SI SUBE EL DÓLAR HAY MÁS VIOLENCIA DE GÉNERO

Walter Sosa Escudero: Si sube el dólar, hay más violencia de género... y otras perlas uruguayas

"En la última década, hubo avances muy importantes en la economía empírica que van más allá del fenómeno big data y que tienen que ver con nuevas herramientas de la econometría que nos ayudan a determinar grados de causalidad con mayor precisión y, por ende, a tomar mejores decisiones de política pública", explicó el director de la Licenciatura en Economía. La versión original de la nota puede verse aquí:  http://www.lanacion.com.ar/1809416-si-sube-el-dolar-hay-mas-violencia-de-genero-y-otras-perlas-uruguayas
La próxima vez que las autoridades de Economía o del Banco Central se reúnan para discutir la trayectoria conveniente para el tipo de cambio en el corto y mediano plazo, además de considerar sus efectos sobre la inflación, el comercio exterior y el nivel de actividad, van a tener que considerar otra consecuencia que hasta ahora quedaba fuera del radar de la economía tradicional: al parecer, el valor del dólar influye (en forma estadísticamente significativa) sobre la violencia de género.

Cuando meses atrás el economista uruguayo Ignacio Munyo descubrió esta relación, grupos feministas de su país salieron a criticarlo fuertemente. "Se quedaron con el título de que si sube el dólar, aumenta la violencia de género, que, obviamente, es una simplificación. El fenómeno de la violencia de género es complejo y multicausal, pero nosotros encontramos que influye en él, de manera muy significativa, el tipo de cambio", cuenta Munyo a LA NACION.

¿Dónde está el nexo de causalidad? El dólar alto o una devaluación favorecen a los transables en la economía: a la industria, al agro y a la producción de bienes, donde el empleo es mayoritariamente masculino. En cambio, un dólar barato (una moneda doméstica fuerte y revaluada) llevan agua al molino de los servicios, donde la proporción de empleo de mujeres es mayor. "Las fricciones en la pareja aumentan cuando es mayor la diferencia de ingresos, porque el varón detenta una posición de poder que hace que a su contraparte le sea más difícil no tolerar una situación de violencia de género", explica el economista. Cuanto más parejos los ingresos en la pareja, menos incentivos al conflicto.

La correlación dio alta para Uruguay y los países en los que Munyo y su equipo la midieron. "Desde 2002, en Uruguay tuvimos un laboratorio casi perfecto, porque hubo una devaluación al principio que hizo subir los casos [de violencia] y luego una fuerte revaluación con la cual disminuyeron, a pesar de que el tema saltó al tope de la agenda porque hubo muchos casos violentos resonantes, al igual que sucedió en la Argentina", dice el economista.

Suena estrafalario pensar que en un asesinato u otro episodio de extrema violencia tenga que ver con las diferencias entre ingresos. Pero Munyo resalta: "Dos terceras partes de las denuncias son por violencia psicológica, no física", y ahí la variable de ingreso en el hogar suena más plausible como explicador.

Munyo tiene 35 años, dos hijos de cuatro y dos años, es hincha de Nacional y da clases en la Universidad de Montevideo. Hizo su doctorado en Chicago, y en esa época su esposa, Yanina de Yeregui, les dio clases de tenis a Michelle Obama y a sus dos hijas. El 20 de enero de 2009 fueron a escuchar el discurso de asunción del nuevo presidente a Washington, en el sector de "familia y amigos". En Chicago, Munyo tomó cuatro cursos con Gary Becker, el padre de la economía no convencional, y tuvo contacto con Steven Leavitt, el autor de Freakonomics. "Ahí le tomé el gusto a aplicar herramientas de la economía a cuestiones que salen de la agenda tradicional de la profesión", dice. Además de la relación entre tipo de cambio y violencia de género, el economista tiene otros estudios con variables poco comunes. La mayor parte de ellos pertenece al campo de la "economía del crimen", del cual fue pionero Becker.

Por ejemplo, Munyo estudió el impacto sobre los delitos contra la propiedad del cambio horario en Uruguay: cuando en verano e invierno cambia la hora para ahorrar energía. Este tipo de medidas es muy cuestionada por especialistas en neurociencias, que afirman que la alteración del sueño que produce es nociva para el bienestar de la población. "Hay estudios que muestran que el lunes posterior a un cambio de horario en los que se «roba» una hora de sueño a los ciudadanos caen los rendimientos en los mercados y hay más accidentes de tránsito", dice Munyo, quien detectó que esta medida también produjo una baja en la cantidad de delitos contra la propiedad a lo largo de los años que se implementó en Uruguay, en los días posteriores al cambio de hora (para 2015, las autoridades anunciaron que no se hará más, así que se cortó el experimento natural).

En Uruguay, al contrario que en la Argentina, hay estadísticas de crimen abundantes y minuciosas, que hasta detallan el horario de cada ilícito. Eso le permitió al economista descubrir que el delito baja cuando juega la selección nacional o alguno de los dos clubes más importantes (Nacional o Peñarol). O que subía en el recorrido del colectivo que va de la cárcel al centro de la ciudad: a los ex convictos se los liberaba sin dinero, con lo cual no bien salían, volvían a delinquir en alta proporción (a partir de esta conclusión, se implementó la medida de acompañar la liberación con algo de plata). O que también aumentan cuando llega el dinero de los planes sociales en efectivo (para evitarlo, varios gobiernos de la región ya lo hacen a través de tarjetas). Munyo escribió algunos de sus trabajos junto con el economista argentino Martín Rossi, de Udesa.

"En la última década, hubo avances muy importantes en la economía empírica que van más allá del fenómeno big data y que tienen que ver con nuevas herramientas de la econometría que nos ayudan a determinar grados de causalidad con mayor precisión y, por ende, a tomar mejores decisiones de política pública", marca Walter Sosa Escudero, profesor de Udesa, quien la semana pasada publicó El lado oscuro de la econometría (Temas), un muy buen libro de divulgación que echa luz, sin tecnicismos (o con muy pocos), sobre el campo emergente de las "datanomics". "Esta profusión de experimentos que permiten evaluar efectividad de políticas sociales [de los cuales las iniciativas de Esther Duflo están entre las más conocidas] ocurrieron mucho más allá del fenómeno de la proliferación de bases de datos en Internet", cuenta Sosa Escudero.

El autor de El lado oscuro lo saborea como una suerte de revancha. "[La econometría] siempre fue una disciplina paria, en un extremo porque es una rama de la estadística, por un lado, y de la economía, por otro", explica. Hoy resulta una caja de herramientas cada vez más útil para aplicar a problemas concretos de la realidad: "Existen ciertos avances econométricos que fueron motivados, desarrollados y refrendados por problemas económicos concretos, es decir, que hay estrategias estadísticas que no existirían de no existir la economía", dice Sosa Escudero en el libro. Un ejemplo típico es el de las variables instrumentales: "Los métodos de la estadística clásica [el de mínimos cuadrados, por ejemplo] se toparon con la dificultad de lidiar con el llamado «sesgo por simultaneidad», hijo de la determinación conjunta de las variables explicadas y explicativas. El método de variables instrumentales aparece como solución mágica y desesperada".

"Cuando hablamos de temas que no son tópicos de nuestra agenda, nos acusan [a los economistas] de defender una «visión economicista» del mundo", vuelve ahora Munyo, "yo digo que no es «economicista», sino «económica»: en tanto haya dilemas que involucran a seres humanos, con sus incentivos y diferentes contextos, la economía tiene mucha riqueza para aportar".

La de la relación entre tipo de cambio y violencia de género es uno de esos aportes. Quién hubiera dicho que las políticas devaluacionistas del alfonsinismo o de Néstor Kirchner-Roberto Lavagna deterioraron la situación relativa de los derechos de la mujer, y que las revaluacionistas de Carlos Menem o de Cristina Kirchner la mejoraron. O que la UIA enfrentará otro argumento en contra cuando haga sus planteos de tipo de cambio competitivo.

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