JAVIER MILEI: EL FALSO DILEMA DE LA COMPETITIVIDAD CAMBIARIA

El falso dilema de la competitividad cambiaria

JAVIER GERARDO MILEI, Economista
JAVIER GERARDO MILEI, Economista

 El falso dilema de la competitividad cambiaria
El falso dilema de la competitividad cambiaria
Probablemente, luego de soportar más de 70 años de políticas keynesianas (populismo) de todo tipo, lo cual nos han convertido en el mayor ejemplo de decadencia económica y social a nivel mundial durante el Siglo XX, nuestra capacidad de percibir los orígenes de nuestros problemas esté profundamente dañada y, por ello, caemos recurrentemente en falsos dilemas. Sin lugar a dudas, como parte de dicha atrofia en la capacidad de pensar de un modo alternativo aparece el debate sobre la competitividad y la cuestión del ‘atraso cambiario’.
Así, para brindar sustentación numérica a dicho debate, un conjunto de economistas intentan reflexionar sobre si el dólar está caro o barato. Para ello, tomando el tipo de cambio real en una fecha particular, realizan un ajuste por inflación sobre el valor nominal de la moneda extranjera y con ello ‘fundamentan’ su afirmación. Por ejemplo, si uno toma el tipo de cambio real con el que arrancó CFK, siguiendo el método, el precio del dólar ‘debería’ ser $ 20. Sin embargo, este análisis tiene, por lo menos, tres problemas:
1- ¿Cuáles son los elementos que prueban que dicho tipo de cambio real era de equilibrio y no otro? ¿Cuál es el fundamento para sostener que el ‘valor correcto’ es el de 2007 y no el de 2011 o el de 2002?
2- Al mismo tiempo, si uno pudiera hacer tamaño juicio de valor, para que la cuenta en cuestión tuviera sentido, ello involucra asumir (y/o validar) que nada ha cambiado tanto en la economía local como en la del mundo,
3- Como si todo eso fuera poco, sería bueno saber cual es el índice de precios por el cual se llevó a cabo el ajuste pertinente ya que, aún cuando existieran estadísticas oficiales certeras, quien podría asegurar que dicho índice ajusta a las realidades del mercado de divisas y sus efectos derrame sobre el resto del sistema.
Para tener una idea de lo ridícula que resulta dicha metodología, tomemos el precio de ENRON en septiembre del año 2000 cuando cotizaba a u$s 87,63 por acción. Ahora, si ajustamos dicho precio por la inflación de los EE.UU., el método señalaría que el valor de la acción debería ser de u$s 120,95. Sin embargo, el precio de hoy es nulo, ya que la firma en cuestión quebró. Esto es, afirmar que, dado que el tipo de cambio real de hoy coincide con el que regía en algún episodio traumático de la historia del país, la moneda está apreciada, en estricto rigor, no dice nada, ya que la configuración de la economía en cada momento no tienen nada que ver con la que rige hoy.
Por todo ello, para poder analizar con mayor profundidad la cuestión de la competitividad, junto a Diego Giacomini y Nicolás Kerst, desarrollamos ‘el termómetro de riqueza’, el cual señala que la competitividad viene dada por la capacidad de tener negocios rentables. Así, el indicador conjuga tanto factores internos como externos. En el plano interno consta de tres elementos: (i) la productividad del trabajo comparada con el salario real, (ii) la presión fiscal en relación a la calidad de los bienes públicos brindados por el Estado y (iii) el costo del capital en moneda local, donde intervienen, la tasa de interés de los Estados Unidos, el riesgo país y la tasa de devaluación esperada. Por otra parte, en cuanto a los factores externos, estos vienen capturados por la evolución de los términos de intercambio.
En función de ello y, dejando de lado la cuestión internacional, frente a la obscena presión fiscal cuya contrapartida son bienes públicos de pésima calidad (y políticos ricos) y el hábito continuo de gastar por encima de los recursos, lo cual impacta sobre el costo del capital vía el riesgo país o/y sobre la devaluación esperada fruto del financiamiento espurio con emisión monetaria, la depreciación de la moneda resulta la válvula de escape frente a semejante descalabro fiscal. Así, los desaguisados de la corporación política son pagados por los trabajadores con fuertes caídas en los salarios medidos en dólares.
Por lo tanto, ya sea por omisión complaciente y/o ignorancia, cuando la única herramienta con que se cuenta es un martillo, resulta natural que todo el mundo se parezca a un clavo. Esto es, en una franca complicidad entre políticos y keynesianos despilfarradores de los recursos ajenos, de no mediar un cambio radical en la política fiscal, nuevamente los sectores más vulnerables de la sociedad serán brutalmente castigados, de modo tal que la casta que ha tomado el poder siga disfrutando de sus enormes privilegios y que tantas riquezas les genera.

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