INVERSIÓN EXTRANJERA DIRECTA EN ARGENTINA

El viejo truco de los back to back

Un informe de la Cepal cuantifica la IED total en 2016 en US$7976 millones como aportes de capital y reinversión de utilidades de firmas extranjeras, cifra que resulta un 15 % inferior a los 9377 millones de IED de 2015 por los mismos conceptos.

La mayor diferencia se da en el rubro Préstamos entre Compañías, que en 2015 había representado un ingreso de US$2382 millones, y en 2016 se revirtió al rojo por devolución, en US$3747 millones.

El informe de CEPAL continúa detallando, para el caso de Argentina, que “en el marco de esa flexibilización también disminuyeron las deudas contraídas con casas matrices y filiales. La caída de la reinversión de utilidades y la cancelación de deudas con casas matrices y filiales compensaron con creces la entrada de nuevos capitales” .

Las malas lenguas vinculan ese movimiento, en realidad, con una desinversión porque podrían encubrir una remisión de utilidades al exterior que no se declara como ganancias sino como pago financiero.

La Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (Unctad) reaviva evidencias sobre las causas por las que la inversión extranjera directa (IED) que ingresó a Argentina en 2016 (US$6000 millones) representó la mitad que la del año anterior: la atribuye a las modificaciones aplicadas a la política cambiaria (fin del cepo) que posibilitaron la salida de dólares.

De todos modos, el mayor incremento de la inversión lo registra Colombia (15,9 %). Hasta en Brasil, que viene de una prolongada recesión, creció un 5,7 %.

Como contraste, las mermas más acentuadas de la IED regional en 2016 se dieron en la Argentina (64 %), Ecuador (43,7) y Chile (40,3), en un contexto en el que la región de América Latina y el Caribe viene de capa caída: de US$165 mil millones en 2015 a 142 mil millones en 2016.

La mala noticia para animar al empresariado reunido por IDEA en Mar del Plata a que deje de lado la confortabilidad y salga a buscar capitales genuinos que sustituyan el endeudamiento externo que bicicletean alegremente en la City, mediante el arbitraje de Lebacs y dólares, la da Unctad, cuando indica que “siguen siendo sombrías” las expectativas dado que “se prevé que el crecimiento económico se mantendrá muy por debajo de las tasas asociadas con las mayores entradas de capitales registradas en años anteriores”.  

Después que los ejecutivos “gringos” residentes que quedaban de la oleada de inversiones extranjeras de los ´90, fuertemente concentrada en la compra de empresas públicas prestadoras de servicios o de actividades extractivas, fundamentalmente la petrolera, arrojaran las llaves en la crisis de 2001 y se iban rescatados por las casas matrices, una camada de nuevos administradores empresarios vernáculos tomó posición durante la  posconvertibilidad, 2002-2005, inicio de la denominada década ganada del kirchnerismo.

El emergente más exitoso de este recompuesto escenario de los negocios con el Estado en el país se llama Marcelo Mindlin, ex socio de Eduardo Elsztain en los desarrollos inmobiliarios, que formó el grupo Pampa y fue tomando posición en la cadena de valor energética, más allá que en la Casa Rosada hubiera un Kirchner o un Macri.

Es más, su figura pegó otro estirón en el recambio del gobierno, cuando en lugar de llover inversiones tres de las grandes levantaron campamento. Y dos de estas operaciones de “desinversión extranjera directa” que caracterizaron la época, por venta de activos de firmas multinacionales radicadas en el país, lo tuvieron en el centro del tablado: la transferencia a su grupo, Pampa Energía, de los activos de Petrobras Argentina por US$892 millones; y de las participaciones en Edenor y Edesur de inversores estadounidenses y venezolanos (no identificados) por 220 millones. En la tercera, la transferencia de Petroken (petroquímica de Ensenada), de Lyonell Basell, de Holanda, al Grupo Inversor Petroquímico por US$184 millones, merodeó.

Fue relevante el rol de amanuense con el establishment internacional que desempeñó en los foros convocados por el gobierno de Macri, como el MiniDavos, durante el primer año de gestión a nivel nacional.

Tal vez su perfil de negocios hubiese dado mejor, en las circunstancias actuales, que el de Paolo Rocca para orientar en el marco de IDEA a pares empresarios en la actual etapa de salir a pescar capitales extranjeros calzados a proyectos de alta rentabilidad asegurada por las regulaciones estatales.

Aunque Techint quiere convertirse en jugador importante en Vaca Muerta, sus recientes éxitos en la industria siderúrgica global vinculan al hólding más a inversiones hechas en México y Estados Unidos que precisamente en la Argentina.

A ningún socio del club conocido como “círculo rojo” se le escapa que ni siquiera el descongelamiento de las relaciones con el país del Norte, primero con la gestión saliente de Obama y luego con la entrante “disruptora” de Donald Trump, habilitó aún el circuito de inversiones pendientes desde USA, que la Cámara de Comercio de Estados Unidos en Argentina (AmCham) estimó en agosto que ascenderá a US$ 16 mil millones durante los próximos tres años.  

Inclusive la tarjeta de presentación que porta el recientemente designado director a cargo de la Oficina de Brasil y Cono Sur del Bureau de Asuntos Hemisféricos del Departamento de Estado, Kevin O´Reilly, es elocuente en cuanto a las prioridades estratégicas de Washington en el continente.

Lo justifican en que la economía de Brasil es (según la óptica del propio FMI), aun con la caída de su PBI en los últimos años y la crisis institucional por la corrupción en que se encuentra sumida, la 8va del mundo y la única de Latinoamérica en el lote de los “top ten”.

En 2016 fue (según Unctad) el 5to principal receptor de IED en el planeta; si se considera a China y Hong Kong como único mercado; o el 6to si se separa a ambos; y ha perdido apenas una posición en esa lista (había sido el 5to o el 4to, de acuerdo a como se considere China, en 2015).

Aún así, el flujo de ingreso de IED en Brasil ha descendido desde unos US$65 mil millones en 2015 a unos 50 mil millones en 2016.

A pesar de la crisis política, social y económica de estos años, su PBI que representa casi 2,4% del mundo le permite seguir siendo clasificada “investiment grade”, en tanto Argentina no logró aún ser reconocida como emergente. El socio mayor del Mercosur, asimismo, es el 7mo país del mundo con mayor cantidad de millonarios.

Pese a no ser comercialmente abierto, se lo considera de alta internacionalidad, en la medida en que es la sede de la principal porción de multinacionales latinoamericanas (que operan en diversos países de la región).

Ha invertido en el exterior a través de sus empresas, desde que se inició la década, unos US$85.000 millones, lo cual vincula a la Argentina como gran receptora de inversión extranjera directa de Brasil, de acuerdo con el último informe de Desarrollo de Negocios Internacionales, DNI, que dirige Marcelo Elizondo.

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