Cabras, energía eléctrica y precios

 18/11/2020  Manuel Mora Y Araujo

Es posible que la cría de cabras en pequeña escala en Santiago del Estero resulte, en muchos casos, antieconómica, y aun así existen productores que continúan en esa actividad. El tema viene a cuento porque ayuda a entender muchos de nuestros problemas actuales alrededor de un debate importante: cuando los mercados “fallan”, ¿el Estado es el mejor remedio? Me interesó un comentario de Samuel Brittan en su columna del Financial Times del 29 de diciembre, referido no a Santiago del Estero, sino a los pequeños productores de vacas y búfalos en la India, quienes aparentemente –según cómo se midan sus resultados– también pierden plata.


La ciencia económica ha avanzado mucho en su comprensión del mundo a partir del principio de que las personas normales tratan de obtener el mayor precio posible por lo que venden y de pagar el menor precio posible por lo que compran. La sociología, del mismo modo, se basa en el principio de que las personas normales tratan de tener la mayor cantidad posible de riqueza, de poder y de prestigio, y deciden mucho de lo que hacen en sus vidas para compensar aquello de lo que tienen menos. Los mayores debates en las ciencias sociales giran alrededor de esas ideas y de las ideas opuestas –a menudo referidos como debates entre partidarios y críticos del “mercado”–.

La discusión sobre si los productores de Santiago del Estero o de la India trabajan o no a pérdida, y por qué lo hacen, se plantea en el nivel microeconómico. El contexto en el que esas cosas suceden, el nivel “macro”, es otro asunto. Para saber si esos productores trabajan a pérdida, y por qué hacen lo que hacen, lo mejor es preguntárselo a ellos. Pero del contexto, los economistas y los sociólogos posiblemente saben más –o pueden llegar a saber más–. Los productores de energía eléctrica en la Argentina deben saber por qué hacen lo que hacen; parece claro que las regulaciones que estableció el Estado argentino no los ayudan a producir más energía.

En no pocos países, los gobiernos aplican políticas económicas “heterodoxas” que, entre otros justificativos, se basan en la idea de que esos principios básicos de las ciencias sociales son incorrectos. Si prevalece el mercado, la gente pretende ganar dinero por lo que hace; por ese camino, se alega, el mercado “falla”, aunque parezca más eficiente. El capitalismo parece más eficiente pero sufre crisis inevitables y genera desigualdades crecientes; el Estado ayuda a corregir ese defecto. La Unión Soviética fue el mayor experimento histórico al respecto, seguido de cerca por China. En América latina ese camino fue seguido por Cuba, cuyo gobierno cultivó otro gran justificativo –por lo menos durante el período en el que el Che Guevara formaba parte de los equipos gobernantes–: el ideal de un “hombre nuevo”, un ser humano con otra naturaleza, inmune a la racionalidad económica y al anhelo de libertad individual. Con los años, China abandonó esas ideas en el plano económico; pero, al mismo tiempo, otros países latinoamericanos las fueron adoptando. La Argentina es uno de ellos, y estamos sufriendo las consecuencias en forma dramática.

El caso de la energía eléctrica en nuestro país es ilustrativo. El Gobierno estableció reglas que prácticamente congelaron el mercado energético, suprimiendo el sistema de precios como criterio para las decisiones de empresarios y consumidores en la oferta y la demanda de energía eléctrica. Cuando la demanda supera ampliamente la oferta, todos se preguntan de quién es la culpa. Si estuviésemos desesperados por consumir queso de cabra nos encontraríamos en la misma situación, no habría suficiente oferta de esa exquisitez a menos que se abriera el mercado a la oferta extranjera. ¿Quién está fallando, el mercado o el Estado? ¿Es esperable que alguien produzca a pérdida? ¿Es esperable que los consumidores ajusten sus consumos sin tener en cuenta cuánto les cuestan?

Las ideas sobre la relación entre la oferta y la demanda y la formación de los precios están en la raíz de estos problemas. Nos ayudan a entender por qué tal vez los productores caprinos pierden plata y por qué los argentinos no tenemos electricidad. Nos ayudan a identificar las soluciones a esos problemas.

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