DEBATE SOBRE INFLACIÓN CON LIBERTARIOS by Rolando Astarita

              Debate sobre inflación con “libertarios”

El objetivo de esta entrada es examinar las principales diferencias que tenemos los marxistas con los “libertarios” (anarquistas de la propiedad privada, tipo Milei) sobre la inflación y teoría monetaria. Aunque el disparador de lo que sigue fue una reciente polémica (aquí) entre Christian Castillo, dirigente del PTS, y Ramiro Marra, de “La libertad avanza”, intentaré ubicar las diferencias en un encuadre más general, referido a las teorías del valor y su relación con los enfoques monetarios.  

 Una aclaración previa imprescindible: ¿escuela austriaca o teoría cuantitativa?

Javier Milei, y en general los “libertarios”, se declaran partidarios de la escuela austriaca de Economía (Menger, Böhm Bawerk, Mises, Hayek, Rothbard, entre otros), pero a la hora de explicar la inflación recurren a la teoría cuantitativa (o monetarista) del dinero (entre otros referentes Hume, Ricardo, Fisher, Friedman). Según los monetaristas, el aumento de la cantidad de dinero por encima de lo que crece la economía “real” provoca el aumento general de precios. O sea, la relación es ↑ M → ↑ yP (producto real × precios). Si la economía está “a pleno uso de recursos”, el aumento de M se traslada enteramente a P. Los monetaristas afirman, además, que esta relación está plenamente corroborada por los estudios empíricos: los precios siempre aumentan, con un cierto retraso, luego del aumento de M. Pero no es lo que dicen los austriacos. Es que, de acuerdo a esta corriente, el aumento de la masa de dinero no actúa sobre el nivel de precios, sino sobre la tasa de interés (me baso en Hayek, en particular Prices and Production, de 1931). Lo cual lleva a cambios en la inversión, y en la estructura de la producción, dando lugar al ciclo económico, con los consiguientes cambios de los precios relativos.

O sea, con el encuadre austriaco el nivel general de precios no tiene por qué verse afectado con el aumento de M.  Por eso, Hayek criticó la ecuación de Fisher (masa de dinero × velocidad = precios × transacciones; referencia obligada de la teoría cuantitativa). Destacamos que, de acuerdo a Fisher, el dinero es neutral. Por eso, una duplicación de la cantidad de dinero, por caso, provocaría una duplicación de los precios (manteniéndose constante las transacciones), sin afectar a la tasa de interés ni a otras variables “reales” (consumo, inversión, tipo de cambio real, etcétera). Pero esto es lo contrario de lo que afirma Hayek, y lo que dice su teoría del ciclo (que los austriacos defienden hasta el día de hoy).    

En cuanto a la evidencia empírica, Hayek plantea que el método estadístico (pilar en la teoría de Friedman) no es el apropiado para establecer las relaciones entre las variables económicas: “… la corroboración de evidencia estadística no provee, por sí misma, una prueba de corrección” (p. 31 The Trade Cycle). Sostiene también que las magnitudes agregadas no influyen en las decisiones de los individuos, y por lo tanto no se pueden establecer relaciones de causa y efecto entre variables como M y nivel de precios, como hace la teoría cuantitativa. Lo que importa, enfatiza Hayek, son fenómenos individuales. En cambio, la teoría cuantitativa -Friedman en especial- basa todo su planteo en investigaciones empíricas de las relaciones entre agregados.

Tenemos entonces dos posiciones opuestas en torno a la teoría cuantitativa. Hemos señalado en otras oportunidades estas diferencias, pero los “Milei locales", que defienden la teoría cuantitativa, y la teoría de Hayek y Mises, miran para otro lado. Lo cual no les impide andar acusando a todo el mundo de “inconsistencias lógicas”. Algunos a esto lo llaman ciencia.

 “La inflación es un fenómeno monetario”

Una de las afirmaciones más repetidas de Milei, y otros liberales (o neoliberales) es que la inflación es un fenómeno monetario. Lo dicen como si eso constituyera una crítica al marxismo. Sin embargo, la teoría marxista no niega que la inflación sea un fenómeno monetario. Es que para que haya alza sostenida de precios tiene que haber precios; y para que haya precios, tiene que existir el dinero. Si no hay dinero, hay trueque (supongamos que pudiera haber trueque generalizado); pero entonces no puede haber inflación. O sea, la inflación no puede no ser un fenómeno monetario. Más precisamente, está vinculada, indisolublemente, con las propiedades peculiares del dinero (que no es una mercancía como cualquier otra). De ahí la importancia que históricamente tuvieron (y siguen teniendo) los regímenes monetarios.

Por ejemplo, bajo un régimen de patrón oro –como rigió en Gran Bretaña en el siglo XIX- los procesos inflacionarios, suaves, ocurrían en la fase ascendente del ciclo económico; y eran seguidos de deflación cuando estallaban las crisis de sobreproducción. En el largo plazo, pues, el nivel de precios tendía a ser estable. Además, los aumentos de productividad se manifestaban en tendencias bajistas de los precios (como ocurrió también en EEUU, en las últimas décadas del siglo XIX). Un régimen monetario de inconvertibilidad (al oro, por caso), en cambio, modifica la dinámica de los precios –procesos inflacionarios sostenidos son más probables-, y puede incidir en la relación entre las variables distributivas. Por ejemplo, tomemos la tesis –propia de los keynesianos- que dice que la inflación se produce por la puja distributiva entre el capital y el trabajo. Según este enfoque, si los asalariados arrancan aumentos salariales los capitalistas responden aumentando los precios; o sea, tenemos inflación. Pero para que ocurra eso tiene que existir un régimen monetario que permita trasladar aumentos salariales a precios. Si ese régimen no existe, la suba de los salarios tiene como contrapartida la baja de las ganancias y los cambios de los precios relativos, sin que varíe el nivel general de precios (como registraron en su tiempo Ricardo y Marx). Todas estas cuestiones están en el centro de la problemática marxista. Por eso, la afirmación de que la teoría marxista niega que la inflación sea un fenómeno monetario no resiste el menor análisis.

El fenómeno monetario es social, no individual

El régimen monetario es pues crucial para explicar los movimientos al alza o baja de los precios. Pero esto significa que la inflación es un fenómeno social y objetivo. No se explica por la actitud individual de tal o cual grupo de capitalistas “codiciosos”, o por la especulación de tal o cual empresario. Es absurdo explicar, por ejemplo, que la estabilidad de precios en Argentina entre 1991 y 2001 se debió a las decisiones sobre precios de algunos o muchos capitalistas. Como tampoco se puede explicar una tasa de inflación del 100% anual, como existe hoy en este país, por la actitud individual de empresarios. La razón de fondo: el valor del dinero está socialmente determinado (lo que entra en contradicción con la teoría subjetiva del valor; véase más abajo).

Es entonces preocupante que haya marxistas que expliquen la inflación por las actitudes de los capitalistas (inmorales, codiciosos, tramposos, etcétera); o a partir de la agregación de modificaciones individuales de precios. Estas explicaciones son las propias de reformistas y populistas izquierdistas. Los marxistas deberían tomar distancia de estas posturas. Entrar por este lado en la crítica a la teoría cuantitativa equivale a renunciar al enfoque científico, el materialismo histórico.

La teoría austriaca y el valor del dinero

En una entrada anterior (aquí) hemos analizado con cierta extensión la imposibilidad de fundar el valor del dinero en la utilidad marginal. Como lo reconoció von Mises, en el encuadre subjetivista el problema a explicar es el valor de cambio objetivo del dinero. La dificultad es fácil de captar: mientras que, según la teoría subjetiva, el valor de cambio de las mercancías deriva de su utilidad, en el caso del dinero su valor de uso subjetivo deriva de su valor de cambio objetivo (o poder de compra). En otros términos, mientras, según los austriacos, las mercancías tienen valor de cambio porque tienen utilidad, el dinero tiene utilidad porque tiene valor de cambio. De ahí que la teoría subjetiva no puede fundar de manera homogénea el valor de cambio de las mercancías (sus precios) y el poder de compra del dinero. Lo que explica que los economistas austriacos hayan intentado explicar el valor del oro (dinero) en el siglo XX, recurriendo a la utilidad que tenía el metal en, digamos, Medio Oriente o Sudán hace 3000 o 4000 años. Una tesis que manifiestamente carece de sentido, histórico y lógico. Pero entonces, ¿cómo puede explicar la teoría austriaca la inflación, si ni siquiera encaja teóricamente el valor del dinero?  

Hemos señalado esta cuestión, pero nadie responde en el campo austriaco. Mises dio su solución en los 1930, y la repitió 40 años después (en La acción humana); Rothbard la repitió en Man, Economy and State. A Treatise on Economic Principles, de 2009. Y el agujero negro teórico subsiste hasta hoy, sin que nadie parezca preocuparse. Por ejemplo, Juan Ramón Rallo, en un libro que acaba de publicar,dedicado a criticar a Marx, pasa despreocupadamente del trueque al dinero (oro), pero haciendo funcionar al dinero como si fuera una mercancía más, dotada de utilidad intrínseca en tanto valor de uso (véase pp. 497 a 500 de su Anti-Marx). ¿Y el problema planteado por Mises sobre el valor objetivo del dinero? Pues…, desaparecido. Es toda una solución: barrer las dificultades debajo de la alfombra.

Neoclásicos, dinero y teoría cuantitativa

Mises admitió el problema que enfrenta la teoría subjetiva del valor al querer fundar el poder de compra del dinero. Resolvió mal el problema, pero al menos fue consciente del asunto. ¿Y el mainstream neoclásico? Tengamos presente que también se basa en la teoría subjetiva del valor, la utilidad marginal. Pues bien, no lo resuelve. A tal extremo no lo resuelve que por ningún lado encontramos una fundamentación de la moneda. Tal vez lo más ilustrativo sea la forma en que los manuales de Macroeconomía introducen el dinero: evitan definir qué para enumerar agregados monetarios: base monetaria (efectivo en manos del público + reservas de los bancos); masa monetaria 1 (efectivo en manos del público y cuentas corrientes); masa monetaria 2 (M1 + cuentas de ahorro); masa monetaria 3 (M2 + depósitos a plazo). Pero una enumeración no reemplaza a un concepto. Estamos en problemas. Se vuelve a plantear entonces la pregunta de qué es dinero y llegamos a la conocida definición de Hicks: “money is what money does”. Tautología en estado puro. Con el agregado de que en Microeconomía, que precede a la Macro, el dinero brilla por su ausencia.

Lo relevante es que desde esta precariedad teórica la teoría cuantitativa nos dice que el aumento de la masa monetaria se traslada, después de algún lapso temporal, a la inflación. Pero, ¿cuál es la masa monetaria a tener en cuenta? ¿M1, M2, M3? Además, si en una economía circulan otras monedas, por ejemplo dólares, ¿también es masa monetaria? Las dificultades se amontonan.

Es de destacar que esta dificultad para definir cantidades ocurre en una teoría que ha hecho de la cantidad el alfa y omega de sus explicaciones de la inflación. Por eso no estamos ante algún inconveniente “de superficie”. El problema llega a la raíz del edificio teórico. Es que, según la teoría cuantitativa, el valor de los bienes y el poder de compra del dinero se determinan por comparación de cantidades en el mercado. Así, según Fisher, el poder de compra del dinero depende solo de su cantidad, al revés de lo que ocurre con el resto de las mercancías. Si, por ejemplo, la cantidad de azúcar cambia de un millón de toneladas a un millón de quintales, no se sigue que un quintal tendrá el mismo valor que el millón de toneladas. Esto se debe a que el azúcar tiene una deseabilidad específica, que depende de la cantidad de libras. En cambio, si el gobierno modifica la aleación de las monedas, ello no cambia su valor en tanto su número permanezca incambiado. “Por lo tanto, la teoría cuantitativa del dinero se basa, en última instancia, en la peculiaridad fundamental que solo el dinero posee, a diferencia del resto de los bienes, el hecho de que no tiene el poder de satisfacer necesidades humanas, excepto el poder de comprar cosas que tienen tal poder” (p. 28, The Purchasing Power of Money, its Determination and Relation to Credit, Interest and Crises). De nuevo, existe una dualidad teórica insalvable. La dificultad para definir conceptualmente al dinero (“money is what money does”) tiene su origen en la fórmula desesperadamente reductiva y simplista que dice que precios y poder de compra del dinero se establecen en el mercado por mera comparación cuantitativa.

La crítica de Marx

En oposición a la teoría cuantitativa, Marx sostiene que no hay manera en que las mercancías se comparen, en el mercado, con una supuesta (y en realidad mal definida) masa de dinero, y por lo tanto tampoco pueden establecerse los precios vía semejante mecanismo. La realidad es que las mercancías llegan al mercado con precios tentativos, y el dinero llega al mercado encarnando valor. Dado entonces el precio de las mercancías; dado el valor del dinero; el número de transacciones a realizar; y la velocidad de circulación (que puede variar rápidamente en ciertas coyunturas), solo circula la cantidad del dinero necesaria, y el resto se atesora (véase, por ejemplo, el cap. 3, t. 2 de El capital). Pero esta es otra razón para decir que la “comparación” de cantidades de mercancías y masas monetarias, postulada por la teoría cuantitativa, es imposible.

Para verlo con un ejemplo sencillo: en Argentina hay una buena cantidad de dólares en cajas de seguridad, en tesoros particulares, y en cuentas bancarias. Además de ser medio de atesoramiento, el dólar se utiliza en las transacciones hipotecarias: es medida de valor y medio de pago. La masa de dólares acumulada tiende a aumentar con el paso del tiempo (y la desvalorización del peso). Pues bien, según la teoría cuantitativa, ese aumento provocaría aumento de los precios de las viviendas, ya que se compararía una cantidad de viviendas con una masa de dólares que crece más rápido que la primera. Pero no es lo que ocurre en la realidad. Dados los precios tentativos con que las viviendas llegan al mercado, y dado el valor del dólar (no se puede definir por comparación con las viviendas), solo circula la cantidad necesaria de dólares, y el resto se atesora. No hay forma de encajar la teoría cuantitativa en esta realidad.

Emisión monetaria y déficit fiscal    

Como ya apuntamos, la teoría cuantitativa sostiene que toda emisión monetaria que supere el crecimiento del producto, se traduce en aumento de precios. Pero no hay razón para que ocurra tal cosa. Por empezar, la creación de dinero bancario, a partir de la actividad económica, no tiene por qué ser un factor inflacionario. Los instrumentos de crédito que sirven como medios de circulación (letras de cambio, pagarés, cheques pos-datados, tarjetas de crédito) ahorran la circulación del efectivo (que, además, es medio de pago último). De por sí, no tienen por qué afectar el valor del dinero. Por otra parte, cuando la emisión del dinero se hace contra respaldo sólido, no hay razón para que el dinero emitido se desvalorice. Es el caso de un país con superávit en su balanza de pagos y cuyo banco central emite dinero contra divisas fuertes. En la medida en que se mantenga esa situación, el dinero no pierde valor. 

Llegamos así a la relación entre déficit fiscal e inflación. Un terreno en el que muchos marxistas hacen agua. Primera cuestión: un déficit fiscal se puede cubrir o bien tomando deuda, o emitiendo dinero (monetizando el déficit). Si se cubre con deuda, no hay efectos inflacionarios. Por eso no es cierto, como sostienen algunos, que un aumento del déficit sea sinónimo de aumento de la inflación.

 Sin embargo, si el déficit fiscal es cubierto con emisión, sí tiene efectos inflacionarios. Pero no porque aumente la cantidad de dinero con respecto a la masa de mercancías, como dicen los monetaristas, sino porque aumenta la cantidad de dinero con respecto a su respaldo (dólar, oro, euro). Ese aumento de la cantidad de dinero parece verificar la teoría cuantitativa, ya que los precios aumentan. Pero aumentan porque están expresados en el signo que representa menos valor, en relación a su respaldo. Es una comparación entre el dinero de curso forzoso emitido por el Estado, y el valor del activo que actúa como respaldo (véase Marx, Contribución a la crítica de la Economía Política, p. 119). Claramente, no es la teoría cuantitativa. En conclusión, un marxista no tiene que negar que la emisión monetaria sin respaldo deteriora el valor del dinero (empeora el balance del Banco Central).

Agreguemos, para terminar este punto, que también es equivocado sostener que el fenómeno inflacionario –o la pérdida de valor del dinero- se debe pura y exclusivamente a la monetización de déficits fiscales, como sostienen los monetaristas locales. En particular, los flujos de capitales y las variaciones del tipo de cambio (con su incidencia sobre los precios) juegan un rol indudable, que debe ser analizado en cada caso concreto. Por ejemplo, tasas de inflación que de pronto pasan de un 50% anual a un 1000 % anual, o más, no se explican porque haya aumentado algún punto la emisión monetaria para cubrir un déficit fiscal. Las leyes económicas generales deben particularizarse en el análisis de los casos concretos (esto es, condicionados por múltiples relaciones).  

Evidencia empírica, silencio de los monetaristas

Durante años los monetaristas (Friedman en primer lugar) han planteado que, por encima de las consideraciones teóricas, por las predicciones que permitía hacer y por la evidencia empírica que decía que el aumento de los precios siempre iba precedido por un aumento de la masa monetaria. Los monetaristas criollos, sea en su variante neoclásica o austriaca, presentan este argumento último, el de la evidencia empírica. Esa idea fue reforzada por otros economistas del mainsteam. Por ejemplo, Robert Lucas encontró que entre 1953 y 1977, en EEUU, había habido un co-movimiento uno a uno de los precios al consumidor y la masa monetaria (para un desarrollo más amplio véase aquí). Otros economistas sacaron conclusiones similares. En estos estudios la variable más utilizada fue M2.  

El tema es que desde hace por lo menos tres décadas la relación postulada entre crecimiento de la masa monetaria y los precios dejó de verificarse en EEUU. Véase el siguiente cuadro:

Es llamativo el silencio de los monetaristas locales frente a esta evidencia. Son más de 30 años (la discrepancia continúa hasta 2022) en que los datos no dan lo que la teoría cuantitativa pretende que den, tratándose, además, de la economía capitalista más desarrollada del planeta.. Lo cual no les impide seguir diciendo que lo suyo está totalmente corroborado por los datos empíricos.


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