ARGENTINA EN CRISIS

La implosión del liderazgo

Muy interesante la reflexión del autor: "(...) En las evaluaciones PISA, Corea del Sur siempre está en el podio. Argentina dejó de ser el faro educativo de Sudamérica y está por debajo de Chile, Ecuador y Colombia. En Corea del Sur hay maestros y profesores. En Argentina tenemos “trabajadores de la educación”. El liderazgo educativo argentino no sólo es vetusto y ha implosionado. Lo peor es que ha devenido en tóxico. (...)". También esto: "La crisis de los partidos es consecuencia y no causa de la crisis. Es la implosión de las élites, por sus falsas repuestas, la causa nodal de la crisis." Aquí la nota completa:
Por JUAN CARLOS TORTI
Economista. Exprofesor de la Universidad Nacional de Río Cuarto (Córdoba).
"No es casual que todo el liderazgo se encuentre en la picota."
Etimológicamente, crisis designa a un cambio traumático que deriva en una situación social inestable y peligrosa en lo político, económico, militar, medioambiental, etc. Bajo esta premisa no quedan dudas de que el mundo y la Argentina se encuentran bajo una crisis profunda. Pero crisis también es “decisión”. Cómo solucionar los efectos de la crisis. Y las “soluciones” son tarea de las élites y los liderazgos.
La Revolución Tecnológica requiere de nuevos paradigmas que generen ideas distintas para tratar un fenómeno imparable. En términos de Joseph Schumpeter, fase aguda de capitalismo destructivo. Por el contrario, los liderazgos han insistido en aplicar los viejos paradigmas para una situación completamente nueva y con aristas profundamente complejas.
El resultado está a la vista. Los liderazgos implosionaron. La generación “Y” es la vanguardia de la brutal puesta en tela de juicio de los viejos paradigmas y de sus gerenciadores. Desde el prisma de los millennialstodas las instituciones y sus líderes son vetustos. Tienen razón. Para entender y gestionar el nuevo Mundo 2.0 se necesita un cambio copernicano en todas las instituciones y sus liderazgos. Insistir con las viejas herramientas, esperando resultados distintos, es el camino más corto hacia el fracaso. Es lo que está ocurriendo. En todo el mundo. Casi sin excepciones.
La 4ta. Revolución Industrial no es un cisne negro. El liderazgo y las élites estaban avisadas de los cambios hace mucho tiempo. Zbigniew Brzezinski publicó “Between Two Ages: America's Role in the Technetronic Era” ¡¡en 1970!! Daniel Bell publicó “The post-industrial society: a venture in social forecasting”  ¡¡en 1973!!Hace casi cinco décadas que se sabía que algo muy grande iba a ocurrir. Y ocurrió. Pero el liderazgo continuó machacando con el paradigma de las viejas industrias y viejos empleos, sin avizorar que todo eso iba a desaparecer a una velocidad nunca antes vista en la historia de la humanidad. Sin percatarse que se entraba en la era del conocimiento y que ello requería una sistema de educación absolutamente distinto al aplicado durante el Siglo XX.

No hay sindicatos en Silicon Valley. Los millennials arreglan y acuerdan personalmente con su empleador su contrato de trabajo.
No hay sindicatos en Silicon Valley. Los millennials arreglan y acuerdan personalmente con su empleador su contrato de trabajo.
No hay sindicatos en Silicon Valley. Los millennials arreglan y acuerdan personalmente con su empleador su contrato de trabajo.
El liderazgo tradicional es una relación de poder. El líder sabe, decide y manda. Su rol no es equivocarse, ni aprender, ni escuchar.

Los sindicatos y el sindicalismo son ejemplos cabales del cambio del paradigma. Hijos de la Revolución Industrial no tienen cabida en la Revolución del Conocimiento. No hay sindicatos en Silicon Valley. Los millennials arreglan y acuerdan personalmente con su empleador su contrato de trabajo. Los gerentes de Recursos Humanos son cada vez más jóvenes, para entender a las personas que deben contratar. Las organizaciones saben que el nuevo personal no tiene nada que ver con el anterior.
Un millennial acuerda, en primer lugar, con su empleador... las vacaciones. Luego discute salario y trabajo por realizar, centrando sus pedidos en la flexibilización horaria. El contrato de trabajo es individual, no colectivo. En este esquema, queda claro que el liderazgo sindical se esfuma.
Corea del Sur fue uno de los pocos países que entendieron el porvenir. Cuatro décadas atrás era un país rural, con un ingreso per cápita menor al argentino. Hoy es un líder tecnológico mundial y el ingreso per cápita es seis veces superior al vernáculo. La diferencia estriba en los respectivos liderazgos educativos.
Argentina tiene un sistema educativo que atrasa un siglo. Corea del Sur tiene un liderazgo educativo 2.0. En Argentina el ciclo lectivo arranca con una huelga docente. En Corea del Sur el examen de inglés anual es nacional. Se realiza un día domingo y durante su transcurso no puede volar ningún avión sobre territorio coreano. Se necesita silencio…..
En las evaluaciones PISA, Corea del Sur siempre está en el podio. Argentina dejó de ser el faro educativo de Sudamérica y está por debajo de Chile, Ecuador y Colombia. En Corea del Sur hay maestros y profesores. En Argentina tenemos “trabajadores de la educación”. El liderazgo educativo argentino no sólo es vetusto y ha implosionado. Lo peor es que ha devenido en tóxico.
La implosión del liderazgo es un virus mundial. Donald Trump propone como salida del desempleo en el área del Iron Belt la vuelta de la producción del carbón. Combustible del Siglo XIX, altamente contaminante. Negando, de paso, el fenómeno del cambio climático. El Reino Unido vota el Brexit. ¿Qué pensarían Ronald Reagan y Margaret Thatcher de Trump y Teresa May? Nada bueno, por supuesto. De campeones del capitalismo y el libre comercio a promotores del proteccionismo y el aislamiento. Huelga recordar que los cuatro pertenecen a partidos políticos conservadores: Republicano y 'Tory'. Cuarenta años atrás, nadie hubiera imaginado que la República Popular China y el Partido Comunista chino se iban a convertir en los campeones del libre comercio. Es lo que hay, tal como afirman los millennials.
No es casual que todo el liderazgo se encuentre en la picota. La política, economía, sindicatos, educativos, industriales, periodísticos, intelectuales, universitarios, religiosos, empresarios y un largo etcétera están implosionados. La crisis se vino encima y las respuestas fueron erróneas. El liderazgo político implosionado muestra facetas inéditas. Debatir acerca de la debacle de los partidos y el sistema de partidos, en términos de Giovanni Sartori, es igual que poner el carro delante del caballo. La crisis de los partidos es consecuencia y no causa de la crisis. Es la implosión de las élites, por sus falsas repuestas, la causa nodal de la crisis.
Posiblemente el liderazgo deportivo en Argentina sea el caso a estudiar a la hora de visualizar la destrucción institucional. La Asociación del Fútbol Argentino es vista por la mayor parte de la opinión pública como un antro de mafiosos. El liderazgo de Julio Grondona fue de los más tóxicos que produjo nuestra sociedad. Supo fallecer a tiempo. Hoy estaría preso por la Justicia de los Estados Unidos. Corrupción, lavado de dinero, arreglos de partidos, cohechos de todo tipo y color. Todo aupado por la FIFA. Un Estado dentro de otro Estado. Como la CONMEBOL, que en Paraguay tenía statu-quo diplomático y la Justicia no podía investigar delitos, ni mucho menos producir condenas.

El liderazgo tradicional es una relación de poder. El líder sabe, decide y manda. Su rol no es equivocarse, ni aprender, ni escuchar.
El liderazgo tradicional es una relación de poder. El líder sabe, decide y manda. Su rol no es equivocarse, ni aprender, ni escuchar.

Para facilitar la corrupción desenfrenada, la FIFA produjo una extorsión increíble: si el Estado interviene en cualquier Asociación, los equipos de ese país no pueden jugar a nivel internacional y su selección está impedida de concurrir a la Copa del Mundo. En cualquier país futbolero eso equivale a total impunidad. Es sabido que esa genial idea fue pergeñada por Don Julio. “Poder es impunidad” fue el lema de Alfredo Yabrán. Julio Grondona la tuvo hasta la muerte.
Verbigracia, la Iglesia Católica al proponer ideas decimonónicas como cura de los problemas, lo único que logra es perder fieles en todo el mundo. En Brasil a manos de los pastores evangélicos, en Chile con el avance del agnosticismo. Desde Pío XII que no se veía a un Papa en medio de una furiosa tormenta.
La implosión del liderazgo hace aparecer nuevos “Mesías”. A la reaparición de la llamada “izquierda dura” se le contrapone el renacimiento de la “derecha dura”. El trotskysmo gobierna Grecia y gestiona el mayor ajuste económico de la historia humana. En Francia gobierna Emmanuel Macrón, como consecuencia de la implosión del socialismo y de la derecha gaullista. A meses de su asunción, el Presidente galo es apoyado por sólo el 21% del electorado. En España, el PP y el PSOE puede que dejen de existir en poco tiempo. En Austria, Holanda y Alemania sobrevuela el fantasma de las agrupaciones neo nazis. Italia ha retornado a su base profunda, la anarquía. Hungría es gobernada por un fascista confeso. Los Balcanes se inclinan en la misma dirección. El Estado de Bienestar sueco está en terapia intensiva. La mitad de los suecos vive solo. Uno de cada cuatro suecos muere solo. Buena parte de los matrimonios vive en casas separad as. La tasa de natalidad es muy baja. La tasa de suicidios crece, en medio de la riqueza y el bienestar. La progresía y lo políticamente correcto tiene daños colaterales graves.
La crisis llegó al liderazgo organizacional. Los famosos CEO´S se encuentran en franco retroceso. Como bien expresa Sonia Jalfin, “Otro cambio social y tecnológico que disrumpe el liderazgo tradicional es el florecimiento de nuevas formas para organizar el trabajo, con estructuras más horizontales. Hay empresas que directamente abolieron a los jefes. Muchos de los nuevos formatos vienen de la industria del software, donde se trabaja en equipos diversos, en tareas paralelas más que secuenciales, con pocas o nulas relaciones de jerarquía, en períodos cortos que permiten el error y su corrección a bajo costo. Por último, la innovación digital, con su ritmo hiperacelerado, crea liderazgos más efímeros. Los CEO duran menos en sus cargos y las prime ras marcas viven amenazadas por posibles disrupciones que pueden venir de cualquier industria y que ya no se detienen ante las viejas barreras de acceso. Por si fuera poco, los avances en inteligencia artificial permiten hoy reemplazar a los CEO por robots en algunas de sus tareas, y es probable que los CEO del futuro tengan que aprender a ser híbridos: personas apoyadas por máquinas y viceversa. El liderazgo tradicional es una relación de poder. El líder sabe, decide y manda. Su rol no es equivocarse, ni aprender, ni escuchar, como hacen los que están debajo en la jerarquía, en su equipo, entre sus seguidores. Todo eso hoy suena a animal en extinción”.
Uno de los daños colaterales más graves de la implosión de las élites ha sido la rápida puesta en juicio de la legitimidad de la dirigencia. Es un fenómeno mundial. Los Jefes de Estado hoy celebran si un 40% de los ciudadanos no los cuestionan de cuajo. La teoría de la “campaà ±a permanente” impide administrar correctamente, dado que las “promesas de campaña” se van corrigiendo de acuerdo al viento producido por la opinión pública. Si Chuchill hubiera gobernado en base a las hipótesis de su antecesor, posiblemente hoy en el Reino Unido se hablaría en alemán.
Los Jefes de Estado habitualmente se cuidan de dar “malas noticias”. Manda el pensamiento “light”. Al cóctel hay que agregar otro concepto: lo “políticamente correcto” devenido en religión. Ergo, el dogma es el que gobierna e impide el debate de soluciones concretas para problemas concretos. Verbigracia, en Argentina, nadie sabe cuales son los intereses permanentes de la Nación. No es casual que la diplomacia vernácula navegue desde hace décadas de acuerdo a los caprichos, miserias e ignorancias del gobierno de turno.
La implosión de la dirigencia lleva consigo el ateísmo sobre ella de los conducidos. La masa quiere soluciones rápidas y sobre todo, indoloras. Los populismos de toda laya nacen cuando las coyunturas internacionales originan huracanes de cola. Cuando el viento mengua o se pone de frente, se echa mano de un argumento religioso: hay una conspiración mundial contra el país. La culpa siempre está afuera, jamás adentro. Aparecen las llamadas “grietas” y el debate se torna dogmático-religioso haciendo desaparecer las formas del conocimiento científico. Y con ello, también se esfuma la idea del desarrollo como un proceso, en el cual hay primero costos, antes de llegar a los beneficios. Todo debe ser rápido, con muchos derechos, pero sin ningún deber. Es el realismo mágico latinoamericano. Dado que la élite no produce “magias” entra en crisis y la sociedad ingresa en el “sálvese quien pueda y como pueda”. El proyecto de Nación como conjunto muere a manos de la salvación individual, donde todo vale.
En este proceso lo importante queda totalmente de lado y es reemplazado por lo urgente. Ergo, el deterioro institucional comienza a incrementar su velocidad hasta un punto en que nadie cree en nada. Eso es hoy la Argentina. Una reciente encuesta, poco difundida, porque mete a toda la élite en la misma olla, muestra números que dan pavor. Solamente el 2% de los argentinos cree en los sindicatos y en la dirigencia deportiva, 4% cree en el Congreso y el Poder Judicial, 8% cree en el empresariado, 10% en el periodismo y el Poder Ejecutivo, 12% cree en la Iglesia y siguen las firmas. Lo mejor ponderado son las Universidades Nacionales: 34%. Definitivamente, la sociedad argentina bascula entre el agnosticismo y el ateísmo institucional. Momento ideal para pensar en lo importante y en los intereses permanentes de la República, en el marco de la revolución tecnológica del Siglo XXI. Eso sí, sin dogma s incuestionables, ni políticas siempre políticamente correctas.

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