Las huertas de Juliana Awada
De cómo revertir una imagen frívola
Hay una foto de una remolacha y debajo dice: “Jugo de remolacha, arándano y naranja”. Luego, alguien comenta que en épocas de guerra en el Reino Unido “los jardines se usaban para producir alimento”. “¿Dónde querés que haga la huerta, en el balcón?”, —pregunta otra, todas mujeres. Y finalmente una tal Tila analiza que es un despropósito mostrar verduras orgánicas (remolachas pequeñas) cuando hay personas que no cenan porque lo poco que tienen se lo dan a sus hijos. Qué rico, diosa, envidiosos, amo tu estilo y simpleza, odio al nabo de Macri, como pasto hace meses, qué importante la nutrición, namasté, qué suerte comer sin glifosato. Todo en el Instagram de esa mujer que la revista Hola compara con Jacqueline Kennedy, con Carla Bruni, con Michelle Obama. Así, multiplicado por 620 comentarios, hasta que alguien pregunta: “¿A cuántas personas explotaste para hacer la foto?” y una respuesta: “¿Por qué llevan todo al terreno de la política?”
En 2016 Mauricio y Juliana decidieron dejar su departamento y ocupar la Quinta de Olivos. Para que Juliana pudiera arraigarse necesitaba hacer remodelaciones, darle al espacio un aire familiar, cálido, armonioso con el estilo de vida de la mujer que había nacido en Villa Ballester, en el conurbano bonaerense, dentro de una familia de inmigrantes del Líbano y Siria que vio crecer su negocio textil junto con el siglo XX hasta lograr un ascenso social digno de película. La adecuación de la Quinta presidencial al gusto de la joven Awada costó 18 millones de pesos, según un informe de la Secretaría General de la Presidencia. Pero cuando ese desembolso fue aprobado, aún Juliana no había tenido la idea de construir en la Quinta una huerta orgánica. Sucede que por entonces, principios del año 2016, se acercaba la visita de su entonces homóloga estadounidense Michelle Obama, que en 2009 había instalado una huerta en los jardines de la Casa Blanca. Compartir el hobby de la horticultura les daría a las primeras damas un mundo de conversaciones.
La huerta de la Quinta, que ahora es un eje medular de la comunicación de la imagen de Juliana Awada en sus redes sociales, fue encargada a la cartera de Carolina Stanley, desde entonces aliada de la primera dama en su sensibilidad social y ambiental. El Ministerio de Desarrollo Social co-gestiona con el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) el programa ProHUERTA. Según su portal, el objetivo principal de ProHUERTA, existente desde la década del ’90, es “mejorar y diversificar la alimentación de las familias, escuelas, instituciones y organizaciones de la comunidad”. Con esa finalidad, en 20 días, construyeron los canteros, se instaló el sistema de riego y, como no daban los tiempos para que los cultivos crecieran naturalmente antes del arribo de Michelle, se trajeron plantines que se compraron a diferentes productores hortícolas.
Matías Rau, Ingeniero Agrónomo encargado de instalar el sistema de riego de la huerta, contó a El Cohete a la Luna que en la actualidad el INTA continúa prestando servicio de mantenimiento en la huerta Olivos. Rau supo del emprendimiento a través de un conocido que trabaja con el INTA y fue contratado como privado luego de una licitación compartida con dos empresas.
Antes de decidir armar la huerta que mantienen los trabajadores del INTA, de PROHuerta y de la Quinta de Olivos, la primera dama había mostrado en Instagram la huerta que cuidaba en Los Abrojos, la quinta que tiene Mauricio Macri en Los Polvorines. La furia de corazones que cosechó en esa red social fue otro de los indicios de que construir una Juliana jardinera sería una estrategia adecuada para revertir la incipiente imagen de mujer frívola, interesada sólo en la moda y el arte comercial, que por entonces flotaba en el aire.
En el acto de inauguración de la huerta de Olivos, Juliana expresó que “es muy importante poder cultivar, aunque sea en el balcón, para poder conectarnos con la naturaleza y tener mayor conciencia de lo que comemos”. Conexión con la naturaleza, alimentación consciente, lentamente el discurso de Juliana, que antes apenas balbuceaba en público se comenzó a llenar de contenido progresista. El director nacional del INTA, Héctor Espina, y el coordinador nacional de Transferencia y Extensión, Diego Ramilo, participaron del almuerzo frugal en los jardines presidenciales acompañados por Francisco Pescio, técnico del INTA AMBA y coordinador del equipo que trabaja en la huerta. También estuvieron presentes la ministra Stanley y la subsecretaria de Políticas Alimentarias de esa cartera, Ana Volpato. Macri pasó a saludar y a tomarse una foto para el Instagram.
Mientras todo esto ocurría, los familiares de Diego Soraire, trabajador del INTA fallecido en un accidente laboral, aun intentaban esclarecer las circunstancias de su muerte el 9 de septiembre de 2016.
Según informó la prensa del INTA, la huerta de Juliana produce 70 kilos de verduras por semana. De ese total, apenas 5 son consumidos por la familia presidencial. El resto es usado por los cocineros de la residencia para alimentar a los 70 trabajadores de la quinta. A su vez, los excedentes de la huerta se donan a escuelas de la zona.
“Hoy con Juliana López May visitamos la huerta de Olivos, cosechamos y después cocinamos en familia. Saber de dónde viene y cómo está hecho lo que comemos es fundamental para una alimentación saludable, por eso es tan importante volver a cocinar: chicos, grandes, hombres, mujeres, todos en la cocina”. Así escribió Juliana Awada el 10 de abril de 2018 en su cuenta de Instagram y acompañó sus palabras con varias fotos con la cocinera famosa entre las hortalizas, con un maple de huevos y una gallina (hay un módulo de 20 gallinas ponedoras, de genética INTA, más otro con conejos) y una foto más con familiares, amigas y una batería de cacerolas, todas en la cocina sonrientes.
La huerta de Beto
Pero la de Olivos no es la única huerta que le regaló el INTA y el Ministerio de Desarrollo a la diseñadora de indumentaria. En noviembre de 2016 comenzaron las obras en la Casa Rosada para instalar un emprendimiento hortícola allí donde había un helipuerto. No se trata de una obra del grupo Errorista/etcétera, que en la marcha del 24 de marzo de 2017 intervino el espacio público con un helicóptero de cartón que no pocos asociaron al inasible “Club del helicóptero”. El proyecto de la huerta orgánica es muy similar al de Olivos, los actores, los mismos. Berenjenas, tomates, hierbas, ajíes y verduras de hoja crecen ahí donde los helicópteros de María Estela Martínez y Fernando de la Rúa ascendieron y se perdieron para siempre. Mientras tanto, el helipuerto macrista fue emplazado con fondos del Gobierno de la Ciudad a ras del suelo, justo al lado de la Casa Rosada
La huerta de la terraza de la Casa Rosada, como la de Olivos, es la estrella de la comunicación de esa dependencia gubernamental. Las lechugas arrepolladas hacen delirar a los seguidores. La foto de una berenjena tiene más corazones que la de Macri saludando a Mariano Rajoy. Y la foto de Beto, el duendecillo guardián del jardín duplica en aceptación a Marcos Peña (en likes se contabilizan 7200 versus 3600). Beto ha levantado, también, polémica en Instagram. Me da miedo, qué lindo, se parece a Lula, le hace falta una casita así no se moja, qué mal gusto, me recuerda a Amélie, son algunos de los comentarios que ha cosechado la cuenta oficial de la Casa Rosada. Todo parece apuntar a desacralizar la arena política, un seguidor avispado lo señala: “Me gustaba más el perrito Balcarce”.
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