ATRASO CAMBIARIO
Llegó para quedarse y no hay mucho que pueda hacerse al respecto: en esta fase del plan económico macrista, el atraso cambiario ya es algo aceptado como inevitable por el gremio de los economistas.
Forma parte de la escena, a pesar de que en el transcurso del último año el billete verde pegó un salto del 60 por ciento.
Forma parte de la escena, a pesar de que en el transcurso del último año el billete verde pegó un salto del 60 por ciento.
Luce incongruente que luego de semejante shock devaluatorio se hable otra vez de una Argentina cara en dólares.
Sin embargo, por efecto de la inflación, buena parte de esa ganancia de competitividad se esfumó, y todos los días aparece algún ejemplo que da cuenta de ello, como las ya clásicas colas de automovilistas volviendo desde Chile con electrodomésticos baratos.
En el gremio de los economistas no hay dudas sobre el diagnóstico. El dólar "de equilibrio" o el que devolvería algo de oxígeno a la castigada industria nacional debería ubicarse bastante por encima del nivel actual.
Miguel Bein y José Luis Machinea, los ex conductores económicos de la Alianza, ambos muy escuchados en la City porteña, coinciden en que tendría que situarse, por lo menos, en $17,50. Aun en ese escalón, advierten que tampoco alcanzaría para solucionar todos los inconvenientes de competitividad que adolece la economía.
Por su parte, Mario Blejer, ex titular del BCRA tras la explosión de la convertibilidad, afirmó a iProfesional que la situación cambiaria "es riesgosa", y exhortó al Banco Central a encontrar un instrumento para aliviar la situación.
Pero, al mismo tiempo que reconocen este problema, también admiten que no resulta fácil la salida a tal brete.
La abundancia de dólares producto de la colocación de deuda en el exterior y del blanqueo de capitales, ha determinado que en las últimas semanas la presión del mercado haya estado más enfocada hacia la baja que hacia la suba de la divisa.
Y, como en tantos momentos parecidos, la sospecha es que cualquier intento por "empujar" la cotización puede implicar un efecto opuesto al buscado: está el riesgo de generar un contagio hacia los precios, de manera que en pocas semanas el efecto de ganancia de competitividad quedaría neutralizado, con el agravante adicional de que se generó una nueva inercia inflacionaria.
En ese marco, el debate entre los economistas pasa por cómocorregir el atraso cambiario sin apelar necesariamente a la receta de devaluar nominalmente.
Y, como en tantos momentos parecidos, la sospecha es que cualquier intento por "empujar" la cotización puede implicar un efecto opuesto al buscado: está el riesgo de generar un contagio hacia los precios, de manera que en pocas semanas el efecto de ganancia de competitividad quedaría neutralizado, con el agravante adicional de que se generó una nueva inercia inflacionaria.
En ese marco, el debate entre los economistas pasa por cómocorregir el atraso cambiario sin apelar necesariamente a la receta de devaluar nominalmente.
El nuevo foco de discusiónNicolás Dujovne acaso sea uno de los pocos que prefiere correr el foco en este debate.
Desde que asumió, el nuevo ministro suele argumentar que, en relación al tipo de cambio existente en 2001, el actual nivel muestra una mejora cercana al 30%. Lo dijo en conferencias de prensa, en el Foro de Davos, en la CNN y ante quien lo quiera escuchar: no hay atraso cambiario en el sentido tradicional.
Claro que el funcionario no escapa a las generales del "Teorema de Baglini": antes de jurar en el Palacio de Hacienda, no ocultaba sus preocupaciones por la pérdida de competitividad y afirmaba que "después de un tiempo, el mercado se tomará revancha recreando una nueva montaña rusa cambiaria".
El Banco Central es otro jugador clave. Pero no por su protagonismo a la hora de mirar la cotización, sino por todo lo contrario: la tesitura de Federico Sturzenegger es no intervenir en el mercado.
Según el índice de Tipo de Cambio Real Multilateral (TCRM) que calcula el BCRA, en 2016 el peso se depreció tan sólo 14% respecto del promedio del 2015, a pesar del salto del 60% del dólar. Aún así, la autoridad monetaria estimó que, en diciembre último, el TCRM terminó un 5% peor. Es decir, con el correr del 2016 se fue perdiendo competitividad cambiaria.
Según el índice de Tipo de Cambio Real Multilateral (TCRM) que calcula el BCRA, en 2016 el peso se depreció tan sólo 14% respecto del promedio del 2015, a pesar del salto del 60% del dólar. Aún así, la autoridad monetaria estimó que, en diciembre último, el TCRM terminó un 5% peor. Es decir, con el correr del 2016 se fue perdiendo competitividad cambiaria.
La respuesta oficial a este escenario es lineal, por no decir que se trata de una reacción "facilista": se mantiene el discurso en el sentido de que el Central no interferirá en la libre flotación cambiaria y que serán las fuerzas del mercado las que establezcan el precio del dólar.
Blejer opinó al respecto: "Hay que reconocer que eso es cierto, con la salvedad de casos puntuales. Pero también es verdad que en los últimos meses se dieron hechos que no volverán a repetirse. Concretamente, el blanqueo de capitales y las fuertes emisiones de deuda. Me pregunto qué sucederá cuando se acaben los efectos del blanqueo y no se emitan tantos bonos".
"Yo creo que veremos más volatilidad", completó el ex banquero central en diálogo con iProfesional.
"Al menos sería importante para dejar de perder competitividad, porque es peligroso que se mantenga esta tendencia hacia un atraso", remarcó.
Para Blejer, lo óptimo sería que Sturzenegger utilizara el mercado de futuros para dar la señal que de que quiere un tipo de cambio más alto, por más que por cuestiones coyunturales el mercado esté deprimiendo la cotización del dólar.
El ex asesor de Daniel Scioli admitió, sin embargo, que existen razones políticas que le impiden al BCRA a operar en futuros después del litigio judicial que se disparó durante la gestión del kirchnerista Alejandro Vanoli.
"El gobierno anterior dañó el mercado pero ahora deberían hallarse alternativas que dén certezas para más adelante", apuntó Blejer.
El economista Federico Muñoz advirtió que el escenario podría empeorar este año. "Si, como prevemos, el dólar sigue apreciándose a escala global, necesitaremos de una tasa de devaluación bien superior a la de inflación para que aumente el tipo de cambio real. Pero es un escenario bastante poco probable", afirmó.
Mientras tanto, la sensación de que el billete verde está barato provoca otro efecto clásico: la fuga masiva de divisas, ya sea en su versión de compra de billetes o de turismo al exterior -incluyendo los renovados tours de compras a Miami y Chile-. En diciembre último, los ahorristas y viajeros embolsaron la friolera de u$s3.500 millones.
En total, la "fuga" de capitales del año pasado orilló los u$s10.000 millones. Y hubiese trepado más si no hubiesen ingresado los u$s4.000 millones extraordinarios del blanqueo.
Esta fiebre dolarizadora- que no deja de inquietar al Gobierno- tiene al menos una arista beneficiosa para el Banco Central: le quita la presión de tener que ser el único soporte del tipo de cambio.
En un momento de fuerte ingreso de capitales por el blanqueo y emisiones de deuda -tanto del Estado Nacional como de las provincias- esa demanda de ahorristas contribuye a mantener la cotización.
La búsqueda de la devaluación indirectaEl debate en el gremio de los economistas pasa ahora por dilucidar cómo se puede mejorar la competitividad una vez que se asumió que el atraso cambiario forma otra vez parte del "paisaje" de la city.
La búsqueda de la devaluación indirectaEl debate en el gremio de los economistas pasa ahora por dilucidar cómo se puede mejorar la competitividad una vez que se asumió que el atraso cambiario forma otra vez parte del "paisaje" de la city.
Fernando Marengo, director de la consultora Arriazu & Asociados, destacó que "hay que ganar competitividad pero sin tomar el atajo de una megadevaluación. Ya lo vimos con las últimas experiencias: la cotización del dólar pega un salto, pero hay un shock de la inflación que diluye el efecto".
Frente a este dilema, planteó que "hay que ir por el lado de bajar la presión tributaria, los aranceles y los gravámenes a los combustibles, además de los costos financieros. Mientras se logran estos objetivos, el Banco Central podría ofrecer una rentabilidad a los depositantes que sea positiva en términos de dólar".
En realidad, la premisa de Marengo, en lo que refiere a la ganancia de competitividad, no difiere demasiado de lo que proponía Dujovne antes de asumir el ministerio de Hacienda, quien hacía referencia a "los altísimos costos del transporte interno, el proteccionismo y la presencia de numerosos impuestos muy distorsivos que se acumulan en cascada para quienes venden su producción al exterior".
Pero claro, todas esas mejoras estructurales llevan su tiempo, y muchas veces hasta chocan con otras urgencias del Gobierno, como la necesidad de mejorar los números fiscales.
En este contexto, preocupa el hecho de que muchos economistas esperan un agravamiento de la situación.
En esa línea se inscribe la consultora EconViews, dirigida por Miguel Kiguel: "Hacia marzo se hará sentir el ingreso de dólares de la última etapa del blanqueo. En paralelo, la entrada de divisas por la cosecha probablemente será menor dadas las inundaciones registradas en las zonas agropecuarias. Smantendrá la volatilidad en el corto plazo aunque la tendencia de fondo sigue siendo la de un ‘peso fuerte'".
Así las cosas, planteó una cotización de $18,70 para fin de año.
Si fuera así, la suba del billete verde alcanzaría un 15%, un nivel parecido al 18% de suba que aguarda Arriazu & Asociados. Este escenario significaría que se afianzaría el atraso cambiario en este 2017 en clave electoral.
Marengo destacó que el Gobierno logró acceder a los mercados de deuda a una tasa razonable y que "lo deseable sería que esos dólares que se consiguen vayan a mejorar la infraestructura", entre otros fines.
"Mi principal temor es al ‘efecto Trump'. Es decir, que en los Estados Unidos aumenten las presiones inflacionarias y, en ese contexto, suban las tasas de interés. Esto, a su vez, provocaría un retroceso en el precio de las materias primas. Ese es el límite para el Gobierno", advirtió.
En Wall Street también siguen este tema muy de cerca. El directivo de uno de los principales bancos de inversión y que sigue muy de cerca la situación de la Argentina, prevé que el alza de la tasa podría verificarse a partir de abril. En ese momento, Trump presentará el plan fiscal para el resto del año, el cual se cree será muy expansivo.
Estas no serían buenas noticias. En un contexto donde el sector privado saca los dólares y el Estado es el único que los ingresa, un cambio en el contexto internacional -en un marco de inflación de dos dígitos y posible fuga de capitales desde los países emergentes- pondría en urgencias al plan económico del Gobierno.
Es por eso que Dujovne, en su mes inaugural puso el foco en dar señales de mayor austeridad fiscal sin que ello resienta el nivel de consumo.
Ese es su principal desafío en estas primeras semanas. Si lo logra y la economía se encamina hacia una recuperación, entonces la tarea de una mejora en la competitividad podrá darse de una manera "natural".
Es uno de los principales desafíos que se planteó en el plan económico. Pero también, una de las estrategias que generan mayor escepticismo en el mercado
Fuente: iProfesional
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