EN ARGENTINA 2 DE CADA 3 ALUMNOS NO APRENDEN A LEER
IDESA.
Los 30 años de democracia se celebran en uno de sus peores momentos. La degradación institucional llegó al extremo de permitir la insubordinación policial que dio pie a graves hechos de vandalismo. La impericia en la gestión pública lleva a que cada vez se paguen más impuestos y a cambio los servicios del Estado sean cada vez peores, como por ejemplo los educativos. Ante el desamparo que genera el debilitamiento del Estado algunas familias apelan a los servicios privados, pero es una alternativa que no suple el rol de sector público y agrava las inequidades.
Los 30 años de democracia se celebran en uno de sus peores momentos. La degradación institucional llegó al extremo de permitir la insubordinación policial que dio pie a graves hechos de vandalismo. La impericia en la gestión pública lleva a que cada vez se paguen más impuestos y a cambio los servicios del Estado sean cada vez peores, como por ejemplo los educativos. Ante el desamparo que genera el debilitamiento del Estado algunas familias apelan a los servicios privados, pero es una alternativa que no suple el rol de sector público y agrava las inequidades.
PISA es una prueba internacional que se toma en 65 países cada 3
años a jóvenes de 15 años de edad con la finalidad de evaluar sus
capacidades de lectura, de pensamiento matemático y análisis en
ciencias. Si bien ningún indicador puede sintetizar la multiplicidad de
factores que hacen a la formación de una persona, PISA tiene la ventaja
de contar con un amplio reconocimiento técnico en el mundo y permite
comparar el desempeño de los sistemas educativos a lo largo del tiempo.
En la última evaluación realizada en el año 2012, la Argentina ocupó las
posiciones entre 58° y 60°, dependiendo de la disciplina.
Tomando el nivel 2 de la evaluación en capacidades de lectura –que
los responsables de la prueba consideran como el umbral mínimo de
capacidades para poder desarrollar un futuro con éxito en el mercado
laboral– en el año 2000 el 44% de los jóvenes argentinos estaba por
debajo de este nivel. En el año 2009 esta proporción había aumentado al
52% y en el año 2012 llegó al 54%. Es decir, en los últimos doce años
aumentó considerablemente la proporción de jóvenes que no entienden lo
que leen.
Desagregando esta misma información por área geográfica del país y tipo de escuela aparece que:
· En la Ciudad de Buenos Aires, el 56% de los alumnos de
escuelas estatales no alcanza el nivel 2 de lectura mientras que en las
escuelas privadas el 15% no llega.
· En la región pampeana, Cuyo y Patagonia, el 67% de los
alumnos de las escuelas estatales no alcanza el nivel 2 y en las
escuelas privadas el 26% no llega.
· En el NOA y NEA, el 66% de los alumnos de las escuelas
estatales no alcanza el nivel 2 mientras que en las escuelas privadas
esta proporción es del 49%.
Estos datos muestran que el proceso de degradación educativa del
país es intenso y heterogéneo. En la Ciudad de Buenos Aires, las
familias que pueden pagar una escuela privada –que representan
aproximadamente la mitad de la matrícula– obtienen resultados similares a
Australia o Dinamarca. En la región centro, Cuyo y Patagonia, que es
muy importante porque aglutina al 70% de la matricula de primaria y
secundaria de todo el país, los que pueden pagar una escuela privada
obtiene resultados asimilables a Israel o Eslovaquia, pero entre los
alumnos que asisten a escuelas públicas dos tercios no desarrollan
habilidades en lectura y representan el 69% de la matricula.
Similares bajos resultados se observa en las escuelas publicas del
norte del país que representan el 84% de la oferta educativa total de la
región y entre las pocas escuelas privadas que funcionan en el norte
apenas la mitad de los alumnos supera el nivel 2 de lectura.
Es claro que la degradación educativa es generalizada, pero
su ensañamiento es con los segmentos más débiles de la sociedad.
Mientras que en la Ciudad de Buenos Aires muchas familias acceden a
buenos niveles de educación, en las regiones más postergadas estas
posibilidades están vedadas incluso para las familias más pudientes.
Resulta paradójico que esta degradación se produzca en un contexto
de enorme aumento del gasto público, incluyendo el destinado a
educación. Este proceso se viene sosteniendo con un inédito crecimiento
de la presión tributaria, que pasó del 21% del PBI en el año 2000 al 37%
en el año 2012, convirtiendo a la Argentina en el país donde más
impuestos se paga dentro de Latinoamérica. De estos recursos, 6% del PBI
se dedican a educación pública lo que coloca a la Argentina también
entre los países que más gastan en educación. Pero los resultados están
entre los más bajos de la región.
Que los últimos resultados de PISA muestren el histórico retroceso
educativo argentino superpuesto a las imágenes de un país disgregado por
la violencia no es fruto de la casualidad. Es el resultado de una
administración del Estado guiada por una desaforada puja por la
apropiación de fondos públicos sin la más mínima consideración por el
interés general. Un ejemplo concreto son los aumentos de salarios
públicos con los cuales se está tratando de superar el estado de caos.
Resulta extremadamente sugerente que en una instancia donde se está
decidiendo un nuevo sacrificio para la población –que tendrá que pagar
más impuestos para financiar el aumento de salarios– no aparezca, ni
siquiera como un tema accesorio, la mejora de los servicios estatales.
Comentarios