ISRAEL - PALESTINA: Informe francés sobre el tema del agua

LeEl diputado socialista Jean Glavany envió el informe en diciembre de 2011, pero más de un mes después la traducción de ciertos pasajes en la prensa israelí está provocando un clamor de protestas en Israel.
Este informe para la Comisión de Asuntos Exteriores de la Asamblea Nacional, enviado por Glavany, describe el problema del agua como “revelador de un nuevo apartheid en Oriente Próximo”. “Estamos sorprendidos e indignados ante este informe del señor Glavany, que en el último momento ha introducido una terminología extremista sin informar a sus colegas”, se indigna el portavoz del ministerio israelí de Relaciones Exteriores Ygal Palmor, quien denuncia en Haaretz un informe “lleno de verbos tomados de una propaganda viciosa, ajena al tradicional espíritu crítico”.
Del uso de la palabra “apartheid”
Entrevistado por Le Monde.fr, Jean Glavany niega que agregase en el último momento el término “apartheid”, que incluyó con pleno conocimiento de causa: “Sabía que no les iba a gustar […] pero a fuerza de no querer irritar, uno va dejando pasar las cosas”, reacciona el diputado socialista, que se declara “amigo de Israel” y añade que pretende hablar “del fondo, no de la forma de la palabra”. Sobre la metodología, el diputado aclara que estuvo “casi una semana” en la región junto con otros representantes franceses –Líbano, Jordania, Israel y los Territorios Palestinos– y que entrevistó a “los ministros israelíes y palestinos del agua, a otros diplomáticos y a miembros de ONG. “Ese informe no se elaboró en nuestra oficina de la Asamblea Nacional”, afirma el diputado en respuesta a las críticas. En su informe de prensa del miércoles 18 de febrero, el ministerio de Relaciones Exteriores francés declina hacer cualquier comentario y añade que “no acostumbramos a comentar el contenido de los informes parlamentarios”. Precisamente sobre el terreno, lejos de las oficinas de la Asamblea Nacional, Gidon Bromberg, director israelí de Friends of the Earth Middle East –una ONG que agrupa a jordanos, israelíes y palestinos para la promoción de la paz y el desarrollo sostenible en la región– se refiere al “histórico” problema del agua en la región. “Israel no reparte el agua con los palestinos de manera equitativa”, comenta este especialista en cuestiones de agua y seguridad. “Los israelíes consideran que el agua es un problema que compete a la esfera militar, algo que imposibilita los debates o la introducción de proyectos innovadores y equilibrados que, por lo tanto, quedan relegados a un segundo plano”, analiza por su parte Pierre Berthelot, investigador del Instituto Francés de Análisis Estratégico, en la edición de enero-febrero de la revista Questions internacionales.
La espinosa cuestión del agua formaba parte de los acuerdos de Oslo de 1995, que con el estallido de la segunda Intifada no llegaron a negociarse en el año 2000, como estaba previsto. Si bien los expertos y las ONG están de acuerdo en considerar el agua como “un instrumento militar”, según la expresión utilizada por Mark Zeitoun, un investigador de la universidad East Anglia de Gran Bretaña, lo que se cuestiona en el informe el uso de la palabra apartheid”. Para Mark Zeitoun, especialista en administración ambiental, “si se define ‘apartheid’ como una discriminación sobre bases racistas, entonces puede hablarse de apartheid del agua”. Por su parte, Gidon Bromberg deplora el uso de este término: “Esa palabra no ayuda, enfurece a la gente”, explica en alusión a la reacción del gobierno israelí.
Son los israelíes quienes deciden
Para los palestinos el problema de la distribución del agua es diferente en Cisjordania y Gaza. Se trata en principio de una realidad geográfica: Israel está ubicado aguas arriba con relación a Cisjordania, mientras que Gaza se encuentra aguas abajo con relación a Israel. La definición de la toma de aguas fue un punto crucial en los acuerdos de Oslo II, que enmarcan la captación de aguas por medio de pozos: en Cisjordania, toda excavación con ese objeto necesita una autorización del Joint Water Commitee, una comisión mixta integrada por israelíes y palestinos. “En la práctica, son los israelíes quienes deciden y, en general, a favor de las peticiones de israelíes, no de palestinos”, señala Stéphanie Oudot, adjunta del departamento de aguas y saneamiento de la Organización Francesa para el Desarrollo. Esta especialista en la cuestión del agua ha trabajado durante siete años como jefa de proyecto en la región.
El informe Glavany menciona así el funcionamiento: “La modalidad del consenso concede de facto el poder de veto a Israel”. En la zona C es el ejército israelí quien aprueba las autorizaciones y es todavía más reticente a acordarlas: “Es necesario saber que, por ejemplo, los 450.000 colonos israelíes de Cisjordania utilizan más agua que los 2,3 millones de palestinos”, destaca el informe Glavany. Mark Zeitoun añade que, en efecto, “los palestinos utilizan anualmente alrededor de 70 millones de m3 de agua frente a los 222 millones de m3 de los colonos israelíes”. El informe detalla la destrucción “sistemática”, por parte del ejército israelí, de los pozos construidos “espontáneamente” por los palestinos. “Generalmente se destruyen los pozos si se han hecho sin permiso, matiza Gidon Bromberg. Stéphanie Oudot hace una apreciación similar sobre este punto del informe y destaca que la perforación de estos pozos “esencialmente agrícolas” no es “sistemática”.
Graves problemas sanitarios
El director israelí de la ONG Friends of Earth Middle East menciona también los graves problemas sanitarios. Ante la escasez de este recurso los palestinos deben comprar agua municipal, que es barata pero limitada, explica el experto en cuestiones de agua. Los habitantes se dirigen entonces al aprovisionamiento privado. Según datos del Banco Mundial, los palestinos gastan un 8% de sus ingresos en agua. Para el agua no municipal “no existen controles: (el agua) puede estar contaminada y eso da lugar a las consabidas consecuencias: dolores abdominales, diarreas”. Por su parte, Stéphanie Oudot describe lo siguiente: “Piscinas y jardines regados por los colonos mientras que, a su lado, los palestinos deben ir a buscar agua a un pozo con un balde”. Como corolario del asunto del agua está el saneamiento. Las aguas de Cisjordania fluyen efectivamente hacia Israel, pero “sólo hay una estación de depuración de efluentes en Ramalá, en Cisjordania, y las necesidades son importantes”, señala Stéphanie Oudot. Las aguas residuales fluyen así hacia Israel, que acusa a los palestinos de no intervenir en la contaminación del agua. “La dominación israelí hace que los palestinos se desentiendan del tratamiento las aguas y eso hace que estén contaminadas”, explica Gidon Bromberg. “Se considera también que entre un 30 y un 40% del agua se pierde por las fisuras no reparadas de los canales” del lado palestino, prosigue Gidon Bromberg, quien destaca esta paradójica situación: “Dada la falta de cooperación de los palestinos, Israel descuida sus propios intereses”. Para administrar las aguas residuales procedentes de Cisjordania, los israelíes han construido plantas depuradoras en Israel “e inmediatamente después reutilizan esa agua para la agricultura”, señala Stéphanie Oudot. Israel amortiza luego la construcción y el mantenimiento de esas plantas depuradoras “porque no transfiere los impuestos que le adeuda a la Autoridad Palestina”. Desde hace un año o dos, destaca la Agencia Francesa para el Desarrollo, se han concedido las solicitudes presentadas por la Autoridad Palestina para la construcción de plantas depuradoras, quizá debido a ese informe del Banco Mundial de 2009 que denunciaba el control del agua por parte de Israel en Cisjordania, explica el experto. Además de las capas acuíferas que comparten, Stéphanie Oudot menciona la cuestión del Jordán, desviado aguas arriba por Israel, “lo que aumenta la dependencia de a los palestinos con respecto a Israel en materia de agua potable”. El reparto de aguas en Cisjordania se precisó en los acuerdos de Oslo II de 1995. Acuerdos “respetados”, subraya Mark Zeitoun, pero de forma “asimétrica” y “falseada”: el texto tenía una validez temporaria, pero nunca se volvió a negociar, señala el investigador. Además, no tiene en cuenta las necesidades de agua de una población que se ha duplicado desde 1995, según las estimaciones del Banco Mundial.
En Gaza es todavía peor
“En Gaza es todavía peor; la calidad del agua es espantosa”, atestigua Gidon Bromberg. Pero al contrario de lo que sucede en Cisjordania, aquí los palestinos pueden perforar libremente. “Miles de habitantes cavan sus propios pozos”, prosigue Gidon Bromberg. “Como Israel está aguas arriba, los israelíes por su parte perforan como locos, por lo que se produce una verdadera sobreexplotación”, agrega Stéphanie Oudot. En una región superpoblada donde los habitantes bombean agua escasa, lo que emerge de la tierra es agua salada “Los gazatíes ya no pueden beber agua del grifo”, confirma Stéphanie Oudot, que alerta de una “situación humanitaria de urgencia”. Según el Banco Mundial, en Gaza “solo entre un 5 y un 10% del acuífero responde a los estándares de calidad”. 
Según el informe de Glavany, “en Gaza las reservas de agua fueron blanco de los bombardeos de 2008-2009”. “Eso es imposible de determinar”, relativiza Mark Zeitoun. Stéphanie Oudot añade el matiz de que los bombardeos evitaron el dique de Betlaya que contiene un gran lago de aguas residuales. De todos modos, el saneamiento del agua es un problema esencial en la Franja de Gaza, dada su enorme carencia de infraestructuras.
En este territorio palestino el desafío más importante es el del saneamiento de las aguas, pero se trata de una tecnología muy cara. Mientras tanto, Israel consolida su independencia “mediante la desalinización de esas mismas aguas a orillas del Mediterráneo”, señala Gidon Bromberg. Una independencia que, estima Mark Zeitoun, debería permitir automáticamente que los israelíes “estuviesen más dispuestos a negociar con los palestinos. El investigador teme que, al igual que otros informes sobre el agua, el Informe Glavany “haga ruido […] pero una vez diluida la alarma pública, la política siga siendo igual”. “La situación sólo cambiará cuando Israel reconozca que la seguridad hídrica debe pasar por un reparto equitativo y justo del agua”, destaca el investigador. Gidon B. Bromberg añade que “es precisamente el agua lo que puede llegar a ser un sólido vector que permita construir la confianza” entre israelíes y palestinos.

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