CRISIS DEL SUPER DEL MUNDO

De acuerdo al Instituto Nacional de Censos y Estadísticas (INdEC), las exportaciones de carne de cerdos y derivados durante 2017 fueron de US$15 millones, mientras que las importaciones sumaron US$118 millones. 
En ese momento, el país atravesaba un ciclo de 20 meses ininterrumpidos de saldos negativos en la balanza comercial, que luego gracias a la recesión que frenó las importaciones de insumos y bienes de capital para la industria, bajo la tutela del Fondo Monetario Internacional, revirtió en 7 meses seguidos de superávit, como los que se cumplieron en febrero, según el reporte de la consultora Abeceb, que fundó el ministro de la Producción, Dante Sica
La particularidad es que, a pesar del apotegma cambiario del manual, según el cual la depreciación de la moneda favorecería la competitividad, las exportaciones evolucionaron en febrero en sentido contrario: -5%(para atrás).
Queda así demostrado que no todo se circunscribe a la vetusta fórmula de encarecerles la moneda a los jugadores del comercio exterior para que se pague con más pesos la importación y se reciban más billetes nacionales por lo que se percibe al exportar. 
Un caso que ilustra la mentalidad de una gestión cuando se enfoca más a conseguir plata prestada que a buscar trabajo fue cómo dejó pasar la gran oportunidad de colocar carne porcina en China, luego de que el gigante asiático tuviera que reducir su producción entre 25% y 35%.
Altamente dependiente de la proteína animal de granja (carne de cerdo y aviar),  el impacto que ocasionó en los planteles de cerdos chinos la fiebre africana (una enfermedad hemorrágica altamente contagiosa) se extendió en pocos días, según un informe publicado por Rabobank, y afectó el abastecimiento del país asiático donde el embajador es Diego Guelar.
Desde octubre, en consecuencia, se vino pronosticando que China necesitaría importar 1,3 millón de toneladas, pero ahora corrigió el número en más de 1,6 millón, con un aumento del +27% en relación a aquella primera estimación y +15% con respecto a lo efectivamente importado en 2018.
Asimismo, anunció que hasta nuevo aviso estará ausente del mercado exportador, en el cual el año anterior –según estimaciones del estadounidense USDA– participó con unas 200.000 de toneladas peso carcasa de carne porcina a otras naciones asiáticas. 
Casi 6 meses después, el secretario de Agricultura, Luis Etchevehere, acaba de viajar de urgencia a China, para reunirse con el ministro de Agricultura y Asuntos Rurales y con la gente de la Aduana de ese país, a fin de avanzar en la apertura del mercado de carne porcina para Argentina.
El trámite ya se había iniciado en ocasión de la cumbre del G20 en Ciudad de Buenos Aires, a comienzos de diciembre, en virtud de que el tema figuraba en la agenda de negociaciones comerciales bilaterales, pero quedó en suspenso debido a que Argentina no cuenta con habilitación sanitaria por parte de las autoridades regulatorias chinas y (¡Guelar y Etchevehere, las pilas!) tampoco se activó.
Lo llamativo del caso es que la papelería no se concretó teniendo todas las de ganar: el cerdo producido en Argentina está libre de las principales enfermedades que afectan a la especie:
** PPC – Peste porcina clásica,
** PRRS síndrome de reproductivo y respiratorio porcino,
**enfermedad de Aujeszky,  entre otras.
Se cumplen disposiciones sanitarias y existen numerosos controles: triquinosis, influencia, aftosa y tuberculosis. 
De las vacas que vuelan me gusta el chancho…
La cadena nacional de valor, en este caso, quedó estacionada en la foto de un empate potencial entre el complejo granario, que permite ganar US$10.000 millones con la cosecha gruesa,  y otro tanto en carnes y lácteos. 
Pero la interrelación como insumo y producto se expresa en que el 60% de la dieta de los cerdos se compone de maíz. Así, en 2017, una producción total de 566.276 toneladas equivalentes res (muy por debajo de sus posibilidades de crecimiento) demandó 1,25 millón de toneladas del cereal en alimento.
Exportar cerdos o pollos constituye un importante logro en la cadena de valor, ya que implica transformar el maíz o la soja en insumos de proteína animal en el centro de Córdoba (30%), norte de  Buenos Aires (27%) y sur de Santa Fe (18%), donde se origina el 82,2% de la producción nacional, con la consiguiente creación de empleo en el territorio local y de un mayor volumen de generación de divisas por unidad de exportación.
Una limitación para expandir un rubro netamente exportador como el de la carne porcina está en el propio relegamiento doméstico de su consumo. 
A contramano del mundo, cuya dieta proteica animal se cubre en un 40% con cerdo y junto con el pollo predomina en la mayor parte de los países, por estos lares se come 4 veces menos que los cortes vacunos.
De ahí que, a pesar de ser un sector con condiciones naturales y sanitarias óptimas para crecer, autosatisfacerse y exportar, la cría se haya concentrado en el norte de la provincia de Buenos Aires, sur de Santa Fe y centro de Córdoba, y aproximadamente el 40% de la producción total provenga sólo de 5 establecimientos desarrollados con tecnología y en escala, 4 de ellos emplazados en la Provincia de Buenos Aires,  
Hay en total 249 establecimientos procesadores de porcinos habilitados en el país, que se distribuyen entre mataderos frigoríficos, mataderos municipales y mataderos rurales. 
El 73% de la producción, tal como sucede con la lechera, se reparte entre unos 3.800 granjeros que envían a faena menos de 500 cabezas anuales, lo que equivale a en promedio a 1,5 cabeza diaria, una escala que los inhibe de incorporar tecnología de punta y sistemas más eficientes y estandarizar la calidad de la carne.
La atomización, además de entrañar un mayor costo de negociación y elevada informalidad impositiva, impide el desarrollo de una estrategia de exportación más agresiva, ya que les cierra a los pequeños productores las puertas de la distribución y canales comerciales externos para entrar en las cadenas de suministro constante de los grandes volúmenes (muchas veces concentrados en pocos cortes) que exige el mercado internacional de carnes.
Pero más que un negocio de ocasión y de slogans como ser supermercados del mundo, la configuración internacional presenta escenarios donde sólo podrán competir aquellos productores de proteína animal que sean capaces de autoabastecerse de granos y con reservas de agua potable suficiente y Argentina cumple con estos requisitos. 
Hablando de Pymes...
Los clusters organizados en cooperativas apoyadas por el Estado u otras formas mixtas de organización empresarial pueden ofrecer soluciones a la dispersión improductiva y constituirse en fuentes de trabajo alternativas a la alta desocupación en las periferias de las grandes orbes.
Los números del negocio porcino no le sacarían el sueño a nadie: la inversión estimada por madre se ubica entre U$S 8.000 y U$S 10.000, más la necesidad de disponer del inmueble rural en donde desarrollar las actividades, pero de nuevo la voracidad fiscal se antepone a cualquier atisbo de iniciativa, ya que los productores deben aportar por cada madre que incorporen a sus planteles, en concepto del Impuesto al Valor Agregado (IVA), entre U$S 1.360 y U$S 1800 adicional. 
Etchevehere, quien llegó al gobierno desde un tradicional cenáculo ganadero como la Sociedad Rural Argentina, podría haberse informado de todo esto antes de hablar con los chinos, leyendo a Julio Calzada, Federico Di Yenno y Carina Frattini, que lo describen con lujo de detalles en el boletín de la Bolsa de Comercio de Rosario
Los que sí, en cambio, se movieron en busca del negoción porcino en ciernes fueron los principales exportadores mundiales de carne de cerdo, como la Unión Europea que lidera el ránking con ventas por 2,93 millones de toneladas peso carcasa en 2018, seguida por USA (2,66 millones), Canadá (1,33 millones), Brasil (730.000 toneladas) y Chile (200.000 toneladas). 
Por un lado, para ofrecerle a China compensar esa merma en la producción de cerdos, que afecta al 70% de las 70 millones de tec que ingiere anualmente su población, pero por otro, para abastecer el crecimiento del consumo en Japón y México (los 3 principales importadores a nivel mundial).
El faltante chino se puede reemplazar también con carne vacuna importada y, en menor medida, con pollo del exterior cuyo aumento rondaría el 70%, aunque representa un volumen bastante menor al vacuno: 230.000 tn.
De los socios del Mercosur, Brasil proveerá 6% más que el año pasado y Argentina 14% más aunque en relación a un volumen 30% inferior al del país vecino.
De paso, el país vecino ha sido el principal proveedor de cerdos importados por Argentina, con el 95% de los ingresos por US$118 millones registrados en 2017. 
También el 54% de los fiambres, chacinados y embutidos que ingresan al país son de origen brasileño, el 36% español y el 10% italiano.
La Administración Macri sueña más con llenar las cajas de dólares que generen las proyecciones agrícolas para un eventual segundo mandato y usarlos para importar valor agregado de otros países.
Constituiría una billetera superior a los US$30.000 millones con las 160,1 millones de toneladas de granos previstas, que casi triplicarían a la actual cosecha, para la que apenas da abasto el transporte de granos, que moviliza unos 2 millones de camiones y 205.000 vagones de ferrocarril por año. 
Se esperan 76,9 millones de toneladas de soja (48% del total), 46,2 millones de toneladas de maíz (29%), 18,8 millones de toneladas de trigo (12%) y 18,2 millones de toneladas de otros granos (11%), que está por verse cómo se sacarán y moverán con la logística y la infraestructura en las que habrá que invertir.
Esa suerte de doble vía comercial sui generis ya funciona desde 2017, cuando les abrió las fronteras para los granjeros estadounidenses, a cambio de que USA permitiera la entrada de limones argentinos. 
El Departamento de Agricultura estadounidense le contó las costillas a la demanda argentina de carne fresca (refrigerada y congelada) en unas 50.000 toneladas, el 86,7% del total que se trajo.

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