LA RACIONALIDAD VS. EL FUNDAMENTALISMO: FABREGAS - KICILLOF
No
hay que perder de vista que la idea central del gobierno, como dijimos
la semana pasada, es aplicar algunas medidas aisladas que le permita
llegar a mediados de 2015 con chances electorales de participar en un
Ballotage.
Para tener chances electorales dentro de un año y medio, el gobierno sabe que tiene que preocuparse
por resolver el problema de la caída de las reservas del BCRA, el dólar
paralelo y la brecha cambiaria y la inflación en el corto plazo.
¿La pregunta más importante a contestar es si la nueva conducción, Capitanich /Kicillof, tendrá
éxito en su triple objetivo? Esta respuesta exige poder anticipar la
futura evolución de la trayectoria de la inflación, del dólar paralelo y
las reservas.
Poder anticipar dichas trayectorias futuras amerita predecir el
impacto de las medidas económicas que el gobierno ya tomó y las que
pueda llegar a adoptar.
Poder adelantar el impacto de las medidas exige no sólo identificar
el origen de los problemas macroeconómicos, sino entender las inter
relaciones entre cada uno de ellos y su impacto sobre la totalidad de
los mercados a lo largo del tiempo.
El origen de los problemas
El trauma macroeconómico actual está caracterizado fundamentalmente por una fuerte inflación, los problemas cambiarios y la caída de las reservas.
Sin embargo, la inflación, los problemas cambiarios y la pérdida de
reservas son sólo consecuencias y no el centro neurálgico del
problema.
La distorsión de precios relativos es el principal problema
estructural detrás de los desequilibrios macroeconómicos actuales. Los
subsidios y la política de precios regulados abarataron en forma
exagerada un conjunto de bienes y servicios, lo que generó, por un lado, una sobre expansión del consumo y por el otro desestimuló la inversión.
Por ende, se generaron altas tasas de crecimiento con aceleración inflacionaria y desabastecimiento.
Según las declaraciones del ministro de Economía, la política de subsidios brindó poder adquisitivo a los consumidores y competitividad a las empresas y generó tasas de crecimiento elevadas.
En este marco, se intensificó la política de subsidios y de ingresos para generar más consumo y más crecimiento. Los subsidios pasaron de 0% (2004) a 5% (2013) del PBI. Como consecuencia de los subsidios el Estado Nacional pasó de un superávit financiero de 2.6% a un déficit de -2.6% del PBI.
En ese marco, los subsidios pasaron de estar financiados con emisión monetaria de un 25% a un 100%.
Paralelamente, el desabastecimiento y la inflación fueron atendidos
con cupos / trabas a las exportaciones y acuerdos de precios, que
terminaron desincentivando aún más la inversión, la producción y la
oferta de bienes y servicios.
De este cóctel de políticas, surgió un escenario de crecimiento con
desequilibrio fiscal y emisión monetaria crecientes, que intensificó la
distorsión de precios relativos.
El gobierno con su política de subsidios, cupos y trabas acrecentó
la distorsión de precios relativos e incentivó la inflación, trasladando
la mayor distorsión de precios del mercado doméstico al sector externo
de la economía.
La distorsión de precios relativos del sector externo se materializó en expectativas de devaluación
y fuerte pérdida de reservas en 2011. El gobierno volvió a ir por
detrás de los acontecimientos y no atacó el origen del problema.
Por el contrario, puso el Cepo, que incentivó aún más la
distorsión de precios relativos, generando un dólar paralelo y una
brecha cambiaria.
En síntesis, el dólar paralelo, la brecha cambiaria y la pérdida de
reservas son el proceso de ajuste que emana de la distorsión de precios
relativos.
Las medidas de la dupla Capitanich / Kicillof serían
exitosas y alcanzarían su triple objetivo si y sólo si tuvieran
capacidad de resolver los problemas de fondo de nuestra economía,
atacando las causas de los desequilibrios y resolviendo la distorsión de
precios relativos.
Las Medidas
Las reservas están cayendo a un ritmo superior a los US$ 100
millones por día. A diferencia de lo que vino sucediendo desde hace dos
años, la nueva conducción se dio cuenta que para contrarrestar la
pérdida de reservas no alcanza con “pisar” la salida de dólares, sino
que es imprescindible también estimular la entrada de divisas.
> El Trípode: la entrada de dólares
Después de 10 años de mantener una posición férrea y contraria, el gobierno muy probablemente le pagará a los holdouts, iniciará la reestructuración de la deuda con el Club de París y “arreglará” con
el FMI para poder volver a los mercados de crédito internacional, con
la única intención de lograr que entren dólares. El acuerdo con Repsol
es una señal hacia donde se moverá el gobierno. Pero todas estas buenas
intenciones, necesitan tiempo para realizarse y sus efectos positivos
sólo se plasmarán en el mediano plazo.
El acuerdo con Repsol, la primera de estas medidas en esa
dirección, va por detrás de los acontecimientos y su principal objetivo
es intentar atraer dólares de IED por la cuenta capital.
El ingreso neto de divisas a partir de este acuerdo podría
materializarse en el mediano y largo plazo. En un escenario positivo, el
acuerdo con Repsol podría conducir a una entrada neta de dólares en
2014 poco significativa en relación a la pérdida diaria de reservas. De
esta manera, contribuiría poco a mitigar la presente caída de reservas y
los problemas cambiarios.
> El Trípode: la salida de dólares
Tal como se venía haciendo en el pasado, se inició la aplicación de
“nuevas” medidas para contener la salida de dólares. El impuesto
interno a los autos de alta gama, y no tan alta, apunta a desestimular
la compra de autos importados y la suba de la alícuota para las compras
con tarjetas al 35% pretende reducir las compras con “plástico” en el
exterior y vía internet.
Con estas medidas se apunta a que el BCRA gire menos dólares al exterior y así pierda menos reservas.
La suba de la alícuota al 35% y el nuevo impuesto a los automotores son anuncios que no implican
grandes cambios en relación a las políticas aplicadas durante los
últimos años y que llevaron a nuestra macroeconomía hasta su estado
actual.
En este sentido, el ejemplo paradigmático es la suba al 35% de la
alícuota en las tarjetas. En el pasado dicha alícuota fue subida de 0% a
15% y luego al 20%. A pesar de su suba, la velocidad a la cual el BCRA
siguió perdiendo reservas se aceleró.
El impuesto a los automotores no es muy diferente a las trabas a
las importaciones, que tampoco sirvieron para detener el drenaje de
reservas pero sí afectaron negativamente la producción, el empleo y el
nivel general de actividad económica.
Es decir, estas medidas aisladas que no resultaron en el pasado y
agravaron los problemas, lucen débiles para lograr el éxito esperado.
> El Trípode: la inflación
Medidas tendientes a contener la inflación no fueron anunciadas todavía. Pero sí hubo declaraciones
de los nuevos funcionarios, que sostuvieron que seguirán con los
acuerdos de precios y que se propiciarán acuerdos sectoriales entre
cámaras industriales y gremios con el objetivo de “coordinar” subas de salarios y precios.
Es difícil creer que los acuerdos de precios puedan ser muy
diferentes a los que aplicaba el antiguo secretario de comercio
interior. Si los acuerdos de precios no solucionaron el problema de la
inflación en el pasado, no deberíamos esperar que lo solucionen en el presente.
A partir de algunas declaraciones y trascendidos se puede inferir que el gobierno muy probablemente apuntaría a un ajuste de nominalidades; es decir un aumento de salarios y precios similar entre sí, con un ajuste menor del tipo de cambio, para usarlo como ancla anti inflacionaria.
Claramente, si el principal problema macroeconómico es la
distorsión de precios relativos, un plan basado en nominalidades tampoco
estaría en condiciones de brindar solución a los actuales y principales
problemas de nuestra economía.
En pocas palabras, ninguna medida parece solucionar la
distorsión de precios relativos con la magnitud y a la velocidad que
nuestra macroeconomía necesita. El verdadero desafío pasa por cambiar la
política monetaria, fiscal y cambiaria; teniendo en cuenta las
interrelaciones de las tres esferas a lo largo del tiempo.
Las reservas, el tipo de cambio y la inflación exigen que se actúe
fuerte e inmediatamente desde la esfera monetaria. Las reservas se
pierden a un ritmo de US$100 millones por día, es decir hay que actuar
lo más rápido posible desde la esfera monetaria.
En contra juega que los efectos de la política monetaria actúan con
retardo. A favor, que los cambios se pueden introducir inmediatamente.
Desde la política monetaria se debería desarrollar instrumentos en
pesos que ofrecieran un retorno real (ajustado por inflación) mayor que
el dólar blue. Este mecanismo incentivaría la demanda de pesos y
diluiría la demanda de dólares, actuando contra la aceleración de la
inflación y la apreciación del dólar en el mercado paralelo.
Con instrumentos con retornos positivos en pesos bajaría la inflación y la brecha cambiaria se reduciría en forma sustentable.
Por el contrario, en el presente, la brecha cambiaria baja a expensas de políticas inconsistentes e ineficientes.
La actual reducción de la brecha cambiaria es resultado de una política
inconsistente (basada en la aceleración del ritmo de devaluación
oficial) y otra ineficiente (venta de bonos del ANSES que baja el “contado con liqui”).
La aceleración del ritmo de devaluación es inconsistente porque va contra los objetivos buscados. Por eso es que otra
de las medidas del BCRA que ha trascendido es la colocación de letras
nominadas en pesos ajustables por el tipo de cambio oficial. La
Letra se entregará a las cerealeras que ingresen divisas al mercado
local y será endosable, pero exclusivamente dentro de la cadena
agropecuaria.
El objetivo de la medida es que los productores no esperen
una mayor suba del dólar oficial para vender, sino que queden cubiertos
de ese aumento al recibir la letra emitida por el BCRA.
A su vez, el dólar paralelo baja porque el ANSES vende bonos
nominados en dólares, lo que es ineficiente en materia de manejo de
activos. En términos coloquiales, el ANSEs le está haciendo perder
dinero a nuestros jubilados.
De acuerdo a trascendidos y versiones, la nueva conducción del BCRA
sería proclive a subir tasas y desarrollar activos en pesos con
rendimientos positivos. Sin embargo, parece poco probable que el BCRA
asuma una agresiva política de colocación de LEBACs y de suba de tasas
para revertir el exceso de oferta de pesos y evitar la fuga al dólar.
La racionalidad del presidente del BCRA chocaría contra el
fundamentalismo del Ministerio de Economía. En definitiva, la política
monetaria no se volvería prudente y anti inflacionaria.
Lo más probable sería que la inflación no pierda terreno, que los problemas cambiarios continúen
y que el drenaje de reservas siga su curso, afectando negativamente el
nivel de consumo, inversión, creación de puestos de trabajo.
Paradójicamente, en este contexto macroeconómico signado por los desequilibrios, un menor
nivel de actividad con menos consumo e inversión implicaría menos
déficit de cuenta corriente; y por ende menos pérdida de reservas. Es
decir, a expensas de menor nivel de actividad y empleo puede caer en algo la velocidad a la cual el BCRA pierde reservas.
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