LOS RIESGOS DE UNA ESTRATEGIA TÍMIDA

Aparecen críticas al 'gradualismo' fiscal de Alfonso Prat-Gay

Tanto Alfonso Prat-Gay como Rogelio Frigerio son defensores del gradualismo en la corrección de errores en la macroeconomía que dejaron los K. Hay quienes afirman que la gravedad de la situación impide semejante lujo (la timidez es un riesgo innecesario, afirman). Con ánimo de aportar ideas a los funcionarios, y defender los intereses de sus clientes, la consultora Massot & Monteverde hizo circular en forma reservada el siguiente 'paper':
Alfonso Prat-Gay confía en que el gradualismo fiscal es compatible con mantener elevada la popularidad de Mauricio Macri.
por AGUSTÍN MONTEVERDE
 
CIUDAD DE BUENOS AIRES (InC). El ministro de Hacienda ya presentó los lineamientos iniciales del programa económico, acompañado por metas fiscales y de inflación.
 
> De acuerdo a lo anunciado, la inflación del corriente año debiera ubicarse en un rango de 20% a 25%.
 
> El ministro espera que el año próximo se ubique en una franja de entre 12% y 17% en 2017.
 
> Para el año 2018 la meta es bajarla a un rango de entre 8% y 12% y en 2019 debería ubicarse en torno a 5%.
 
> Los anuncios fiscales refirieron al mínimo no imponible, reducciones de subsidios y déficit fiscal.
 
> En marzo se enviará un proyecto al Congreso para elevar a $ 30.000 el mínimo no imponible sobre salarios y reformar las escalas; el gobierno estima que supondrá un costo fiscal de $ 37.000 millones.
 
> La esperanza oficial es que con esa medida se aligeren los reclamos sindicales en las paritarias.
 
> Se ratificó que se está trabajando un esquema para eliminar por completo los subsidios a las tarifas energéticas en Capital Federal y GBA, con excepción de las que pagan “familias vulnerables”.
 
> Prat-Gay espera reducir en 1,5 punto el costo fiscal de estos subsidios durante el presente año.
 
> El gobierno estima que 2015 cerró con un déficit primario —es decir, sin considerar pagos de intereses de la deuda— de 5,8% del PBI.
 
> El objetivo oficial es bajarlo a 4,8% en 2016.
 
> Sin embargo, el ministro señaló —haciendo más confuso el anuncio—que el déficit “bien medido” de 2015 equivalió a 7,1% del PBI, debido a la enorme deuda flotante que dejó el gobierno saliente.
 
>  La intención oficial es que el déficit fiscal se reduzca en el equivalente a 1,5% del PBI por año hasta llegar a un nivel de equilibrio en 2019.
 
> A nuestro juicio, la meta de inflación—de entre 20% y 25%— para el corriente año luce muy optimista, a la luz de la herencia recibida y el poco ambicioso programa fiscal anunciado.
 
> Parece difícil que se cumpla la meta de inflación si se considera que este año debiera sentirse el efecto de la elevada expansión monetaria de 2015 (en torno a 40% anual).
 
> A ello se suma el impacto en los precios de bienes importados y exportables (y el correspondiente efecto cascada en el resto de los precios) del sinceramiento cambiario —aunque parcial— efectuado.
 
> También debe computarse el traslado (pass through) a precios de los significativos aumentos tarifarios por venir.
 
> Un déficit fiscal en alza y que cerró 2015 en torno a 8,5% del PBI requiere mucho más que un recorte de 1 punto porcentual al año.
 
> Debe tenerse en cuenta que a ello cabe agregar un déficit cuasifiscal equivalente —al menos— a 1,5% del PBI.
 
> Las medidas fiscales anunciadas hasta el momento acarrean aumentos del gasto y reducciones de recursos; el mismo ministro reconoció un costo fiscal de al menos $ 100.000 millones.
 
> La baja del déficit fiscal en el primer año de gestión —que es cuando hay más capacidad de maniobra— debería ser a un ritmo mayor.
 
> Con estos ingredientes, y sin mediar recortes drásticos en el gasto, pareciera que la estrategia para cumplir la meta de inflación planteada se centrará en una política monetaria muy dura.
 
> El riesgo implícito a tal estrategia es el de enfriar aun más la economía recesiva que dejó el kirchnerismo, en un año en que el contexto internacional tampoco juega a favor.
 
> Por otro lado, la estrategia elegida implica un gasto cuasifiscal creciente, con los riesgos de espiralización que ello significa.
 
> Un tipo de cambio más alto hubiera permitido tasas de interés más bajas.
 
> Una política fiscal más dura, mayor depreciación del peso, y tasas de interés más bajas significarían no sólo una solución más rápida sino que evitarían el riesgo de que se combine una economía contractiva con niveles de inflación elevados.
 
> La meta fiscal anunciada plantea alcanzar el equilibrio fiscal en 4 años sobre el supuesto que la economía crecerá fuerte; sin embargo, los rasgos del plan anunciado conspiran contra esa pretensión de crecimiento.
 
> Es probable que en la medida que 
 
a) se encaminen las negociaciones con los hold–outs, 
 
b) que el BCRA reduzca su deuda pendiente por ventas de futuro, y 
 
c) que las paritarias se hayan cerrado, el gobierno dé lugar a un mayor sinceramiento cambiario.
 
> Entretanto, si no se lo ataca con determinación, el gigantesco desequilibrio fiscal y el resto de la herencia envenenada que dejó el kirchnerismo siguen haciendo daño, carcomiendo la economía.
 
> Dado que el déficit fiscal persistirá y es objetivo del gobierno que el Banco Central abandone su condición de principal fuente de financiamiento del Tesoro, el desequilibrio deberá cubrirse con deuda.
 
También habrá que cubrir las necesidades de financiamiento de provincias y municipios.
 
> Cuanto mayor peso tenga la deuda interna en el financiamiento del fisco, mayor será la posibilidad de reducir la inflación pero más se dañará la actividad.
 
> A cambio, si el protagonismo lo tiene la deuda externa, el impacto será expansivo para los precios y la actividad mientras que el tipo de cambio acentuará su atraso.
 
> Todo déficit significativo y sostenido, termina apreciando el tipo de cambio real, cualquiera sea la fuente de financiamiento utilizada.
 
> Cuando el déficit se financia con emisión monetaria, el proceso de apreciación del tipo de cambio real se produce por el alto diferencial de inflación respecto a la evolución del tipo de cambio nominal y a la inflación en otros países.
 
> Cuando el déficit se financia con deuda externa, hay 2 posibilidades pero las consecuencias son las mismas.
 
** Si el Tesoro le ofrece las divisas al BCRA, éste las paga con emisión, lo que nos deja en el caso anterior.
 
** Si el Tesoro ofrece las divisas en el mercado de cambios, la apreciación se produce directamente en el tipo de cambio nominal.
 
> Cuando el déficit se financia con emisión de deuda interna, se eleva la tasa de interés local, lo que estimula el ingreso de capitales y deriva en una apreciación del tipo de cambio real.
 
> En resumen: el objetivo del gobierno está bien orientado, pero se necesita mucho más; de lo contrario, las expectativas favorables —que son el único gran activo del gobierno— se van a desgastar.

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