfoque global –la economía capitalista mundial- su aumento puede favorecer la acumulación de capital en los países proveedores (por ejemplo, industrialización por capitalización de la renta agrícola o minera). Además, cambios en la productividad (mejores técnicas, descubrimiento de nuevos yacimientos mineros o petroleros, etc.) pueden contener la presión alcista sobre los precios.
En cualquier caso, de nuevo, hay que estudiar las coyunturas concretas. Por ejemplo, parece indudable que el alza de los precios de las materias primas, y en particular del petróleo, en 1972-1973, tuvo un efecto negativo en la rentabilidad del capital en los países centrales. Pero no sería correcto afirmar que los precios de las materias primas aumentaron a la par que se desarrollaba el auge de las décadas 1950 y 1960. Según Mandel (1986), entre 1951 y 1971 hubo una caída tendencial de los precios de las materias primas; caída que se revirtió en 1972 (o sea, antes de la guerra del Yom Kipur). Además, destaca el factor político (“cambio de la relación de fuerzas entre la burguesía imperialista y la burguesía semicolonial, consecuencia de veinticinco años de movimientos de liberación nacional”); y concluye que estos factores “ejercieron un efecto adverso sobre la tasa media de ganancia del capital industrial” (p. 79).
Otro caso es la crisis y depresión de 1929-1933. En los años previos no hubo presión alcista de los precios de las materias primas. En la inmediata primera posguerra hubo sobreproducción y caída de los precios. En la década de 1920 la demanda se recuperó, pero también hubo importantes avances tecnológicos y los precios de las materias primas se mantuvieron contenidos. Y a fines de la década cayeron. Aldcroft (1985) escribe: “… en lo que respecta a varias mercancías importantes (en especial trigo, azúcar, café, algodón, caucho, seda natural, plomo, cinc y aceite mineral) las existencias venían subiendo ininterrumpidamente, a la vez que los precios caían desde más o menos la mitad del decenio de 1920. Por término medio las existencias casi aumentaron al doble entre 1924 y 1929, mientras que los precios bajaron de un 25% a 30%, y los cambios fueron todavía más espectaculares en el caso de determinadas mercancías” (p. 267). Además, la caída de los precios de las materias primas, y en particular la caída de los ingresos de los agricultores, habrían agravado la crisis iniciada en 1929, al profundizar la caída de la demanda.
Otro ejemplo de la complejidad de estas relaciones es el dominio colonial o semicolonial. Se tiende a pensar que el dominio colonial imperialista sobre África y Asia de fines del siglo XIX, principios del XX, habría sido fundamental para el aumento de la tasa de ganancia y el desarrollo 1896 – 1914. Es que el dominio colonial habría posibilitado el abaratamiento de las materias primas que utilizaba el capital industrial en los países imperialistas (Mandel 1979 y 1986 parece ser de esa opinión). El problema con este razonamiento es que pasa por alto los costos que pueden representar la ocupación y el dominio militar de la colonia. Si se tienen en cuenta, puede ocurrir que la cuenta no sea tan claramente positiva para el capitalismo desarrollado.
Movimiento procíclico de precios y masa monetaria, y teoría cuantitativa
En su trabajo Tapia plantea que es característico de los ciclos de negocios el carácter procíclico de la inflación (p. 33). Sostiene también que en los seis ciclos que estudia, desde mediados de 1970 a la crisis del COVID-19, la masa monetaria (billetes en manos del público + depósitos a la vista, conocida como M1) aumenta en la fase ascendente y cae en la recesión. “Este patrón es sólido, con expansiones monetarias precediendo las recesiones, en las cuales la regla es la contracción monetaria” (pp. 22-23). La cuestión se amplía en el Apéndice A, donde señala que “el dinero lidera” las fluctuaciones de la economía capitalista.
Esta afirmación podría sugerir que Tapia adhiere a la teoría monetarista (o teoría cuantitativa del dinero) del ciclo. Según el monetarismo, el ciclo de negocios es un fenómeno puramente monetario “en el sentido que cambios en el flujo de dinero son la causa única y suficiente de los cambios en la actividad económica, o de la alternancia de prosperidad y depresión…” (Hawtrey, citado por Haberler, 1941, p. 15). Cuando aumenta el flujo de dinero se reanima el comercio y suben la producción y los precios. Lo inverso ocurre cuando disminuye el flujo de dinero. “Si la cantidad de dinero [más precisamente, masa de dinero × velocidad] disminuye, la demanda se reduce, y los productores que han producido anticipando la demanda usual encontrarán que no tienen a quién vender la producción a los precios anticipados”. Se acumulan stocks, aumenta el desempleo y caen los salarios (véase p. 16, ibídem). Inversamente, la fase de prosperidad es dominada por el aumento de la masa monetaria y la inflación. Por lo tanto, según este enfoque, si se pudiera estabilizar el crecimiento de la masa monetaria, no habría fluctuaciones económicas; aunque Hawtrey reconocía que esa estabilización era difícil “debido a que el sistema de dinero y crédito es inherentemente inestable” (p. 17, ibídem). También en Friedman el control de la oferta de dinero por el Banco Central es fundamental: su recomendación central en política monetaria es el crecimiento constante de la cantidad de dinero (véase Argandoña, 1990).
En cualquier caso, Tapia es crítico del monetarismo. En su visión, las variaciones de la masa de dinero no son la causa de las fluctuaciones cíclicas. En este respecto cita a James Tobin, quien sostiene la tesis keynesiana de que los cambios autónomos de la inversión son la causa de las fluctuaciones cíclicas del producto, no el cambio en la oferta de dinero.
Pero también, dice Tapia, con el enfoque que dice que la inversión depende de la rentabilidad (a la inversa de la tesis keynesiana de que la rentabilidad depende de la inversión), se advierte que la inversión sigue creciendo en la última fase de la expansión, aunque las ganancias se estancan y luego caen. Lo cual tenderá a reducir –si el resto de las condiciones se mantienen- el crecimiento del stock de dinero (Tapia, p 255). De la misma manera, durante la última fase de la recesión, la rentabilidad comienza a aumentar; el gasto en inversión se reanima, y con ello el flujo de dinero. O sea, los cambios en la masa monetaria van por delante, pero no son la causa de la recuperación (véase Tapia p. 255). Esto es, la variación del stock de dinero no es una variable autónoma –como dice el monetarismo- sino dependiente.
En nuestra opinión, ese movimiento procíclico de los precios que destaca Tapia encaja en la teoría de las crisis por sobreproducción. En Marx (1975): “... por lo común las crisis van precedidas por una inflación general de los precios de todos los artículos de la producción capitalista. Por lo tanto, todos ellos participan del crack posterior y a sus precios anteriores provocan un atascamiento en el mercado. Este puede absorber un volumen de mercancías a precios en descenso, a precios que han descendido por debajo de sus precios de costo… (…) Los precios en que las mercancías se absorben entonces son ruinosos para el productor o el comerciante” (p. 433, t. 2).
Por otra parte, la crítica marxista de la teoría cuantitativa es acorde con la crítica de Tapia a la idea de que el ciclo es gobernado por las variaciones de la oferta monetaria. Se puede ver con la conocida ecuación de Fisher, masa de dinero x velocidad de circulación = precios x transacciones; o sea MV =PT. En El capital Marx plantea la misma ecuación, aunque estableciendo una relación distinta entre las variables que la que establece la teoría cuantitativa. Según Marx, dados el valor del dinero, un cierto volumen de transacciones y los valores de las mercancías, solo circula la cantidad del dinero necesaria; y el resto se atesora. Por lo tanto, las variaciones de M no pueden explicar el ciclo sino que, por el contrario, es el ciclo el que explica las variaciones de M. En la teoría monetarista, en cambio, M es una variable independiente, exógena al sistema.
Yendo más específicamente al argumento de Tapia, la clave para que una economía salga de la recesión, o depresión, es la decisión de los capitalistas de volver a invertir, y esa decisión está determinada por la perspectiva de ganancias. Si los capitalistas invierten (en la primera fase de la recuperación reponen existencias, la capacidad productiva excede a la producción), comienza a aumentar la masa de dinero en circulación, el crédito y los depósitos (los bancos otorgan créditos permitiendo girar en descubierto). El aumento de MV, que acompaña a la recuperación y la prosperidad, es una consecuencia natural del aumento de las transacciones y de los precios.
Por último, cuando sobreviene la crisis y la posterior caída del producto, el aumento de la masa monetaria que pueda intentar el gobierno no cambia las cosas en ningún sentido fundamental. Lo demuestra el hecho de que, en las recesiones, cuando el Banco Central (la FED en EEUU) inyecta dinero, el mismo vuelve al Central (a la FED en EEUU) bajo la forma de depósitos de los bancos. En ese caso habrá crecido la base monetaria (billetes más depósitos de los bancos en el Central) pero no la masa monetaria (billetes más depósitos en los bancos). Ocurre que en la recesión los bancos son reacios a otorgar créditos; y las empresas y hogares lo son a endeudarse. Por eso, la recuperación no puede provenir de una decisión de los bancos de otorgar créditos, sino de la decisión de los capitalistas industriales o comerciales de invertir, y solicitar créditos con ese propósito.
Subconsumo no es igual a sobreproducción
Cuando se examinan las teorías marxistas de la crisis es necesario distinguir entre la sobreproducción y el subconsumo. Una distinción que también encontramos en Marx y Engels. Ambos fueron críticos de la explicación de las crisis capitalistas por subconsumo, y sin embargo explicaron la mayoría de las crisis por sobreproducción.
A fin de comprender la crítica marxista al subconsumismo tengamos presente que su formulación más conocida y popular es la que tiene como antecedentes a Sismondi y Rodbertus (véase Bleaney, 1977; Sherman, 1991, cap. 9). Su tesis central es que en el capitalismo existe una debilidad crónica de la demanda de bienes de consumo debida a los bajos salarios y a la explotación de los obreros.
El problema con esta tesis es que, si la realización de la plusvalía dependiera de los salarios, el capitalismo no podría funcionar, ya que del valor agregado por el obrero (salario + plusvalía), el obrero solo puede realizar la parte que corresponde al salario. La realización de la plusvalía se efectúa por medio de las compras mutuas de los capitalistas; no depende del consumo obrero. Además, y desde el punto de vista empírico, es un hecho que en el punto en que el auge gira hacia la crisis, los salarios tienden a ser elevados y la clase obrera obtiene una porción mayor que la habitual de la parte del producto anual destinada al consumo (véase Marx, 1999, p. 502, t. 2). Es imposible conciliar este dato con la tesis del subconsumo.
Por otra parte, en el Anti-Dühring, Engels señala que la limitación del consumo de las masas (o sea, que estas obtengan lo indispensable para su sustento) ha existido siempre que ha habido clases explotadas y clases explotadoras, y por lo tanto no puede explicar el fenómeno nuevo del capitalismo, las crisis de sobreproducción (véase p. 382). La diferencia entre crisis por subconsumo y crisis por sobreproducción es nítida. Llama la atención que algunos marxistas las consideren iguales (sobre subconsumo, entre otras notas, aquí, aquí , aquí).
Con respecto a los enfoques subconsumistas, y en el mismo sentido que Marx, Tapia escribe: “Las explicaciones de las recesiones por falta de poder de compra debido a una declinante participación del trabajo en el ingreso nacional –a menudo propuestas por economistas radicales en los años recientes- no concuerdan con los datos estadísticos. El consumo, así como los sueldos y la masa salarial total aumentaron antes de las recesiones de 2001 y 2008, y ambas variables tuvieron una tasa estable de crecimiento a lo largo del ciclo económico” (p. 184).
Las crisis por sobreproducción
Tapia menciona la tesis de las crisis por sobreproducción, aunque no da mucha importancia a esta eventual causa de las crisis. Su explicación se basa esencialmente en la caída de la rentabilidad por aumento de costos y con posible incidencia del aumento de la composición orgánica del capital. En este punto no acordamos totalmente con Tapia, ya que subrayamos la sobreproducción como factor causal principal de las crisis capitalistas (aclarando que la crisis de 2020 por el COVID-19, o por la crisis en la producción de algodón, en el siglo XIX, no fueron de sobreproducción). Nuestro enfoque es más decididamente partidario de la tesis que dice que la crisis típicamente capitalista es la de sobreproducción.
La idea principal es que estas crisis ocurren por el impulso de los capitales en competencia a aumentar la producción por encima de lo que puede absorber el mercado. O sea, el acento está puesto en la contradicción entre la producción y la realización del valor en el mercado. Por eso, estas crisis ocurren por los principios y rasgos específicos de la producción capitalista. En cambio, una crisis originada en una sequía, por ejemplo, no es necesariamente idiosincrática del capitalismo. De hecho, en economías no capitalistas (economías de productores simples de mercancías; economías feudales o semifeudales; regímenes burocráticos estatistas) las crisis son de escasez, no de sobreproducción. La crisis por sobreproducción es desconocida en los modos de producción no capitalistas.
La explicación de las crisis por sobreproducción enfatiza que en la economía capitalista reina la anarquía, ya que ningún productor sabe “qué cantidad de su artículo llegará al mercado, cuánta se necesita y usa realmente; nadie sabe si su propio producto va a encontrar una necesidad real, si va a poder cubrir gastos, y ni siquiera si se va a poder vender. Reina la anarquía de la producción social” (Engels, 2014, p. 366). Sin embargo, por debajo existen leyes inseparables de la forma de producción que “se imponen frente al productor individual en forma de leyes constrictivas de la competencia”. Eso es, actúan “como ciegas leyes naturales de su propia forma de producción. El producto domina a los productores” (ibídem).
La afirmación de que el producto domina a los productores es central. Es esa constricción la que obliga a aumentar la producción a fin de sostener, o incrementar, si es posible, la participación en el mercado. “El que pierde es eliminado sin compasión. Es la lucha darwiniana por la existencia individual…” (p. 368, ibídem). También: “La enorme fuerza de expansión de la gran industria… se manifiesta ahora como una necesidad cualitativa y cuantitativa de expansión, que arrolla toda fuerza opuesta. La fuerza opuesta es el consumo, la salida de los productos, el mercado de los productos de la gran industria”. Sin embargo, “la expansión de los mercados no puede producirse al ritmo de la expansión de la producción. La colisión es inevitable… la colisión se hace periódica” (p. 370; énfasis agregado). Son las crisis de sobreproducción. “La contradicción entre producción social y apropiación capitalista irrumpe en las crisis con gran violencia” (p. 371, ibídem). Nótese la naturaleza interna, esto es, inherente al capital, de la crisis: “El mecanismo entero del modo de producción capitalista fracasa bajo la presión de las fuerzas productivas engendradas por él mismo” (p. 372). Es lo opuesto a las explicaciones de tipo neoclásico de las crisis, cuyas causas remiten siempre a shocks externos a la economía.
En Marx encontramos el mismo enfoque. Por ejemplo, en Teorías de la plusvalía: “la producción se lleva a cabo sin relación con los límites de consumo existentes, sino que solo la limita el propio capital” (p. 445, t. 2). Más abajo: “… la naturaleza de la producción capitalista consiste en producir sin tener en cuenta los límites del mercado” (p. 446, ibídem).
También en El capital: “el desarrollo de la producción capitalista vuelve necesario un incremento continuo del capital invertido en una empresa industrial, y la competencia impone a cada capitalista individual, como leyes coercitivas externas, las leyes inmanentes del modo de producción capitalista. Lo constriñe a expandir continuamente su capital para conservarlo, y no es posible expandirlo sino por medio de la acumulación progresiva” (pp. 731-732, t. 1; énfasis agregado).
Consideraciones sobre las crisis por sobreproducción
En primer lugar, las crisis se explican por la naturaleza del capital, o sea, son endógenas. En su crítica a la ley de Say, en el capítulo 3 de El capital, Marx dice que la posibilidad teórica de la crisis está dada por el hecho de que a una venta puede seguirle el atesoramiento. Esto es, la posibilidad de la crisis “reside solo en la separación de la venta y la compra” (Marx, 1975, p. 435, t. 2). Es “la posibilidad abstracta, general, de la crisis, sin contenido, sin un factor motor, impulsor” (p. 437, ibídem). Por eso, “para que dicha posibilidad se desarrolle, convirtiéndose en realidad, se requiere un conjunto de condiciones que aún no existen, en modo alguno, en el plano de la circulación de mercancías” (Marx, 1999, p. 139, t. 1). Esa condición, o con más precisión, “el motor impulsor” de la crisis, es la tendencia de la producción capitalista a acumular capital –desarrollo acumulativo de la capacidad productiva-y aumentar la producción con más rapidez que lo que crece el mercado (véase Marx, 1975, p. 448, t. 2). En otros términos, está en la naturaleza de la producción capitalista producir sin tener en cuenta los límites del mercado” (p. 446, ibídem), en tanto el mercado se amplía con más lentitud que la producción (p. 448, ibídem). Por esta razón el capital ofrece “una base mucho más concreta para convertir esa posibilidad en realidad” (p. 438, ibídem). Este paso, desde la posibilidad abstracta de la crisis a su posibilidad concreta, es clave para comprender por qué los derrumbes recurrentes de la economía capitalista.
En segundo término, la explicación de la crisis por sobreproducción encaja el hecho, en el que insiste Tapia, de que pocos trimestres antes del estallido de la crisis se debilitan las ganancias y la tasa de ganancia. Cuando los mercados se saturan y comienzan a acumularse existencias de mercancías y caen los precios. Tanto la acumulación de mercancías sin vender, como la caída de los precios, afectan de lleno las ganancias y la tasa de ganancia. La caída, además, puede ser profundizada por aumento de los costos, y la imposibilidad de trasladarlos al precio final. O sea, la explicación de la crisis por sobreproducción puede incorporar el aumento de salarios, o de materias primas, como factores que agudizan la crisis.
En tercer término, la tesis explica por qué puede ocurrir que la acumulación del capital continúe a toda marcha durante un período, a pesar de que se ya se están debilitando los precios y las ganancias. La razón es, de nuevo, la competencia: como respuesta a la caída de las ganancias muchos capitalistas pueden mantener o incluso aumentar la acumulación con la intención de derrotar a la competencia. Por eso Marx (1999) cita aprobatoriamente a Richard Jones quien afirma que “una baja de la tasa de ganancia se halla comúnmente acompañada por una rápida tasa de acumulación” (p. 340, t. 3). Esto es, no hay una relación lineal “baja de la tasa de ganancia, baja de la acumulación”. La relación es más compleja, pudiendo dar lugar a giros bruscos desde la acumulación intensificada por la competencia, a su cese abrupto.
En cuarto lugar, el enfoque tiene como eje el carácter desigual del desarrollo de las fuerzas productivas y la inversión. Las ramas en las que ocurre primero la sobreproducción, y arrastran al resto, son las que tienen el crecimiento más elevado durante la expansión. “… como la producción capitalista solo se da rienda suelta en determinadas esferas, en determinadas condiciones, no habría producción capitalista si tuviese que desarrollarse al mismo tiempo y en forma pareja en todas las esferas. Como la sobreproducción absoluta ocurre en determinadas esferas, la sobreproducción relativa se da también en las esferas en que no hubo sobreproducción” (Marx, 1975, p. 455, t. 2; énfasis agregado). Pero esto explica por qué la caída de los precios, de la rentabilidad y la inversión en las ramas que han encabezado la expansión, da lugar a la caída general de la acumulación. Por eso, lo que importa para el estallido de la crisis no es la tasa de ganancia promedio general, sino la de las industrias que han impulsado el desarrollo en la fase previa.
En quinto lugar, la tesis incorpora el rol del crédito y el carácter procíclico (con retraso) de la tasa de interés. Con la expansión crece el crédito que financia esa acumulación. Es el momento de rápida rotación del capital, abundante plusvalía y tasa de interés que solo sube moderadamente. La facilidad del crédito y la baja tasa de interés impulsan la sobreacumulación y la sobreproducción. Pero cuando los mercados comienzan a saturarse, el crédito se encarece y sube la tasa de interés, afectando a la tasa de ganancia empresaria (plusvalía – interés). “El tipo de interés alcanza su nivel máximo durante las crisis, época en la que hay que tomar prestado cueste lo que cueste” (Marx, 1999, p. 461, t. 3). El carácter procíclico de la tasa de interés también es señalado por Sherman (1991).
En este punto anotamos que, en Tapia, como en Marx, el movimiento cíclico de la tasa de interés aumenta o debilita la tasa de ganancia empresaria, pero no gobierna ni determina el ciclo. Es un enfoque opuesto al de la corriente austriaca, para la cual la tasa de interés –a veces se considera la tasa que determinar el banco central, a veces el sistema bancario) es el factor determinante del ciclo (véase, por ejemplo, Hayek, 2008).
En sexto lugar, el crédito conecta a las ramas y actividades, y por lo tanto es un factor en la generalización de la crisis. “En un sistema de producción en el cual toda la conexión del sistema de reproducción se basa en el crédito, si el crédito cesa súbitamente y solo vale el pago en efectivo, debe producirse evidentemente una crisis, una violenta corrida en procura de medios de pago” (Marx, 1999, p. 630, t. 3)..
En séptimo lugar, la sobreproducción es un hecho registrable en la mayor parte de las crisis capitalistas. Casos concretos que hemos analizado en el blog, a) la crisis de 1847 (aquí); b) la gran depresión de 1929-1933 (
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