MARTÍN TETAZ - Informe económico
El economista Martín Tetaz en su informe semana analizó primero la cuestión del ahorro de los argentinos y desmitificó que la mayoría de los argentinos ahorre en dólares. Luego advirtió sobre la brecha cambiaria y resumió así la cuestión de la confianza: “la gente no desconfía de las entidades (bancos), sino del propio gobierno”.
En Argentina hay 3.149.000 plazos fijos de personas físicas por 916.000.000 millones de pesos y 197.000 depósitos a plazo en moneda extranjera, por 191.000 millones de pesos, lo que sugiere que el ahorrista promedio todavía no ahorra de manera sistemática en dólares, como sugieren las declaraciones del Presidente esta semana cuando dijo “tenemos que acostumbrarnos a ahorrar en pesos y dejar los dólares para la producción”.
Es cierto, no obstante, que buena parte de las compras de billetes que se hacen por homebanking se mantienen en cajas de ahorro, pero incluso en ese segmento se suman depósitos en moneda extranjera por 583.000 millones de pesos, contra 890.000 millones de pesos en cajas de ahorro nominadas en moneda local.
En este último caso, se trata mayormente de una demanda de pesos transaccional, pero aún comparando los plazos fijos en pesos con la sumatoria de depósitos en dólares (caja de ahorro + plazos fijos), sigue predominando la demanda de moneda doméstica.
Pero claro, todo eso es lo que está dentro del sistema.
En agosto del año pasado, sin ir más lejos, había 15.000 millones de dólares más en depósitos que fueron retirados por temor, no ya a una devaluación sino a una confiscación de los ahorros. Las estimaciones más conservadoras hablan de otros 200.000 millones de dólares de ahorro de los argentinos en cajas de seguridad, cuentas del exterior y colchones.
El gobierno entonces enfrenta dos problemas de confianza.
El primero es el de los que hacen negocios en el país porque hay muchas dudas de que el tipo de cambio comercial actual sea sostenible y entonces se acelera la demanda de dólares para importaciones, se frenan las liquidaciones de exportaciones y se postergan las inversiones, toda vez que alguien con dólares prefiere esperar la devaluación para invertir mas pesos y el que tenía moneda local la convierte en dólares en vez de invertirá en un proyecto de la economía real.
Hasta que no se despeje la incertidumbre cambiaria, la economía no puede crecer.
El segundo es financiero. Si la gente no ahorra en pesos es porque el premio de hacerlo es bajo en relación con el riesgo. Las tasas de los plazos fijos de mas de un millón de pesos no llegan al 34% (TEA), mientras que la inflación esperada para septiembre corre a una velocidad anualizada del 47% e incluso la tasa de aumento del dólar oficial es del 38% anual y hay mucha desconfianza respecto de la capacidad del BCRA de sostener ese ritmo de arrastre del tipo de cambio. La brecha del 89% que observamos esta semana es una prueba de que el mercado espera una devaluación y nadie que le asigne cierta probabilidad a ese evento quiere pasarlo en pesos.
Más aún, cuando el psicólogo social Gordon Allport desarrolló su teoría de los rumores, en la década del 40, estableció tres condiciones para que una versión corriera como reguero de pólvora; tenía que tratarse de una denuncia imprecisa, que no fuera por lo tanto fácil de chequear, tenía que referirse a algo de importancia para la gente y, más importante, tenía que ser verosímil.
Los rumores de esta semana sobre un nuevo corralito cumplen con esos tres requisitos. No importa que no tenga asidero la versión, en momentos en que los bancos están súper líquidos, porque en esta oportunidad la gente no desconfía de las entidades, sino del propio gobierno.
Como me dijo un periodista muy conocido “yo no tengo dudas de que los bancos tienen los dólares, mi temor es que el gobierno se los quiera quedar”.
Aunque no sería la primera vez que ocurre, porque todos recuerdan el Plan Bonex del 90, hoy no están dadas las condiciones para una confiscación de esa naturaleza, en primer lugar porque el gobierno erosionó buena parte de su capital político con la cuarentena y una medida de esa naturaleza bastaría para hacerlo caer.
Pero sobre todo por una razón pragmática; no hay vencimientos importantes de deuda luego de la reestructuración (dejando de lado el FMI) y el tesoro no necesita esos dólares.
Es cierto que las reservas de libre disponibilidad son escasas, pero si el BCRA siguiera desangrando los 7000 millones que le quedan, sería mucho menos costoso directamente devaluar.
No hay ventaja práctica de quedarse con los depósitos; son todos costos y en tren de pagar costos es preferible elegir los menores.
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