LA MISMA INSEGURIDAD DE SIEMPRE PERO CON POLICÍAS MEJOR PAGOS
(Idesa).
El envío tardío de la Gendarmería a Córdoba desembocó en un caos con
consecuencias muy graves en términos de disgregación social. Se trata de
otro testimonio que demuestra que agrandar el sector público, sin
sentido estratégico y aplicando precaria gestión, no sólo no garantiza
mejores servicios públicos sino que, en muchos casos, los empeora. Para
que el Estado opere como promotor de calidad de vida y equidad tiene que
dejar de ser el ámbito donde diferentes actores pujan por la
apropiación de fondos públicos y adoptar una gestión más profesional.
El auto acuartelamiento de la Policía de la Provincia de Córdoba
junto con la demora en el envío de fuerzas de seguridad alternativas
desencadenó una situación caótica. Muertes y enormes daños económicos
son los resultados inmediatos de esta falla en el sistema de seguridad.
Pero lo más grave y perdurable es el profundo resentimiento social que
ha quedado instalado por la violencia y el estado de anarquía.
A esto se le agrega una nueva profundización del proceso de
apropiación de fondos públicos en base a métodos cada vez más violentos
y donde el interés general (es decir, el de la población que paga los
impuestos para sostener el funcionamiento del Estado) es dejado
totalmente de lado. Prueba de ello es la inmediata diseminación
del reclamo policial a otras provincias y a otros sectores de la
administración pública provincial.
El origen de los hechos en Córdoba fue el reclamo de mejores
condiciones laborales para el personal policial. Por ello, resulta
pertinente analizar la evolución que han tenido los salarios y el empleo
en el sector de seguridad en los últimos años. Según datos oficiales
publicados por la Provincia se observa que entre los años 2003 y 2013:
> La cantidad de policías pasó de 14.000 a 23.000 agentes.
> Esto significa que la cantidad media de ciudadanos que cada policía tiene que cuidar se redujo de 225 a 144 en una década.
> El salario real promedio de un policía pasó de $4.300
en el año 2003 a casi $9.900 en el año 2013, es decir, en la última
década creció un 130% en términos reales o sea corregido por inflación.
Estos datos muestran que el crecimiento de los recursos
dedicados a seguridad ha sido muy importante. La mayor asignación de
fondos públicos se utilizó para impulsar una masiva contratación de
nuevos policías y sostener un fuerte aumento de los salarios de
policías.
Las remuneraciones de los policías crecieron muy por encima
de la inflación (no la oficial, sino la medida por las provincias que
es más realista) e incluso superaron a las que perciben los trabajadores
del sector privado. Mientras que a la salida de la crisis del
año 2002 un policía ganaba casi lo mismo que un asalariado privado, en
la actualidad su remuneración es un tercio más alta.
Las evidencias son suficientes para descartar el argumento
de que el desencadenante del conflicto es la insuficiencia de recursos
que deriva en deterioro de las condiciones laborales. Si bien
evaluar la razonabilidad de la remuneración es controvertido,
especialmente cuando se trata de una profesión riesgosa y sacrificada
como la policial, el dato objetivo es que, al menos en la última década,
la remuneración en la policía de Córdoba nunca estuvo mejor que en la
actualidad. Por lo tanto, si sólo se tratara de un tema laboral los
reclamos y amotinamientos se deberían haber producido mucho antes.
El problema central no es la insuficiencia de recursos sino la debilidad en la gestión del sector público.
Los fracasos no se originan en la falta de recursos sino en la falta de
calificación del personal, tecnología, evaluación de resultados,
incentivos, transparencia y correcta articulación entre diferentes
sectores. El hecho de que sólo con haber adelantado algunas horas el
traslado de Gendarmería se habría evitado el caos demuestra que hay
recursos, solo que se necesita una gestión más profesional.
El conflicto policial se destaca por la gravedad institucional y por el resentimiento social que ha generado entre la población.
Pero en su esencia responde a lógicas muy parecida a lo que ocurre en
otras áreas, como la educación, la salud y el resto de los servicios
públicos. El funcionamiento del Estado esta distorsionado por reglas que
inducen a la puja por la apropiación de fondos públicos con total
desprecio por el interés de los ciudadanos. Esto explica la paradoja de
que nunca como ahora se pagan tantos impuestos y, sin embargo, el Estado
nunca fue tan débil; en algunos casos inexistente, como ocurrió con la
seguridad en la provincia de Córdoba.
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