LA INFLACIÓN SE DISPARA
En la semana de la huelga general, la inflación sólo acelera
Informe de ECOLATINA"En un esquema de inflación elevada no todas las variables nominales suben al mismo ritmo. Los distintos sectores están más o menos expuestos a los incrementos de los precios, generando distorsiones e inequidades. La actual aceleración de la suba de precios dejó muy expuesta la divergencia de velocidad del ajuste", explicó la consultora Ecolatina, que fundó Roberto Lavagna, y dirige su hijo Marco Lavagna: "En el actual contexto de nominalidad creciente es deseable encontrar mecanismos automáticos (no discrecionales) que mitiguen los rezagos de ciertas variables nominales, en pos de reducir inequidades y evitar atrasos mayores. Pero esto es sólo un paliativo: la única solución de fondo es un plan explícito y consistente para bajar la inflación."
"(...) El caso de la Asignación Universal por Hijo (AUH) es un muy buen ejemplo: en junio del año pasado el Ejecutivo decretó un aumento de 35,3% de la AUH (a $ 460) que significó una ganancia de 31,5% en términos reales (tomando los precios de nuestra Canasta Básica Alimenticia como referencia). Sin embargo, la no actualización del monto nominal junto con la aceleración de la inflación en los últimos 9 meses evaporó la recomposición lograda. (...)"
En los últimos 7 años, la inflación superó el dígito promediando 23% anual durante 2007-2013, convirtiéndose en uno de los principales escollos de la economía.
Ésta redujo el grado de previsibilidad de los agentes, desincentivó la
inversión y, al utilizarse como ancla nominal el tipo de cambio y las
tarifas, generó un marcado desequilibrio de precios relativos.
Sin embargo, la verdadera problemática de este proceso es que en un esquema de inflación elevada no todas las variables nominales suben al mismo ritmo.
Los distintos sectores se valen de herramientas disímiles que, según su
capacidad de ajuste, los deja más o menos expuestos a los incrementos
de los precios, generando distorsiones e inequidades.
El impacto negativo de la inflación estuvo agravado por la
sistemática subestimación del problema por parte del gobierno, que
informó una inflación claramente por debajo de la real (de acuerdo al
INDEC entre 2007-2013 la inflación promedió 9,4% anual). Esto no ayudó a
su correcto diagnóstico y, por lo tanto a un tratamiento adecuado de la
misma.
Además, incrementó la incertidumbre y sumó un factor de propagación producto de la descoordinación de las expectativas: sin
un termómetro creíble de la inflación se destruyó la principal
referencia objetiva que las distintas variables nominales toman de
referencia.
La situación actual corre con la ventaja de que el INdEC parecería
estar sincerando las estadísticas públicas, o al menos realizando un
reconocimiento parcial de la misma. Más allá de que todavía subsisten
dudas acerca de las cifras de inflación del IPCNu (la información sigue
siendo incompleta e imprecisa), ello resulta un avance sobre el proceso
de formación de precios y el ajuste del resto de las variables
nominales.
Sin embargo, la aceleración de la inflación en el arranque
del año (en el primer trimestre acumuló 13%) dejó muy expuesta la
divergencia entre las distintas variables nominales, con preocupantes
casos como la AUH y las jubilaciones.
Con más o menos herramientas de indexación
En numerosas oportunidades hicimos referencia al problema de la
nominalidad ascendente, es decir al riesgo de que se acelere la carrera
entre el tipo de cambio, precios y salarios a niveles preocupantes. En
el marco de esta carrera nominal, es posible que muchas
variables queden rezagadas, en tanto no existe en nuestra economía un
esquema pleno y automático de indexación de las mismas.
El caso más representativo de esta problemática son los beneficios
sociales que otorgan un monto nominal fijo que no prevé ningún tipo de
ajuste ante variaciones de precios.
El caso de la Asignación Universal por Hijo (AUH) es un muy buen ejemplo: en
junio del año pasado el Ejecutivo decretó un aumento de 35,3% de la AUH
(a $ 460) que significó una ganancia de 31,5% en términos reales
(tomando los precios de nuestra Canasta Básica Alimenticia como
referencia). Sin embargo, la no actualización del monto nominal junto
con la aceleración de la inflación en los últimos 9 meses evaporó la
recomposición lograda.
De manera análoga sucede con las asignaciones familiares
contributivas: con topes sobre los salarios fijados nominalmente, la
aceleración de la inflación va deteriorando dichos montos, excluyendo
cada vez más familias de la prestación.
La mayor parte de las prestaciones que ofrece el Estado
dirigidas a los sectores más relegados están carentes de algún esquema
de ajuste nominal automático. Precisamente, en una economía como la
nuestra que convive desde hace varios años con elevados niveles de
inflación (y en aceleración), fijar valores nominales implica licuar
gastos en términos reales.
La discrecionalidad del Ejecutivo en la que quedan sumidas las
erogaciones afecta también a los agentes por el lado de los impuestos y
tarifas. Una parte de los tributos que recauda el Sector Público
Nacional se calculan en base a montos nominales que si en un contexto
inflacionario no se modifican, implican elevar la presión fiscal.
Los casos actuales son el Impuesto a las Ganancias (su
alcance a los trabajadores en relación de dependencia llegó a niveles
elevados en 2013, tras 2 años sin ajuste) y el Impuesto Interno a los
automóviles (inicialmente buscaba gravar automóviles de alta gama a
partir de un precio de fábrica superior a los $ 170.000, pero la
devaluación elevó los costos ampliando los modelos involucrados). Pero existen tributos análogos que generan similares distorsiones (Bienes Personales, Monotributo, etc.).
La consecuencia más grave de ello es el aumento de la presión
tributaria, que no sólo socava el poder adquisitivo de los trabajadores
sino también la rentabilidad real de las firmas. Con una inflación mayor
al 30%, las ganancias empresariales deben superar dicho guarismo para
percibir una mejora real y lidiar a su vez con el crecimiento de los
costos impositivos.
Con respecto a los servicios públicos, desde la Ley de Emergencia
Económica (2002) el Ejecutivo congeló las tarifas, lo que hizo crecer
exponencialmente a los subsidios para compensar las pérdidas de las
compañías cuyos costos de producción subían por la inflación.
En una situación menos endeble están aquellos sectores que gozan de
ciertas herramientas para ajustar sus ingresos ante la suba
generalizada de los precios, aunque la cobertura sea imperfecta. Tal es
el caso del haber jubilatorio (depende de la evolución de los salarios
registrados y la recaudación de la ANSeS). Sin embargo, la aceleración
de la inflación en los últimos meses puso en evidencia las limitaciones
de este esquema: para marzo se anunció un aumento de 11,3% del haber,
cuando la inflación del trimestre alcanzó 13% y el próximo ajuste
llegará en septiembre (salvo que el Ejecutivo aplique el aumento extra
demandado).
Algo similar ocurre con las paritarias. En este ámbito los
acuerdos salariales quedan relegados al poder de negociación de cada
gremio y al nivel de empleo (la preocupación en torno a la conservación
de los puestos de trabajo puede moderar los reclamos salariales).
De todas formas, ni siquiera los ingresos de los trabajadores
formales tienen garantizado un incremento por encima de la inflación: el
año pasado sólo algunos gremios pudieron aumentar el poder adquisitivo
de sus asalariados. Lo más probable para este año es que la aceleración
de la inflación y la caída de la actividad económica induzcan una
pérdida del poder adquisitivo, que puede acotarse si el Mínimo No
Imponible sube significativamente.
Por último, el panorama es más desalentador para los
trabajadores informales (representan un tercio de la fuerza laboral).
Sin el paraguas sindical quedan excluidos de las negociaciones
salariales y su capacidad de ajustar al alza sus ingresos es acotada en
un contexto recesivo.
La solución de fondo es un plan antiinflacionario
La inflación afecta al conjunto de las variables nominales, pero no
tiene un impacto homogéneo sobre ellas. Esta problemática toma una
mayor relevancia en el actual contexto de aceleración de los precios
internos: en una economía con alta inflación, el ajuste desparejo del
resto de las variables nominales genera distorsiones e inequidades
sociales.
Está claro que un esquema en donde todas las variables se
indexen a la inflación pasada puede acotar estas distorsiones, pero se
ingresaría en una dinámica o inercia difícil de desactivar, como hemos
visto en la década de los ´80.
No atender este problema generará distorsiones e inequidades
significativas y explicó el atraso cambiario y tarifario acumulado a
fines de 2013. Peor aún, se corre el riesgo de caer en una indexación “de facto”, donde los sectores con mayor poder relativo saquen ventajas de estas distorsiones en desmedro de los más vulnerables.
En tanto persista el actual contexto de nominalidad creciente,
sería deseable encontrar mecanismos automáticos (no discrecionales) que
mitiguen los rezagos de ciertas variables nominales, en pos de reducir
inequidades y evitar atrasos mayores. Pero esto es sólo un paliativo: la
solución de fondo es un plan explícito y consistente para bajar la
inflación.
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