EXPORTACIONES ARGENTINAS

Desarrollo de Negocios Internacionales (DNI), que dirige Marcelo Elizondo, observó que en 2016, mientras el Mercosur decayó en relevancia y generó en su conjunto apenas el 20% de nuestras ventas externas (US$11.525 millones), y la UE significó 15% de nuestras exportaciones en el reciente 2016 (US$8.480 millones),  la gran expansión vino de Asia Pacífico, ávida de materias primas y pujante en la provisión de valor agregado. 
 
En su conjunto, dejó en la caja de divisas nada menos que US$14.100 millones, lo que ocupa 26% del total de ventas externas (el mayor porcentaje para una región del mundo y porcentaje 25% mayor al del mismo Mercosur). 
 
Asimismo, entre Magreb, Egipto y Medio Oriente han sumado compras por US$6.050 millones, lo que representa algo más del 10% del total, porcentaje incluso superior a las exportaciones a EE.UU.
 
Transición de los mercados
 
Constatar cuáles fueron los principales mercados para las exportaciones argentinas en 2016 permite visualizar un proceso de transición en los mercados, en el que China fue para Argentina el 2do., Vietnam el 4to., India el 5to. e Indonesia el 8vo. O sea, 4 asiáticos (la mitad del total) entre los 8 primeros. 
 
Entre los 12 principales además aparecen Egipto en el 7mo. lugar y Argelia en el 11vo. Al mismo tiempo se avizoran incentivos para estrechar relaciones con Asia Pacífico, Asia del Sur, el Magreb y África del Norte, según DNI. 
 
En este marco, para 2017 se prevé que se consolidarán las exportaciones de origen agropecuario y serán el motor, ya que sus precios son los menos flexibles a la baja, además la demanda persiste y a su vez el comercio de Argentina con quienes más crecen en el mundo se basa en ellas.
 
Para ello debe considerarse que continuará la “mudanza de mercados", en la medida en que los tradicionales para Argentina no serán este año los más dinámicos. 
 
En cuanto a la composición de las exportaciones argentinas, los alimentos y bebidas crecieron un 22% en volumen y un 11% en valor durante el período enero-noviembre de 2016, respecto del mismo período de 2015. 
 
Del total de los envíos al exterior, la agroindustria azucarera representó un 11% y la citrícola (limón), un 6%, según datos del Gobierno nacional. 
 
Al desagregarse las ventas a los mercados externos surge que el azúcar aumentó el 230%; arroz partido, el 102%; cereza, el 100%; arroz no parbolizado, el 66%; el limón, con el 51%; preparaciones de aceitunas, con un 47%; porotos, con 24%, entre los más relevantes. Las mayores caídas se observaron en preparaciones de pera, con 74%; ciruelas, con 72%; aceite de oliva, con un 50%; y yerba, con un 28%. 
 
Los principales destinos de venta fueron Brasil, Estados Unidos, Chile, Holanda, España, Rusia, China, Italia, Indonesia y Reino Unido
 
La perspectiva que deja entrever el PBI no ofrece demasiado margen para la modificación de la tendencia, según la cual será exiguo el crecimiento en Latinoamérica (sólo 1,6%, con México en 2,6%, pero Brasil sólo en 0,6%). A la vez, conforme los anticipos del Banco Mundial y el FMI, en EE.UU. se expandirá 2,5%, y en el área Euro solo 1,4% , mientras Canadá lo hará en 2,1%. 
 
Contrario sensu, los emergentes en su conjunto mejorarán 4,6%, mientras (lo relevante) en particular Asia emergente lo hará en 6,3%, India el 7,4%, el Asean en 5,1%, Europa emergente en 3,2%, Medio Oriente y el norte de África en 3,3%.
 
De este modo, la principal demanda continuará viniendo desde Oriente y ello permitirá que las exportaciones argentinas (especialmente por productos de origen agropecuario) crezcan alrededor de 5% en 2017, señala Elizondo.
Aunque el precio de los commodities agrícolas no acompañe, el campo hizo una apuesta a favor de Mauricio Macri.
 
Las exportaciones industriales
 
En los últimos 25 años, el peso de las exportaciones industriales en la canasta exportable argentina rondó el 30%, con algunos altibajos. 
 
En los ’90, la puesta en vigor del Mercosur favoreció las exportaciones de algunos rubros industriales, como por ejemplo el automotor. 
 
Sin embargo, el déficit industrial tendió a empeorar en momentos de crecimiento económico, producto de la combinación entre apertura comercial, apreciación cambiaria y debilidad de la política industrial. 
 
Durante los años 2000, las exportaciones industriales mantuvieron su peso en el total, a partir de la combinatoria de varios fenómenos, que operaron en sentidos distintos: 
 
> por un lado, la suba de los precios de los commodities generó una tendencia hacia la primarización; 
 
> sin embargo, la elevada demanda brasileña más la apreciación del real (hasta 2011) traccionaron las exportaciones industriales locales; 
 
> asimismo, la crisis energética argentina hizo que los combustibles perdieran peso en el total y que, por lo tanto, las exportaciones industriales mantuvieran su peso (en este caso, por una razón negativa). 
 
De todos modos, al igual que en los ’90 (y a diferencia del período 1964-74), en momentos de fuerte crecimiento del PBI, la tendencia hacia el déficit industrial siguió a la orden del día, según analizó Daniel Schteingart, magister en Sociología Económica (Idaes-Unsam).
 
Por su parte, entre 2014-2015 se observó una notoria caída del peso de las exportaciones industriales en el total. 
 
La razón principal es la debacle brasileña, cuyo PIB apenas creció en 2014 y se desplomó 3,8% en 2015. 
 
Asimismo, la apreciación cambiaria local afectó la competitividad de algunos segmentos industriales sensibles a la cotización del dólar.
 
La industrialización de las exportaciones había arrancado de un 1962 en el que apenas el 3% de las de bienes de nuestro país eran industriales (incluyendo bienes de capital, automóviles, químicos, textil-indumentaria, calzado, muebles, papel y acero, entre otros), mientras el 97% restante eran productos primarios, mayormente de origen agropecuario. 
 
A partir de entonces el país comenzó un proceso de transformación de su canasta exportable, que hizo que en 1974 (el récord histórico en PBI industrial per cápita) el 25% de las ventas externas fueran industriales, la gran mayoría a países de la región.
 
Llama la atención de que entre 1964-1974 Argentina experimentó una etapa de crecimiento acelerado (5,6% promedio) y en la que, a diferencia de otros períodos de fuerte crecimiento, las exportaciones industriales crecieron más rápido (4 veces) que las importaciones industriales. 
 
Y que si bien ello no alcanzó para eliminar el crónico déficit industrial de país (ya que partía de una base casi nula de exportaciones industriales), sí se pudo morigerarlo: por ejemplo, en 1974 Argentina había logrado ser superavitaria en maquinaria agrícola, automóviles o calzado, y había neutralizado el déficit en maquinarias de oficina. 
 
Lo atribuye entre varias razones a cambios en el contexto internacional y mayores subsidios a las exportaciones no tradicionales, pero en buena medida una maduración de capacidades productivas que generó la industrialización sustitutiva de importaciones (ISI). Es que con el correr del tiempo las firmas industriales argentinas fueron aprendiendo a producir a mejor calidad/precio y eso habilitó una incipiente salida exportadora. 
 
En 1974, Argentina todavía era muy deficitaria en siderurgia y químicos, pero porque los proyectos de promoción industrial de esos sectores aún no habían madurado (lo harían a fines de los ’70 y serían superavitarios en los ’80, de hecho), advierte Schteingart.
 
La política económica de la última dictadura militar introdujo un quiebre en esa dinámica: la agresión al tejido industrial por medio de políticas como la depresión del m ercado interno (componente clave de la demanda en buena parte de las empresas industriales), las altas tasas de interés, la apertura comercial y la apreciación del tipo de cambio tuvieron su correlato en una primarización de las exportaciones argentinas y en un drástico incremento del déficit industrial (aun en períodos de bajo crecimiento).
 
Durante el gobierno alfonsinista, las exportaciones industriales volvieron a cobrar protagonismo en la canasta exportable argentina, pasando del 16% en 1983 al 35% en 1989. 
 
Son varias las razones que explican este fenómeno: 
 
> la maduración de los mencionados proyectos de promoción industrial en industrias de proceso como la siderurgia o la química; 
 
> porque la rece sión local aumentaba los saldos exportables; 
 
> porque los bajos precios de las materias primas incrementaban el peso de las manufacturas en la canasta exportable; 
 
> porque el gobierno radical se preocupó por promover exportaciones no tradicionales, en un contexto de extrema necesidad de divisas (el país estaba bajo una severísima restricción externa producto de la crisis de la deuda y los bajos precios de los commodities agrícolas). 
 
De este modo, la transformación de la canasta exportable argentina se dio por razones muy diferentes a las del virtuoso período 1964-74.
 
El peso de las exportaciones industriales
 
Pregunta Schteingart si es necesariamente bueno para el país un incremento del peso de las exportaciones industriales en el total.
 
La respuesta es poco lineal. Noruega, Australia y Nueva Zelanda son países altamente desarrollados pero con un reducido peso de las exportaciones industriales en su canasta exportable. 
 
En México, las exportaciones industriales pasaron del 5% del total a principios de los ’80 al 70% desde los ’90 en adelante y eso no implicó una mejoría de su performance económica. 
 
Parte del éxito de Noruega, Australia y Nueva Zelanda se explica por haber logrado articular sus recursos naturales con el resto del sistema nacional de innovación; en México ello no ocurrió, porque se limitó a ensamblar bienes industriales con muy altos insumos importados y con escasa s demandas al (desarticulado) complejo científico-tecnológico local. 
 
A la duda de si puede Argentina replicar la experiencia de los mencionados países desarrollados responde que difícil, porque se trata de tres países con muchos más recursos naturales per cápita que nosotros (a modo de ejemplo, Australia nos cuadruplica en capital natural per cápitaNueva Zelanda nos quintuplica y Noruega nos decuplica según el Banco Mundial) y que en distintos momentos de su historia contemporánea han tenido apoyo británico/estadounidense para evitar crisis de balanza de pagos. Seguramente, aduce, si Argentina “descubriera” nuevos recursos naturales esa brecha se achicaría, pero resulta inverosímil que se elimine (a menos que encontremos varias decenas de “Vaca Muerta”).
 
Concluye que si Argentina quiere crecer a tasas aceleradas, sin problemas en la balanza de pagos, requiere que sus exportaciones crezcan más que sus importaciones. 
 
Los recursos naturales pueden aportar más divisas, pero tienen un límite. 
 
La existencia de un tejido industrial permite ahorrar divisas, sea tanto por la vía de exportaciones industriales como por la de la sustitución de importaciones. 
 
Sin industria, la tendencia hacia el desequilibrio comercial se agravaría mucho más (basta recordar las experiencias anti-industrializantes como las de Martínez de Hoz y los ’90 para confirmar este fenómeno). 
 
Y no hay que dejar de tener en cuenta, puntualiza el becario de Conicet, la contribución del sector manufacturero al empleo (2,1 millones de puestos de trabajo) o al potencial tecnológico (según OCDE, aun en plena era de los servicios, la industria explica el 80% de la I+D en los países desarrollados).

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