IDESA: Argentina gasta en educación 50% más que el 1er. Mundo pero es un desastre
Es enorme el esfuerzo que hacen los contribuyentes para pagar el elefante blanco en que se ha convertido el Estado K. Por ejemplo, se destina un dineral a la educación pública y nunca fue tan deficiente. La educación pública argentina atraviesa una crisis escandalosa. Era mejor la formación que garantiza la educación pública en tiempos conflictivos como la Argentina de los '60 y los '70 que la bendita Década Ganada. Es cierto que mucha responsabilidad tienen los propios docentes, quienes son origen y consecuencia de la mediocridad en la formación de los alumnos, pero también es responsabilidad de los padres, que provocan la pérdida de autoridad, disciplina y orden mínimo que debe garantizar a todo grupo de trabajo. La sociedad argentina debe meditar sobre su enorme estupidez: nunca le destinó tanto dinero a la educación y nunca el resultado fue tan pobre, tal como lo recuerda el Instituto para el Desarrollo Social Argentino.
En términos de PBI, la Argentina invierte muchos más que los países avanzados en personal de educación. Pero los pobres resultados que obtiene sugieren que el principal desafío pasa por aumentar la calidad de la gestión educativa. Algunos países de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico) muestran que se puede mejorar los niveles de educación con un número pertinente de educadores, bien pagados y calificados, reglas que estimulen el buen desempeño, más insumos y mejor infraestructura.
Las autoridades económicas insisten con el argumento de que el aumento de gasto público es la principal herramienta para salir de la recesión. La idea sería consistente en un escenario de recesión acompañada de capacidad ociosa y deflación.
Pero es una estrategia equivocada cuando, como ocurre en la actualidad, el sistema productivo enfrenta severas limitaciones para crecer (crisis energética, restricciones a las importaciones, cepo cambiario, elevados impuestos, etc.) y la inflación es muy alta. Los propios datos oficiales muestran que el aumento del gasto público financiado con emisión monetaria está alimentando el crecimiento de los precios sin estimular la producción.
Este cuadro se agrava porque, además, el aumento de gasto público, tal como se viene dando en los últimos años, es regresivo. El caso más ilustrativo son los subsidios a las empresas públicas. Pero también en áreas estratégicas, como en educación, se observa que la baja calidad de la gestión hace que muchos fondos públicos se despilfarren.
Información recientemente difundida por la OCDE (organización que aglutina a los países desarrollados) brinda puntos de referencia que permiten dimensionar los déficits de gestión del sistema educativo argentino.
Según la publicación 'Education at a Glance 2014', el gasto en personal asignado a educación primaria y secundaria tiene el siguiente comportamiento:
> En la Argentina, el gasto total destinado a remuneraciones del personal representa el 4,6% del PBI.
> En el promedio de los países de la OECD (mayoritariamente desarrollados) se gasta en personal educativo el 3,0% del PBI.
> En paralelo, en la Argentina el resultado en la prueba PISA 2012 en lectura fue de 396 puntos mientras que la media de la OECD fue de 496 puntos.
Esta comparación muestra que el esfuerzo que se hace en la Argentina para pagar los salarios docentes y no docentes del nivel primario y secundario es un 50% más alto que en los países avanzados.
Sin embargo, la prueba PISA –que mide capacidades intelectuales en los adolescentes de 15 años– ubica a la Argentina 100 puntos por debajo de los países de la OECD. Esto equivale, en términos aproximados, a que los jóvenes argentinos están más de dos años lectivos atrasados. En otras palabras, la Argentina tiene resultados educativos muy inferiores a los países desarrollados a pesar de que el gasto en personal del sistema de educación es mucho más alto en términos relativos.
Ciertamente que el desempeño educativo depende de una multiplicidad de factores. Algunos, muy importantes, son exógenos al sistema de educación. Por ejemplo, es obvio que diferencias en el nivel de desarrollo social explican una parte importante de las enormes brechas en resultados educativos. Sin embargo, esto no debería interferir para una crítica desprejuiciada y constructiva respecto de la gestión del sistema educativo argentino.
Hace 8 años, en un gesto político muy importante, se fijó la meta de inversión en educación del 6% del PBI. Las manipulaciones del INDEC en la medición de la inflación y del PBI no permiten determinar el cumplimiento de este compromiso.
Pero es indudable que la sociedad realiza un gran esfuerzo para sostener el sistema de educación y que los resultados son malos en términos de aprendizajes. Ante esta realidad, es pertinente reflexionar sobre el hecho de que los sistemas educativos de los países avanzados tienen menos docentes con salarios más altos, sujetos a reglas de desempeño y gastan el doble que la Argentina en insumos.
Para revertir el fracaso es fundamental contar con un mapa que identifique cada una de las escuelas, con sus secciones y cursos, docentes y estudiantes. De esta forma será factible monitorear la asistencia de profesores y alumnos, y planificar estrategias en base a los resultados obtenidos en años anteriores.
También es clave definir contenidos curriculares pertinentes y jerarquizar la formación de los educadores. Pero el paso más trascendental es modernizar los estatutos docentes de manera de contar con reglas que permitan estimular a los maestros que se esfuerzan y se comprometen con el aprendizaje de sus alumnos.
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