Instituto de Investigación Social, Económica y Política Ciudadana (ISEPCi)

Prat-Gay tenía razón en culpar a los super por la inflación (pero nada hizo)

Un corte no convencional de la inflación por períodos semestrales que hizo el Instituto de Investigación Social, Económica y Política Ciudadana (ISEPCi) demuestra que el eje de los movimientos en los precios de la canasta básica fue responsabilidad de la estructura productiva concentrada en la cadena de la alimentación. A partir de la expectativa devaluatoria generada en los comicios presidenciales de 2015 se produjo el salto del 50% en el tipo de cambio por la salida del cepo, que empezó a reflejarse principalmente en carnes, frutas y verduras. Desde abril, el ciclo remarcatorio de precios continuó con la revaluación de los combustibles, la eliminación parcial de los subsidios a las tarifas de los servicios públicos, los alarmantes anuncios de ajustes de tres dígitos en las facturas del gas, la luz y el agua y las paritarias laborales, aumentos en los costos y también expectativas alcistas que las empresas de posición dominante en el mercado pudieron gracias a ello trasladar a precios, en un contexto de descenso del consumo. Esto explica el mayor incremento relativo de los productos de almacén que tuvo preeminencia hasta setiembre ante la pasividad oficial y que el peso de la inflación se haya recargado en las espaldas de los sectores socioeconómicos más vulnerables. Las materias primas, por su lado, siguieron avanzando de la mano de las agroexportaciones.
Hay una inflación estructural, vinculada a los sistemas de distribución y comercialización vigentes en la economía argentina.
Ir al supermercado, no llenar ni la cuarta parte del carrito con alimentos, pasar por la caja y pagar un ticket de $500 es un ejercicio cotidiano que el ciudadano común asume resignado, mientras los gobernantes y los hacedores de los índices más difundidos (INdEC, del Congreso) tratan sobre inflación, poder adquisitivo del salario y otros tecnicismos que, si bien no llega a comprender del todo, sufre en carne propia.

Esto lo corrobora otra medición pero semestral, la del Instituto de Investigación Social, Económica y Política Ciudadana (ISEPCi), elaborada por Isaac Rudnik y Rubén Ciani, que toma los valores de una canasta básica de alimentos (IBP), dividida en 5 categorías, de las que 3 se integran con productos de almacén y 2 de frutas y verduras, y con ellos construye un índice barrial de precios mediante la consulta a 320 come rcios de 20 distritos del conurbano bonaerense.

Esta investigación estructural sobre el comportamiento de los precios y su desglose permite determinar la estructura de la ola de aumentos que se desató sobre la canasta básica alimenticia, que es la que afecta de mayor a menor a la pirámide socioeconómica según el grado de dependencia de cada escala del presupuesto en supervivencia.

Así se llega a la conclusión que, a partir de abril del 2016los incrementos en los precios de los productos de almacén fueron desplazando a las subas en frutas, verduras y carnes, en la conformación del proceso inflacionario, según el Índice Barrial de Precios (IBP), implementado en el ámbito del Instituto de Investigación Social, Económica y Política Ciudadana (ISEPCi), que en el semestre abril-setiembre alcanzó el 16,2% como consecuencia, en mayor medida, de la variación registrada en los precios de los prod uctos de almacén que integran la Canasta Básica de Alimentos (CBA).

En el anterior período, septiembre del 2015/marzo de 2016, cuando acaeció en el medio la salida del cepo cambiario, la variación del IBP había sido del 23,7%, con mayor incidencia del crecimiento de los precios promedio de los productos frescos: la carne registró una variación acumulada en el semestre del 38,31% y el rubro frutas y verdura, el 29,25%. Explicaron el 60,4% del alza del IBP-CBA.
Hicieron la posta de ahí hasta setiembre último los denominados productos de almacén en la preponderancia del 16,2% de inflación del semestre tomado. La suma lineal de ambos períodos daría 39,9%.



La estructura de la inflación

El listado emergente, en consecuencia, que clasifica ISEPCi a fin de analizar el impacto de factores estructurales de la inflación, contiene una mayor incidencia de la estructura de la producción en relación al grado de concentración, mientras el resto agrupa en forma separada a carnes y vegetales, entendiendo que sus precios contienen un fuerte componente asociado a la estacionalidad y/o el ciclo productivo.

Las categorías de concentración de oferta en los productos de almacén se califican alta, media y baja; en base a la concentración en las exportaciones por producto, medición realizada por capítulo y partida arancelaria aplicando el índice de Herfindald y Hisman (IHH), y cuando no se dispone de datos de exportación, por oferta de marcas en supermercados.

La primera medición del IBP-CBA basada en esta clasificación se realizó en el documento “Vari ación de los precios del IBP con la eliminación del cepo cambiario” elaborado por el ISEPCi en julio del 2016, en la que se evaluó la variación de precios en el período septiembre 2015/marzo 2016, de tal forma de medir el impacto devaluatorio de diciembre del 2015.

En aquel momento, los aumentos promedios registrados en los precios de almacén fueron inferiores, en todas las categorías, a la inflación marcada por el IBP para el período, y comprendieron cerca del 40% de la variación del IBP, contra el 60% del market-share de los productos frescos.

Los resultados de la 2da. medición ahora presentada abarca el período abril/septiembre 2016 reflejan un sensible cambio en la composición de la variación del IBP.

La incidencia de las góndolas

En esta nueva medición son los precios de los productos de almacén los que explican en mayor medida el crecimiento del 16,2% observado por el IBP en el reciente semestre analizado.

Con el cálculo de promedios simples de variación por producto, el incremento del conjunto de productos de almacén varió entre un máximo del 35,88%. en aquellos con alta concentración de oferta, y un mínimo del 17,25%, en los de baja concentración.

La suma del porcentaje de participación en la variación del IBP muestra que los productos de almacén ocuparon el 73,3% en el crecimiento del IBP, quedando un 21,86% para frutas y verdura, y una muy baja ponderación de la categoría carne, con sólo el 4.15%.

La comparación de los resultados entre ambos semestres señala una sensible reversión en los rubros que sostuvieron los incrementos de precios.

Pero, además, esta comparación permite inferir un cambio en los factores determinantes del aumento de precios.

Mientras que en la 1ra. me dición (septiembre/15-marzo/16) la devaluación de la moneda local constituyó el principal factor inflacionario, en el semestre siguiente fueron predominantes los condicionamientos estructurales de la economía argentina, ya que los productos de almacén de alta concentración terminaron liderando los aumentos.

En el período considerado para la primera medición, los movimientos en los precios respondieron exclusivamente a las expectativas devaluatorias generadas durante el proceso electoral del 2015 y la posterior eliminación del “cepo cambiario”, en diciembre de ese año, que implicó una devaluación del orden del 50% en la moneda local.

Posteriormente comenzaron a influir un conjunto factores que se pusieron de manifiesto a partir del abril del 2016, entre los cuales se encuentra la revaluación de los precios de los combustibles; la eliminación parcial de los subsidios a las tarifas de los servicios públicos y las paritarias laborales.

El poder de las empresas dominantes les hace posible trasladar incrementos de costos en un contexto de descenso del consumo, razón que explica el mayor incremento relativo de los productos de almacén.

En cambio, en el semestre anterior fue el efecto del aumento del precio del dólar sobre los precios de los productos agropecuarios, los que están más ligados al sector exportable de la economía argentina.

En el análisis de la evolución mensual se destacan claramente los aumentos de carne, frutas y verduras en el 1er. semestre analizado (máximo de carne en diciembre de 2015 y frutas y verduras en febrero de 2016), así como durante el 2do. semestre, en una tendencia más continua los mayores incrementos de los precios de los productos de almacén.

Cambios en el patrón alimentario

En un análisis realizado por María Elisa Zapata, Alicia Rovirosa, Esteban Carmuega se expone la modificación que sufrió el patrón alimentario de la población en los últimos años, a consecuencia de cambios culturales y de la distinta accesibilidad originada en los precios relativos, que llevaron a una concentración productiva del sector alimenticio.

La variación en las cantidades de alimentos y bebidas disponibles para consumo en los últimos 20 años muestra un cambio en el patrón alimentario que puede tener importantes consecuencias en la calidad nutricional de la alimentación de los argentinos.

Estos cambios en la estructura del patrón de dieta, que atraviesan a todo el entramado social, parecen indicar un cambio en la forma de comprar, preparar y consumir los alimentos, relacionado con una mayor practicidad, menos tiempo dedicado a la preparación de los alimentos en parte relacionado con la incorporación de la mujer al mercado laboral.

En ese marco, se consideró como consumo aparente o disponibili dad para consumo a los alimentos y bebidas adquiridos para consumir en el hogar y alimentos y bebidas comprados y consumidos fuera del hogar (en restaurantes, bar y comedores), tomando hogares que habitan en localidades de 5.000 y más habitantes.

De modo que en los últimos 20 años, el consumo aparente total de cereales no ha variado sustancialmente (+2%), dentro del grupo la harina de trigo descendió mientras que la disponibilidad para consumo del resto de los alimentos aumentó en los hogares argentinos.

Asimismo, las tapas para tartas y empanadas muestran el mayor incremento relativo, seguidas por los cereales para desayuno y barras de cereal, y los fideos y pastas. Las legumbres secas y en conserva se redujeron de 7,7 g en 1996-97 a 4 g en 2012-13.

La disponibilidad para consumo de pan disminuyó ligeramente, tanto fresco como envasado.
El consumo aparente de amasados de pastelería en 1996- 97 era en promedio de 10,8 g/d y el de galletitas 26,6 g/d, mientras que en 2012-13 alcanza 14,6 g/d y 31,2 g/d, respectivamente.

Las hortalizas y frutas muestran un marcado descenso en el consumo. En 1996-97 la suma de hortalizas no feculentas y frutas alcanzaba los 309 g/d y en 2012-13 alcanza los 227 g/d, un descenso del 27%.

Las hortalizas feculentas descendieron un 31%. Los lácteos descendieron un 26%. Dentro del grupo la leche descendió de 227 ml/d a 140 ml/d, mientras que el yogur y los quesos aumentaron.

En el grupo de carnes, la carne vacuna descendió un 27% y los pescados y mariscos 15%. El pollo aumentó 8% y la carne ovina y porcina un 55%. Los productos cárnicos semielaborados son los que muestran la mayor variación porcentual, en el transcurso de los últimos 20 años se ha triplicado su disponibilidad para consumo.

El huevo aumentó de 16,7 g/d a 20,2 g/d. El consumo aparente de grasas y aceites descendió. El consumo de aceite no se modificó en gran magnitud, el cambio se observa en el tipo de aceites, mientras que los mezcla
descendieron 76%, los puros aumentaron 62%.

La mayonesa, margarina y otras grasas aumentaron levemente en estos 20 años y la manteca disminuyó ligeramente. El azúcar de mesa y los dulces compactos y para untar disminuyó 38%, el azúcar de mesa disminuyó de 48 g/d a 31 g/d, lo que equivale pasar de 10 a 6 cucharaditas diarias agregadas a infusiones y preparaciones. Las golosinas y postres aumentaron de 12,5 g/a 14,9g/d.

La disponibilidad para consumo de gaseosas en la población argentina se duplicó, en 1996-97 se consumía medio vaso al día (97 ml) y en 2012-13 un vaso al día (198 ml/d), a pesar de que la encuesta no distingue entre gaseosas con y sin azúcar los datos de la Primera Encuesta Alimentaria y Nutricional de la Ciudad de Buenos Aires (EAN CABA 2011) demuestran que el 82% de las gaseosas consumidas contienen azúcar.

Los jugos en polvo crecieron en 2,3 veces (de 67 ml/d a 159 ml/d) y la EAN CABA demuestra que 57% de los
jugos consumidos contienen azúcar. Los jugos para beber sin diluir y concentrados líquidos para diluir descendieron 67%.

El consumo aparente de empanadas, pizzas, tartas y sándwiches se quintuplicó en los últimos 20 años, pasando de 7 g/d a 36,9 g/d, y el de otras comidas listas para consumir a base de carnes, pollo, cereales y vegetales se duplicó (de 8,4 g/d a 19,5 g/d).

La disponibilidad de sal de mesa y de cocina en los hogares se redujo un 18% en los últimos 20 años, descendiendo de 6 g/d a 4,9 g/d por adulto equivalente.

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