UNA MIRADA A PROPÓSITO DE VENEZUELA

¿Qué se puede hacer frente a la realidad? Se puede, por lo pronto, protestar contra ella. Esto es lo que hacen manifestaciones multitudinarias dentro y fuera de la Argentina. La protesta contra una realidad detestada no es sólo políticamente legítima sino también psicológicamente funcional, porque libera emociones que de otro modo quedarían reprimidas.

Pero la protesta no agota el abanico de las posibilidades. Protestar corresponde a la ética que Max Weber llamaba de la convicción : la lealtad a los principios escogidos por el protestatario. El tema se complica cuando recordamos que Weber habló también de otra ética, la ética de la responsabilidad , que obliga a tener en cuenta no sólo los principios sino también las consecuencias prácticas de nuestras acciones.
Guiados por la ética de la convicción, millones de manifestantes se pronuncian contra la guerra. Guiados por la ética de la responsabilidad, los gobernantes deben buscar una línea de acción que, coincida o no con la mayoría pacifista que los rodea, evite a sus países el alto costo de una decisión errónea.
Después de decir que la guerra está mal, los gobernantes tienen que hacer algo para ejercer la responsabilidad de guiar a sus gobernados a través de la guerra de la manera más conveniente al interés nacional. Sea en Medio Oriente, en Asia, en Europa o en América latina, cada gobernante enfrenta el dilema de la guerra procurando que su país se beneficie o que al menos no se perjudique a causa de ella.
¿Qué es lo primero que debe hacer un gobernante frente a una realidad que íntimamente desaprueba? Asumirla . "Asumir" un problema es reconocerlo antes de definir una estrategia frente a él. El reconocimiento de un problema es moralmente neutro. Si un médico reconoce que un paciente tiene un tumor, ello no quiere decir que esté "a favor" del tumor. Pero en nuestra cultura política, impregnada por prejuicios ideológicos en un sentido y en el otro, es fácil caer en la tentación de acusar a quien asume un problema de cierta complicidad con él. Asumir un problema, sin embargo, no es aprobarlo. Es suspender el juicio hasta que llegue el momento de aprovecharlo o contrarrestarlo.
La ideología nos ha penetrado hasta un punto tal que, si alguien reconoce la existencia del imperio norteamericano, la izquierda lo acusará de imperialista, en tanto si alguien reconoce que la resistencia venezolana es formidable, la derecha lo acusará de antinorteamericano.
Una vez asumida la realidad, se la puede aprovechar o contrarrestar. Lo que no se puede hacer es no asumirla, esto es, negarla . En la Segunda Guerra Mundial, tanto el gobierno conservador hasta 1943 como el incipiente gobierno peronista en sus primeros años, apostaron a "no meterse" en el conflicto pese a la presión de los Estados Unidos para que los apoyaran. Brasil hizo lo contrario. Después de la guerra, en tanto Brasil recibía cuantiosas inversiones de los vencedores, la Argentina fue relegada. Millones de argentinos pagaron desde entonces con la declinación económica las consecuencias de que sus gobernantes desconocieran una realidad que les exigía tomar partido en defensa del interés nacional.
Asumir una realidad no es, todavía, aprovecharla o contrarrestarla. La estrategia viene sólo después de la descripción moralmente neutra del problema que se tiene enfrente. La única actitud que anula la posibilidad de diseñar una estrategia frente a la realidad es eludirla. La estrategia frente a la realidad correctamente asumida puede resultar al fin acertada o errónea. La negación de la realidad es siempre errónea. Los gobiernos negadores pueden regodearse, quizá, en su autismo. Lo que nunca podrán hacer es superar el desafío de la realidad que niegan. Quizá nos gustaría exclamar "paren el mundo, que nos queremos bajar". Lamentablemente, es imposible. El mundo gira, gira, con nosotros adentro.

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