ENRIQUE SZEWACH: BLANQUEO
BLANQUEO |
Décadas de populismo financiero, (con tasas de interés negativas respecto de la inflación), sistemáticos ataques a los derechos de propiedad de los ahorristas, crisis fiscales que terminaron “vaciando” a la banca pública y privada, imponiéndole activos de baja calidad, la expropiación de los fondos de pensión y la consecuente reducción del tamaño de los inversores institucionales de largo plazo, etc. han generado un sistema financiero argentino extremadamente pequeño.
Un sistema financiero que no llega a un 15% del PBI, el menor tamaño relativo de América Latina, y menos del 10% del tamaño de los sistemas financieros de los países desarrollados, impide una financiación amplia del crecimiento privado, y limita la porción del déficit público que puede financiarse internamente, obligando a la disyuntiva de recurrir a la inflación o a la deuda externa para financiar desequilibrios fiscales.
Ambos caminos han tenido resultados destructivos y dieron lugar a un dramático círculo vicioso. Como se dijo, la inflación y las tasas negativas achicaron sistemáticamente al sistema financiero local. El endeudamiento externo, por su parte, distorsionó el mercado de cambios con sobreofertas “artificiales” de dólares, durante el período de endeudamiento, y sobredemandas extraordinarias, cuando, alcanzados los límites de endeudamiento razonables, la persistencia de déficits fiscales, llevaron a las periódicas “crisis de la deuda”. En otras palabras, sistema financiero local pequeño, conviviendo con déficits fiscales elevados, terminaron en crisis hiperinflacionarias, hiperrecesiones, megadevaluaciones, que achicaron aún más al sistema financiero local, agrandando los sistemas financieros del resto del mundo con fondos declarados y no declarados de los argentinos, y afectando gravemente nuestras chances de crecer y de reducir la pobreza, en síntesis de ser un país viable para todos los argentinos.
El gobierno del Presidente Macri ha encarado esta problemática particular con un trabajo de pinzas.
Por un lado, una meta de reducción gradual del déficit público, para disminuir la demanda de fondos prestables por parte del Estado. Por el otro, una política antiinflacionaria y de tasas de interés positivas para los ahorristas, que permita desarrollar el mercado financiero local. Estas políticas llevarán tiempo para madurar, pero lo importante será no apartarse del camino, y ratificarlo permanentemente, para ir agrandando el espacio de financiamiento al sector privado y, simultáneamente, para convencer a los inversores locales e internacionales de que “esta vez es diferente”.
El sistema financiero argentino tiene que, gradualmente, adaptarse a estas nuevas condiciones financieras en dónde la oferta de deuda pública para financiar el déficit, junto con la rentabilidad proveniente de recibir parte de la recaudación del impuesto inflacionario, se irán reduciendo y parte de ese financiamiento se habrá de direccionar a la inversión privada, tanto para proyectos directamente privados, como en asociación con el sector público en el desarrollo de infraestructura, bajo los nuevos marcos regulatorios para la generación de energía, y para otras iniciativas de asociación público privada.
En este contexto se inscribe el exitoso blanqueo de capitales, cuya primera etapa cerró el 31 de diciembre pasado.
En efecto, más allá de las consecuencias sobre la recaudación fiscal y la nueva base imponible (y para la política, ahora con votantes con mayor “exposición” a la Argentina), el blanqueo está creando un sistema financiero más grande. No sólo por la bancarización de fondos que estaban “en el colchón”, si no también por la exteriorización de activos líquidos en bancos del exterior que ahora pueden traerse libremente a la Argentina y que se suman a los montos externos que ya estaban impositivamente declarados antes de este sinceramiento.
De alguna manera, la Argentina tiene hoy una banca “off shore” cuyo tamaño se ha incrementado (al sumar a los fondos anteriormente en blanco, los que ahora lo están) en unos 25000 millones de dólares. Esta cifra complementa la banca “on shore”, que hoy es de un monto que redondea el equivalente a 50000 millones de dólares, en pesos y dólares en plazos fijos locales. (dejando de lado las cuentas a la vista y las cajas de ahorro).
Es decir que, de pronto, el sistema financiero argentino ha crecido, gracias al blanqueo, en una cifra equivalente al 50% de los depósitos a plazo locales.
Este panorama implica una oportunidad y un desafío para nuestro país.
Una oportunidad, porque ahora hay 25000 millones de dólares más fuera del país que, si se le ofrecen condiciones adecuadas, están en condiciones legales de contribuir al desarrollo argentino, en lugar de financiar el crecimiento del resto del mundo.
Un desafío, porque este es un camino de doble vía, ahora hay 50000 millones de dólares en la Argentina que también, legalmente, pueden irse, si nos apartamos de la hoja de ruta comprometida, de reducción gradual y sistemática del déficit público y del endeudamiento público. De mejora continua de la eficiencia del gasto y la inversión pública, y del armado de un entorno regulatorio que facilite los necesarios e imprescindibles cambios en la productividad y competitividad argentina.
Junto a la convergencia a los equilibrios macroeconómicos perdidos, y a las nuevas reglas de juego regulatorias, el sistema financiero tendrá que estar a la altura de las circunstancias, en un ambiente más competitivo, más abierto al mundo, y con la tarea de acompañar el crecimiento del sector privado.
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