PARITARIAS Y CONFLICTO SOCIAL
Informe de Economía & Regiones
La
macroeconomía argentina está transitando una crisis cambiaria. El
exceso de consumo (junto a la inconsistencia dinámica que hay entre la
política fiscal, monetaria y cambiaria) se encuentra
en el centro neurálgico del origen de la crisis cambiaria. La medida
del exceso de consumo es el déficit de cuenta corriente del balance
cambiario argentino, que ascendió a un resultado negativo de US$13.300
millones en 2013.
Ese déficit de cuenta corriente debería ser financiado con deuda, o
sea con ingresos de dólares por cuenta de capital y financiera. Sin
embargo, si el país no tiene acceso al financiamiento internacional y
nadie le presta, el exceso de consumo es financiado con emisión
monetaria.
Dicho mecanismo de financiamiento no es genuino, ni
sostenible. Tarde o temprano se traduce en exceso de oferta de pesos,
caída de la demanda de dinero, inflación, expectativas de devaluación y
corrida contra las reservas. Finalmente, el exceso de consumo termina
siendo pagado con las reservas del BCRA.
El motor del gasto público fue en gran medida los subsidios
económicos, principales responsables del deterioro del resultado fiscal.
Además, estos subsidios aumentaron el ingreso disponible del sector
privado fomentando el consumo privado, junto con la política de ingresos
que propulsó incrementos salariales muy por encima de los aumentos de
la productividad del trabajo y la inflación.
El modelo de expansión económica de 2006 / 2013 estuvo
basado fundamentalmente en el sobreconsumo público y en el exceso de
consumo privado que, terminaron siendo financiado con reservas. Es
decir, la pérdida de reservas es el termómetro del exceso de consumo y de la crisis cambiaria.
Justamente, el sistema económico genera mecanismos automáticos que
terminan disipando la crisis cambiaria: suba de precios y devaluación
que licúan el exceso de gasto público y deterioran el poder adquisitivo
de los salarios para moderar el consumo privado.
El proceso de deterioro del poder adquisitivo del salario y del consumo privado ya está en curso.
En la actualidad, el salario real cae y el consumo se reduce para
contener la pérdida de reservas y minimizar la crisis cambiaria.
Obviamente, los trabajadores no permanecen inmóviles y buscan preservar
su salario real, procurando lograr ajustes salariales que restituyan el
poder adquisitivo perdido.
Teniendo en cuenta que la inflación interanual se ubica en
torno al 35% anual (según IPC Congreso), es probable que las paritarias
cierren en torno a un incremento promedio cercano al 30%.
En el corto plazo, el ajuste salarial de las paritarias podría
revitalizar el consumo privado por algunos meses. Este efecto se
materializaría en el 2do. trimestre y tal vez julio, coincidiendo con el
ingreso de dólares la soja.
De esta manera, el nivel de actividad del 2do. trimestre del año sería mejor que el de los primeros 3 meses 2014.
En ese marco, existe el riesgo que el gobierno envalentonado por la
mejora circunstancial, vuelva a acelerar la tasa de crecimiento del
gasto y de la emisión monetaria, lo que probablemente terminaría
disparando otro proceso de ajuste automático del sistema vía aceleración
de la inflación y devaluación en el segundo semestre de 2014.
De modo que las paritarias terminarían siendo “pan para hoy, hambre para mañana”.
Paritarias austeras para corregir los déficits gemelos
Tal como dijimos, el aumento salarial que surja de las paritarias
resultará clave para determinar el déficit fiscal, el nivel de reservas
internacionales, el resultado de la cuenta corriente y por ende, la
viabilidad de la política cambiaria, que hoy se encuentra bajo la
anestesia aplicada por el Banco Central.
Las paritarias juegan un rol trascendental en la corrección
de los déficits gemelos (fiscal y de cuenta corriente) que exhibió
nuestra economía en 2013. Es decir, el aumento de salarios será una
variable concluyente para el aumento general de precios, el sosiego del
mercado cambiario y la expansión la demanda agregada:
Por un lado, las paritarias de los empleados públicos determinarán
-entre otras obligaciones- las necesidades de gasto del gobierno central
vía pagos de sueldos (de empleados nacionales) y jubilaciones (atadas a
la recaudación y al CVS).
En otras palabras, el resultado de las negociaciones salariales son determinantes para el resultado fiscal de Nación
y las necesidades de señoreaje (N. de la R.: emisión monetaria): cuanto
más elevados sean los aumentos salariales, más presiones de demanda
recaerán sobre el mercado cambiario, mayor será el déficit fiscal,
mayores las necesidades de emisión monetaria del Central para financiar
al fisco y más alta será la inflación.
Por otra parte, en lo que respecta a la esfera real de la
economía, cuanto más elevadas cierren las paritarias, mayores serán las
presiones de demanda agregada (de bienes transables) y, por ende, el
exceso de gasto devenido en déficit de cuenta corriente, que en 2013
habría presentado un record de US$ 13.500 millones.
Política de ingresos
La política de ingresos fue uno de los pilares del crecimiento económico de la última década.
Desde la salida de la convertibilidad, nuestra economía atravesó
una marcada recuperación del empleo y sobre todo del nivel de los
salarios. El ingreso de los trabajadores se fue incrementando por encima
del aumento de precios e incluso por encima de la devaluación,
generando un incremento del poder adquisitivo y del salario medido en
dólares.
Esta estrategia buscó potenciar la dinámica del ingreso disponible
y, consecuentemente, el gasto de las familias induciendo a que el
consumo privado y el mercado interno, sean la “vedette” del crecimiento económico del período.
A su vez, esta estrategia de fomentar el aumento del
ingreso en dólares de los trabajadores ayudó al gobierno a ganar las
últimas elecciones presidenciales.
Sin embargo, este triunfo logrado a costa de generar
fuertes desequilibrios en la economía condicionaron negativamente los
resultados macroeconómicos del segundo mandato de CFK; inclusive hasta
generar la actual crisis cambiaria.
Por un lado, el aumento del salario por encima de la devaluación y
la inflación potenciaba el consumo privado, la demanda agregada y el
crecimiento económico de corto plazo, perjudicando la competitividad de
los sectores productores, la formación de nuevo capital físico y el
crecimiento de largo plazo.
Esta estrategia económica penalizó el ahorro, desincentivó
la inversión, desalentó la acumulación de capital y la creación de
nuevos puestos de trabajo. En otras palabras, se sacrificó consumo y
crecimiento futuro a cambio de consumo y crecimiento presente.
Peor aún, este sobre consumo se reflejó directamente en el déficit
de cuenta corriente en 2013 (-US$ 13.500 millones) y en el drenaje de
reservas internacionales que acumuló unos -US$ 21.000 millones en los
últimos 3 años.
Los números del ajuste
Actualmente la economía comienza a ajustar con un salario que se
expande por debajo de la inflación, de la tasa de devaluación e incluso
de la tasa de interés. La caída del ingreso de los trabajadores es la
manifestación de que este ajuste está corrigiendo el aumento salarial de
los años anteriores que alcanzó niveles superiores a la productividad
del trabajo.
En concreto, el salario en dólares alcanzó su máximo en
mayo de 2013 para comenzar a reducirse sucesivamente. En diciembre de
ese mismo año el salario medido en moneda extranjera mostró una caída
del 3% aproximadamente.
En efecto, si bien aún no tenemos datos sobre el salario promedio
de febrero de 2014, la devaluación del 1er. bimestre (24% en los 2
meses) habría generado un shock recesivo sobre el salario; que según
nuestras estimaciones, habría presentado una caída interanual del 12% y
del 20% en enero y febrero respectivamente.
De modo que el ingreso de los trabajadores medido en dólares quedaría en los niveles de abril de 2011.
Al medir los salarios por el dólar BLUE, se observa que se estaría
en los niveles previos a los aumentos acontecidos a partir de 2010,
cuando los ajustes salariales comenzaron a estar totalmente disociados
de la productividad marginal del trabajo.
Por otro lado, la devaluación de enero y el arrastre inflacionario
han provocado una marcada merma del poder adquisitivo del salario que ya
venía ajustándose por detrás del aumento de precios en el 2013.
En diciembre de 2013 ya el salario habría cerrado el año
con una caída del 1,7% medido en términos reales. De modo que la
aceleración de precios de enero y febrero habría empeorado la
performance del ingreso real de los trabajadores, con una caída
interanual del -2,5% y -5,3% en el 1er. y 2do. mes de año,
respectivamente.
De este modo, en los últimos 3 meses, la inflación (+12.8%) le
habría ganado ampliamente al salario (+3.8%), generando una caída del
poder adquisitivo del 8% (acumulada entre diciembre y febrero).
A su vez, la aceleración de precios no sólo arremete contra salario
real, sino también afecta negativamente el poder adquisitivo de las
jubilaciones, del salario mínimo y de los planes sociales. Es decir, la
aceleración de precios en general y de los alimentos (y transables) en
particular golpea con más ímpetu a las personas de menos recursos y en
estado de vulnerabilidad.
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