La administración de Mauricio Macri es devota de la fe de los derrames. Creía al comenzar la gestión nacional que le llovería la inversión extranjera, principalmente en petróleo, gas y agro; que se volcaría en el empleo, el salario y el consumo.

Pero nada de eso sucedió, ni tampoco en estos dos años se terminaron de concretar las inversiones en actividades productivas que venían estancadas por cepos e hiperregulaciones. De modo que el PBI sufrió mal de ausencias en 2016, el consumo no levantó cabeza, el comercio exterior retrocedió y, además del levantamiento de sanciones de la comunidad financiera internacional por la salida del default, que hizo entrar copiosas divisas en forma de préstamos externos, el blanqueo de capitales aportó otros US$100 mil millones el fisco y a la balanza de pagos.

El ex ministro de Economía de Cristina Fernández de Kirchner, Martín Lousteau, dramatiza en forma efectista un comparativo: el PBI sube 2% y la deuda 6%.

Como a falta de pan buenas son las tortas, sin inversiones que se derramen sobre la producción -a punto tal que el comercio automotor atraviesa una racha excepcional de patentamientos que convirtió a la industria en neta importadora de modelos desde Brasil-, el endeudamiento externo se canaliza hacia el mercado financiero, se pesifica y dolariza para ir a parar al Tesoro por las Lebacs y a las carteras de empresas y particulares.

Pero otra parte ingresó en los bancos, primero en los estatales, y luego en los privados, para salir, entrado este año, bajo la forma de préstamos que activaron la compraventa de inmuebles, de autos, algo de electrónica y recompusieron los límites de las tarjetas de crédito.

Son los aprestos de la economía modelo 2018 que imagina la Casa Rosada, que parte de una nueva vuelta de endeudamiento, pero ahora con la activa presencia del BID y el Banco Mundial en un nuevo Fondo para el Desarrollo de la Infraestructura que redireccionará u$s 900 millones a otros rubros del Presupuesto y aportará al régimen de propiedad público-privada. Participará en gran parte de las obras viales y proyectos ligados a la energía, tanto a la generación como a la transmisión.

La inversión en infraestructura pasará de 2,6% a 3,5% del PBI, más de la mitad de la cual será bajo la modalidad PPP, con lo que su utilización liberará recursos públicos en términos nominales por casi un punto en comparación a los volcados en 2017.

Por lo pronto, el Gobierno ya lanzó proyectos hídricos, viales y de salud, entre otros rubros, por más de u$s 14.000 millones. Lo dijo el jefe de Gabinete, Marcos Peña, en su último informe legislativo.

Este viraje le da pie al director periodístico de El Cronista Comercial, Hernán de Goñi, para afirmar que al numerador (el PBI) lo movilizará la inversión y que será el gasto cuasi congelado en términos reales el que mejore la ecuación. O sea que “el número más delicado a mirar en el proyecto no será el déficit, sino el financiamiento”, sostuvo en su mensaje editorial.

La estrategia poselectoral del gobierno pasa ahora por sacar las reformas económicas lo más rápido posible en el Congreso, mientras busca la reactivación a través de la expansión de los créditos hipotecarios y prendarios, en especial de los que se indexan por la Unidad de Valor Adquisitivo (UVA), que lanzó el BCRA en septiembre de 2016 y tuvo un inusitado eco en la población, sobre todo a partir del 2do semestre de este año.

Bajo ratio comparativo

María Belén Rubio, economista jefe de la Fundación Capital, que orienta Martín Redrado, vaticinó en la última síntesis económica semanal que los préstamos en pesos crecerán en torno del 38% interanual a fin de año, y que ya el crédito acumula 4 meses consecutivos de crecimiento en términos reales. Le asigna un futuro enorme, en virtud de que el ratio préstamos-PBI continúa muy por debajo de nuestros pares de la región.

Incluso previendo que el ratio crédito/PBI superaría el 20% del producto recién en 2020 (en 2017 aumentaría 2 p.p. a 14,8% y en 2018 se estima que irá al 17,4%), recién en los próximos 5 años podría acercarse a países como Uruguay y Perú, que en 2016 registraron un ratio de crédito/PBI del 28,2% y del 36,2%, respectivamente.

Más bancarizados todavía son los sistemas financieros de Paraguay y Brasil, con un ratio de 53% y 62%, respectivamente. Sin embargo, es la economía chilena la que exhibe el sistema financiero más desarrollado de la región, con un ratio de préstamos sobre el PBI en torno del 112%, compara Rubio.

En Argentina, este despegue crediticio hacia los privados rompe con muchos años de retracción, debido a que los bancos se orientaban a prestarle al Estado.

Actualmente, nada más que de UVA se aprueban a razón de 50 mil solicitudes mensuales y se habla de 3 millones para 2023.

El 85% de los préstamos hipotecarios a personas físicas en agosto se realizaron a través de este tipo de líneas, mientras en diciembre de 2016 representaban cerca del 42%. 

En términos nominales, los préstamos UVA otorgados en agosto equivalen a $ 6.000 millones, acumulando aproximadamente $ 20.090 millones. Esta modalidad comenzó con líneas exclusivamente para compras de viviendas, pero en la actualidad se extendió para la adquisición de vehículos e incluso préstamos personales. Están siendo impulsados principalmente por la banca pública.

Dependerá en gran parte del descenso de la inflación la demanda de estas líneas financieras, en una economía que todavía no logra perforar el piso de la inflación estructural del 20% de los últimos 10 años, señala Rubio.

Y advierte: en la actualidad, los créditos hipotecarios se otorgan a un plazo de hasta 30 años, por lo que el fondeo también debería ser a largo plazo.

Sin embargo, los depósitos ajustables por CER/UVA no están acompañando la demanda de estos créditos y requerirán de asistencia del mercado de capitales, que aún no se formó. Las Obligaciones Negociables (ON) pueden ser una de las herramientas para conseguir colocaciones a más largo plazo. De hecho, importantes entidades financieras ya emitieron ON y se espera que otras continúen emitiendo estos activos.

El stock de depósitos UVA promedió $ 1.386 millones en agosto, es decir, tan sólo el 0,1% del total de depósitos.

Bienes durables

Los préstamos del sistema financiero al sector privado presentaron guarismos positivos en los últimos 4 meses y, en gran medida, apalancaron las compras de bienes durables.

La  mejor performance correspondió a las líneas con garantía real, con un incremento del 58% i.a. en agosto (+6,2% mensual), mientras la inflación interanual había rondado 23% i.a. (1,5% mensual).

En este sentido, los hipotecarios se incrementaron un 51% i.a. en agosto (+7,5% mensual), acumulando un alza del 49% i.a. en los primeros 8 meses del año. Repercutieron en un 21,5% de las escrituras en la Ciudad de Buenos Aires.

La mitad de las ventas de vehículos se realizó con crédito prendario en el período enero-julio y en el octavo mes del año (+4,7% mensual) se incrementaron un 67% i.a., acumulando un alza del 53% i.a. en el período enero-agosto, según el reporte de Fundación Capital.

En tanto, los personales y con tarjetas mostraron un comportamiento heterogéneo, ya que los primeros registraron una expansión del 56% i.a. en agosto (3,8% mensual), mientras la financiación mediante tarjetas de crédito aumentó tan sólo 23,4% i.a. (1,3% mensual).

En el caso particular de las tarjetas, su financiación comenzó a desacelerarse en términos interanuales, mayormente a partir de febrero, cuando entró en vigencia el programa “Precios Transparentes” que concluía con las llamadas cuotas sin interés. El objetivo era transparentar los costos financieros, pero lo que provocó fue incertidumbre por parte de los consumidores.

Y aunque a finales de marzo se modificó dicha reglamentación, el financiamiento vía tarjetas de crédito siguió rezagado, incluso registrando variaciones mensuales negativas, como en jul-17 (-2% mensual).

En lo que respecta al crédito comercial, comenzó el año con un magro desempeño (6% i.a. en enero), aunque repuntó parcialmente a partir de junio. Este rebote fue explicado por los documentos a sola firma, que desde el 6to mes vienen registrando un crecimiento mensual de más del 3% (+3,6% en junio, +6,7% en julio y +4,2% en agosto) y un alza interanual del 33% en agosto.

Por su parte, los adelantos continúan registrando una magra performance. La variación interanual en agosto resultó de 4,5%, equivalente a una caída del orden del 18% en términos reales.

El ascenso en el crédito se dio incluso en un contexto de elevadas tasas activas si bien se mantuvieron relativamente estables en lo que va del año, más allá de la baja en la tasa de inflación.

El costo de los préstamos personales bajó levemente de 39,75% n.a. en enero (promedio) a 38,3% n.a. en julio (promedio), mientras las de tarjetas de crédito oscilaron entre 39% n.a. y 42% n.a. durante los primeros 7 meses del año. Los adelantos en cuentas corrientes se mantuvieron en torno al 30% n.a., con un leve alza (+0,60 p.b. entre enero y julio) y las tasas de los documentos a sola firma registraron una leve tendencia bajista (-0,80 p.b. entre enero y julio), finalizando julio en torno de 21,9% n.a.

En el caso de aquellos préstamos con garantía real, los prendarios se mantuvieron en torno a 19,30% n.a. en el período enero-julio y los hipotecarios cedieron casi 80 p.b. a 18,30% n.a. en el período en cuestión.

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