LA FELICIDAD DEL INSOLVENTE
En estos tiempos de Pandemia, de Coronavirus, donde continúan las complicaciones en las negociaciones con el Fondo Monetario Internacional, en algunos sectores se respiera -dentro de la cuarentena- una cierta felicidad. No importan ni el valor del dólar ni la caída en la actividad, ni el riesgo país, tal como si estuviéramos blindados al comercio internacional, a vivir con lo nuestro como lo que alguna vez propugnara don Aldo Ferrer. La Argentina está insolvente e ilíquida. No paga sus cuentas ni a los organismos internacionales, ni a los acreedores privados, a las empresas prestatarias de servicios públicos, ni a los ahorristas, ni a los empleados públicos ni a los jubilados, entre otros. El actual respiro y supuesta felicidad se basa en el no cumplimiento de las obligaciones. Como un insolvente que un día decide no pagar más lo que debía, ni los intereses ni las distintas cuentas mensuales. Lógicamente que en los meses siguientes, el insolvente verá que sus ingresos corrientes -as