LA FELICIDAD DEL INSOLVENTE

En estos tiempos de Pandemia, de Coronavirus, donde continúan las complicaciones en las negociaciones con el Fondo Monetario Internacional, en algunos sectores se respiera -dentro de la cuarentena- una cierta felicidad. No importan ni el valor del dólar ni la caída en la actividad, ni el riesgo país, tal como si estuviéramos blindados al comercio internacional, a vivir con lo nuestro como lo que alguna vez propugnara don Aldo Ferrer.
La Argentina está insolvente e ilíquida. No paga sus cuentas ni a los organismos internacionales, ni a los acreedores privados, a las empresas prestatarias de servicios públicos, ni a los ahorristas, ni a los empleados públicos ni a los jubilados, entre otros.
El actual respiro y supuesta felicidad se basa en el no cumplimiento de las obligaciones. Como un insolvente que un día decide no pagar más lo que debía, ni los intereses ni las distintas cuentas mensuales.
Lógicamente que en los meses siguientes, el insolvente verá que sus ingresos corrientes -asumiendo que algunos tiene- superarán sus gastos corrientes, artificialmente reducidos y ocultados debajo de la alfombra. Si, además, su casa es un bien de familia, pensará que tiene un patrimonio importante con el cual poder vivir hacia el futuro, y si el sistema legal castiga a los acreedores con suspensión y prórroga de las ejecuciones, gozará de una protección temporaria que el insolvente confundirá que es terna.
¿Cuánto tiempo se puede vivir de esta manera? Naturalmente, no mucho si se quiere crecer algún día. Lo auficiente, no obstante, para vivir tranquilo por un tiempo y entregar la posta a sus hijos, que viven detrás de él en el manejo de la casa.
¿Qué situación dejará el insolvente a sus hijos? ¿Cómo harán estos para recuperarse patrimonial y económicamente?.
El legado que la Argentina dejará a la próxima generación o ya a la actual es:
1. Los vencimientos con el FMI y los organismos multilaterales de crédito.
2. La deuda externa con los acreedores privados.
3. La deuda en dólares con el exterior de la semprsas privadas.
4. Situación de virtual quiebra de las empresas de servicios públicos, en particular las del sector energético.
5. Un sistema bancario que puede pasar a tener patrimonio negativo en tanto comiencen a licuarse créditos al sistema público.
6. El agujero que es el déficit fiscal.
Todo lo anterior en un clima de crecimiento de la pobreza e indigencia, estancamiento de la actividad económica, falta de crédito, aislamiento del mundo.
Salir de esta requerirá de un gran liderazgo y de mucha constancia ya que la oposición de algunos sectores será feroz. ¿Queda otra alternativa?

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