El pensamiento económico dominante

El pensamiento económico dominante está siendo cuestionado en todo el mundo a partir de las falencias que presentó para anticipar la actual crisis internacional y la falta de respuesta que evidencia para construir una salida. En las universidades, la enseñanza de Economía, en general apoyada en estos fundamentos, que en lo político tienen su expresión en el modelo neoliberal, no escapa a tales críticas. Con esa lógica se desató un conflicto en la Universidad de Harvard, cuando un grupo de estudiantes de economía se retiró en bloque en el medio de una cursada, en protesta por el enfoque de la cátedra. En Argentina también han crecido ese tipo de controversias. Universidades nacionales relativamente nuevas, muchas de ellas ubicadas en el Gran Buenos Aires, han sido más permeables a la incorporación de escuelas de pensamiento críticas. En casas de estudio con mayor tradición, como la Universidad de Buenos Aires, La Plata o Córdoba, el pensamiento único resiste más.
En Introducción a la economía postkeynesiana, el canadiense Marc Lavoie marca una serie de diferencias de fondo entre el pensamiento ortodoxo, que representa la escuela neoclásica, y el heterodoxo. Explica que la ortodoxia no busca explicar el funcionamiento real de los fenómenos económicos, sino crear herramientas para poder predecirlos. Sucede que en realidad tampoco los termina prediciendo, con lo cual las teorías, que son sólo instrumentos, funcionan como explicaciones en muchos casos absurdas de la dinámica económica. Los neoclásicos centran su estudio sobre el individuo, en un mundo sin conflictos sociales. De hecho, ni siquiera existen las clases sociales o las relaciones de poder. La economía ortodoxa, que se autopostula como verdad científica y apolítica, dice que los mercados en el largo plazo se autorregulan para llegar a un equilibrio eficiente. Los heterodoxos, en cambio, indican que la intervención estatal es imprescindible.
En tiempos de extrema volatilidad y recesión en países desarrollados con modelos políticos neoliberales y, por el contrario, crecimiento en países de la periferia con proyectos económicos que escapan a las recetas del establish-ment, la ortodoxia quedó descolocada. “En respuesta a la crisis, la profesión presenta un lamentable espectáculo de una ignorancia innecesaria que ni siquiera se reconoce a sí misma como ignorancia. Amargos debates resurgieron sobre temas que estaban resueltos muchas décadas antes. Los economistas han fallado en cumplir su función social”, analizó en un reciente artículo llamado “La profesión y la crisis”, el Premio Nobel Paul Krugman, quien ha tomado especial relevancia por sus críticas al pensamiento dominante. En la misma línea, Aldo Ferrer indicó a Cash que “hay una inquietud generalizada en relación con el replanteo de las carreras de Economía, a partir de la incapacidad que evidencia la profesión. Incluso a nivel internacional, se está generando fuerte rechazo a las ideas neoclásicas”.

Alumnos

Según datos que el Ministerio de Educación brindó a Cash, en 2009 había 16.928 alumnos en las carreras de Economía en todo el país. Ese año se inscribieron 4007 y egresaron 1059, de los cuales algo menos de una tercera parte (303) lo hicieron de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires (FCE-UBA), cuyo plan de estudios es fruto de una serie de transformaciones ocurridas desde fines de los ‘70. La última modificación fue introducida en 1997.
“La teoría neoclásica hoy no es un bloque homogéneo. Hay campos de la macroeconomía que sí están bajo serio cuestionamiento, porque hay muy poco espacio para que el Estado intervenga, y esas teorías no pueden explicar la actual crisis. De todas formas, no podemos decir ‘todo se va al diablo’”, señaló a este suplemento Andrés López, director de la carrera de la Economía en la FCE-UBA. “Para mejorar la oferta de cursos se está estudiando ampliar el abanico de materias optativas, porque no todo el mundo tiene los mismos intereses”, agregó.
Para Alberto Muller, profesor de Organización Industrial y Cuentas Nacionales en la FCE-UBA e integrante del Plan Fénix, “el plan de estudios le da un rol central a la teoría neoclásica, y en materias posteriores se abre hacia otros enfoques, aunque desde un punto de vista subordinado”. Guillermo Gigliani, docente titular de Dinero Crédito y Bancos y secretario general de AGD en Económicas, advierte que “antes de 1976 la teoría neoclásica era dominante en la facultad, pero no exclusiva. Actualmente entre los macroeconomistas de la facultad hay diversas escalas de adhesión a la teoría neoclásica, pero todos son reacios a las escuelas críticas”. En cuanto al estudio de la realidad nacional, en Enseñanza y ensañamiento del neoliberalismo en la FCE-UBA, Andrés Asiain, Rodrigo López y Nicolás Zeolla advierten que “el egresado de la carrera carece de elementos para comprender el funcionamiento de la economía argentina, ámbito donde debería desarrollar su profesión un egresado de una universidad pública”.
Agustín D’Attellis, economista de la Gran Makro, advierte que “en las universidades más tradicionales los cambios cuestan mucho. Las nuevas instituciones son más permeables”. Dentro de ese segundo grupo, Alan Cibils, director de la carrera de Economía Política de la Universidad Nacional de General Sarmiento, explica que en esa institución “se vuelve a las raíces de la enseñanza de la economía, más amplias que el pensamiento único”. Miguel Giudicatti, vicedirector del Departamento de Economía y Administración de la Universidad Nacional de Quilmes, indica que “si bien aquí se utilizan manuales neoclásicos, se plantea en todo momento la contradicción con la heterodoxia”. Demian Panigo, director de investigaciones de la Universidad Nacional de Moreno, sostiene que “el eje de todas las materias es la pluralidad, porque en economía, como en cualquier ciencia social, no hay una única verdad. Igualmente, predomina el estructuralismo latinoamericano y la visión poskeynesiana”

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